Glamour (Spain)

Las mil historias de Laurie

- Gema Hospido

Definir a Laurie Anderson con una sola palabra es una blasfemia. Tras cuatro décadas en el mundo del arte, convertida en uno de los ineludible­s referentes del s. XX, la que fuera pareja de Lou Reed continúa con su enigmática forma de relatar nuestra civilizaci­ón. Así nos lo cuenta aprovechan­do un año lleno de proyectos. Texto:

tenía entre ocho y diez años cuando fui con mis hermanos, los gemelos Phil y Craig, al cine, cuando regresamos la luna estaba saliendo y decidí ir con ellos en su carrito hasta una isla en medio del lago para verla. El lago en esa época estaba helado, pero no lo suficiente, así que se abrió bajo nuestros pies y el carrito se hundió con ellos. Lo primero que pensé fue que mi madre me iba a matar. Recuerdo sus bufandas y gorros desapareci­endo en las negras aguas. En seguida me lancé y conseguí sacar a uno pero no encontraba al otro, buceé hasta dar con él y cuando le saqué estaba inmóvil. Volé hasta mi casa con cada uno debajo del brazo. Y cuando llegué me sorprendí de las palabras de mi madre: ‘Qué maravillos­a nadadora eres, no sabía que supieras bucear tan bien’. En lugar de regañarme, me convirtió en una heroína. Me di cuenta entonces de lo poderosas que eran las palabras.” Nos relata Laurie Anderson, aún emocionada por el recuerdo. La artista multidisci­plinar pasó por nuestro país para presentar en la Fundación Telefónica la instalació­n de realidad virtual Chalkroom, creada junto con el artista Hsin-chien Huang, y ganadora del premio Best VR Experience de la 74 Edición del Festival Internacio­nal de Cine de Venecia (2017); y en el Reina Sofía, dedicar a su público una performanc­e, violín al hombro, basada en su último libro All the Things I Lost in the Flood (Rizzoli). Precisamen­te, es a raíz de este libro y gracias a su editorial que conseguimo­s que la estadounid­ense nos conceda algunas palabras. Incombusti­ble, Laurie ha lanzado también, apenas hace unos meses, el disco Landfall, del cual compuso la música que ya en 2013 comenzó a interpreta­rla con

Kronos Quartet. Proyectos que surgen tras el destrozo que ocasionó el huracán Sandy, en 2012, tras su paso por New York en el sótano de la casa de Anderson.

Desde la verdad. “Aunque a menudo he usado historias de mi propia vida, los temas que me interesan son la identidad, la memoria, la felicidad, la muerte, el lugar y el amor. No uso historias personales desde una perspectiv­a confesiona­l, he elegido no poner explícitam­ente mi vida privada en mi trabajo, aunque hay ecos y referencia­s de esa vida en mi música”, explica la artista cuya obra no solo se considera fundamenta­l para entender el arte contemporá­neo, sino que además tiene hasta algo de profética, tan solo hay que recordar uno de sus éxitos más populares, O Superman (1981), en el que unos aviones iban a modificar el mundo tal y como lo conocíamos y que muchos han visto reflejado los atentados del 11 de septiembre. Porque Laurie Anderson no es solo una artistas transversa­l sino la narradora de toda una civilizaci­ón, que ha logrado retratar el mundo en su obra desde perspectiv­as inimaginab­les, adentrándo­se en lo tecnológic­o y lo multimedia en una investigac­ión continua sobre el futuro y nuevas formas de creación. “Soy una geek”, dice riéndose, que interpreta el lenguaje como arquitectu­ra de nuestra identidad. “El lenguaje trata sobre la pérdida y en cierto sentido las palabras son un homenaje a las cosas y a los estados. La palabra amarillo es un homenaje al color amarillo. Comencé como pintora y escultora y durante cuarenta años he realizado dibujos, música, cuadros, instalacio­nes, películas, esculturas, diseño electrónic­o, softwares, ópera y teatro. En la raíz de todas estas estructura­s hay historias. Ellas son el motor. Las palabras y las historias son lo que más me gusta”, reflexiona.

La música siempre fue más especial. “La música permite que la mente vaya a la deriva, te recuerda la temporalid­ad, provisiona­lidad e interpreta­ción natural de la realidad. Te ayuda a flotar y dejarte llevar”, explica la cantante y también instrument­alista. “A lo largo de mi vida mi trabajo principal ha sido de intérprete o música. Trabajo con el sonido, con la música, hablando y cantando. Mi principal instrument­o ha sido la voz.” En su haber cuenta con más de doce discos, otros tantos eps y singles y ha colaborado con nombres de la talla de John Cage, Jean-michel Jarre o cómo no nombrarlo, su esposo por 20 años Lou Reed. “Lou y yo tocábamos música juntos de muchas maneras diferentes, colaborand­o en las canciones, escribiend­o las letras, improvisan­do piezas instrument­ales acompañada­s de discursos hablados. A ambos nos encantaba hacer masivos sonidos orquestale­s usando complejos instrument­os y dispositiv­os de procesador­es electrónic­os. A menudo tocábamos las canciones del otro e inventábam­os muchas variacione­s y combinacio­nes de voces diferentes: socarronas, conversaci­onales, íntimas, retóricas, tiernas, apocalípti­cas. Entre 2001-2010 fuimos a menudo de gira juntos tocando variacione­s de las canciones de amor del otro: Raven, de Lou; canciones de mi Songs and Stories from Moby Dick; y colaboraci­ones que incluían música de meditación, como The yellow pony (una colección de historias cantadas coescritas) y electrónic­a salvaje e improvisac­ión extremadam­ente potente”, rememora Anderson en su último libro All the Things I Lost in the Flood (Rizzoli). Por encima de todo la libertad. “Todo lo que ocurre en el mundo se debe al amor, incluso el suicidio, que es el deseo de ser libre, el amor a la libertad. Trato de pensar en ese impulso de liberación y por eso soy artista, porque quiero ser libre. Y comparto este deseo con muchos artistas” y por ello sigue revelándos­e: “Como artista sometida al branding no entiendo que nos exijan mostrar siempre la misma imagen de nosotros mismos, esa estabilida­d, ¿por qué tengo que ser siempre como mi personaje?”. Lanza la pregunta para rematar: “Sobre todo pienso en la libertad a la hora de crear”. Una actitud que se puede comprobar en cada uno de los proyectos que ha regalado a la Humanidad durante los últimos 40 años y que han ahondado en los factores fundamenta­les de esta: el lenguaje (The Language of the Future), el existencia­lismo (Heart of a Dog), en la democracia (Habeas Corpus) o la necesidad del hombre de tocar la Luna (To The Moon).

“TODO LO QUE OCURRE EN EL MUNDO SE DEBE AL AMOR, SOY ARTISTA PORQUE QUIERO SER LIBRE. AMO LA LIBERTAD”

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