La belleza DEL MIEDO
Las mejores historias de terror son aquellas que provocan tanto placer a nivel estético como el propio miedo al que invitan. El estreno del remake de Suspiria a las órdenes de Luca Guadagnino nos plantea la duda. ¿Sufriremos de Stendhal tanto como lo hici
uevos acordes de piano decorados por el sonido de la flauta se funden bajo la batuta de Thom Yorke servidos en plato de banda sonora. Poco tiene que ver esta melodía atemporal del líder de Radiohead con el rock progresivo de Goblin aunque confluyen en un mismo punto: sirven como antesala de una turbadora y delirante historia y ambas desencadenan un estado de alerta necesario para adentrarse en el laberinto emocional de Suspiria. El remake de esta obra fundamental del cine giallo se espera por los fanáticos del género desde hace dos años, entre la incredulidad y la estupefacción. Invocando de nuevo al escalofrío, este nuevo Suspiria devuelve a la palestra el grato malestar que solo la estética del miedo, cuando esta está bien afilada y pulida, es capaz de verter sobre nuestras retinas e inconscientes. El cine de terror vuelve con ansia de seducirnos y esta vez no tenemos intención de oponer resistencia. Salvando las distancias con aquella obra maestra de 1977 que convirtió a Dario Argento en mentor del cine gore intelectual, el Suspiria revisitado a las órdenes de Luca Guadagnino verá la luz este mes, no exento de controversia. El laureado director italiano, responsable del glorificado título Call Me by Your Name, amenaza una vez más con recrearnos en uno de esos escenarios “políglotas y algo relamidos que tal vez solo existan en su imaginación”, como bien apuntó
la crítica tras su sonado visionado en el festival de Venecia que cayó como un jarro de agua fría para algunos mientras que otros se desmarcaban en ovación. ¿ Dónde está escrito que solo pueda existir una posible interpretación y puesta en escena de una historia de ficción terrorífica, aun cuando de un remake se trate? Si de algo sabe Guadagnino es del arte de envolvernos en marcos bellos y cotidianos, de impregnarnos bien en la nostalgia. ¿Quién ha conseguido olvidarse de aquellas idílicas vacaciones al borde del Mediterráneo en A Bigger Splash (2015)? Desde luego nosotras no. En aquel paisaje siciliano incomparable que acogió el remake de La piscina ( Jacques Deray, 1969), acompañaron al director dos de sus actrices fetiches que ahora vuelven a ponerse a sus órdenes en Suspiria, Tilda Swinton y Dakota Johnson. Teniendo en cuenta el poderío estético y fotográfico que ha procesado el italiano recientemente en sus dos últimos filmes de corte indie, ¿qué malo cabe esperar de un hilo argumental que sirve en una misma coctelera clases de ballet, fuerzas
demoníacas, rituales esotéricos, cónclaves ocultistas y caza de brujas? No es el Suspiria de Argento, de acuerdo, ¿ y si la interpretación de Guadagnino sobre esta masterpiece cumple los deseos de un nuevo tipo de espectador afín a escenarios actuales de terror psicológico más cercanos a Aronofsky que al propio Argento? En cuestiones de pasar miedo tampoco hay nada escrito. Solo el tiempo nos dirá si estas nuevas fórmulas de concebir cine de terror envejecerán igual de bien que el Suspiria de 1977.
Bailes y rituales ocultos. Berlín en los años 70, que no Friburgo, nos sitúa en una enigmática escuela de baile inspirada en Pina Bausch y Martha Graham, cuyo claustro está liderado por Madame Blanc ( Tilda Swinton, quien encarna un segundo y misterioso papel en la película). Este extraño lugar acoge en su seno a Susie Bannion, una aventajada pupila procedente de Ohio criada en una comunidad de menonitas. Susie no tardará en fundirse con una oscura y poderosa fuerza que emerge de las entrañas de esta singular academia. Este es uno de los personajes principales de Suspiria interpretado por Dakota Johnson, quien declaró haberse sometido a tal torbellino de emociones que incluso necesitó acudir a terapia tras concluir el rodaje. Las críticas aseguran que, donde Argento sugería con elegancia, Guadagnino proclama con explicitud. Por otro lado, Suspiria, el remake, está plagado de elementos externos que conviven con el propio hilo argumental al más puro estilo Tarantino, como los fantasmas del Tercer Reich, el terrorismo de inspiración izquierdista en los 70 o una ligera reflexión sobre la segunda ola feminista que tuvo lugar esa misma década. “Es una película que habla