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Veintiún años después de Diavolo, el actor nos recibe en su casa para celebrar el lanzamiento de Power of Seduction. Peripecias a lo James Bond y buen rollo con acento
u alter ego en Power of Seduction, la nueva fragancia con apellido Banderas, proclama pasión por el riesgo y la adrenalina. Pero en la vida real, Antonio Banderas (Málaga, 1960) ha levantado el pie del acelerador. Ha dejado de fumar. “Para interpretar a Pablo Picasso me daban unos cigarrillos de pétalos de rosa horrorosos”, ríe. Y ha cambiado el descaro de Diavolo por una vida tranquila a las afueras de Londres junto a la “discreta, muy dulce y suave Nicole, que no quiere focos”. Su vis madura de seductor es arrebatadoramente sutil. “El perfume debe ser algo agradable de una persona que no se sepa exactamente qué es... Los jefes me van a matar, porque ellos querrían que la gente se bebiera los frascos para vender más, pero yo creo que hay que perfumarse con mucha sutileza.” ¿Y a qué huelen las ciudades de tu vida? “Nueva York, a asfalto y a hot dog. Los Ángeles, a hierba recién cortada. Málaga, a flor de azahar y al incienso de la Semana Santa. Y sobre todo a mar. Cuando vivía en Madrid, recuerdo ir a Málaga y al bajarme del avión respirar y pensar ‘Aquí estoy’.”