Glamour (Spain)

Las hermanas Chanel (Planeta). La primera vez que se cuenta la historia de los orígenes de Coco, de dónde vino y cómo se atrevió a diseñar su futuro.

50 años tras el adiós de Gabrielle Chanel, la escritora Judith Little desgrana, en exclusiva para GLAMOUR, los secretos de su última novela dedicada al icono.

-

Si no conoces demasiado a Coco Chanel, tal vez hayas dado por supuesto que provenía de una familia privilegia­da de la alta sociedad. Yo misma lo creía hasta que comencé a documentar­me para Las hermanas Chanel y no tardé en llevarme una buena sorpresa. Varias sorpresas, de hecho. La primera fue que Coco, la elegancia parisina encarnada, nació en un hospicio de provincias, hija ilegítima de una lavandera enamoradiz­a y un vendedor ambulante de lencería femenina. Otra fue que la madre de Coco murió de tuberculos­is cuando esta apenas era una cría. Su padre la abandonó en la puerta de un orfanato religioso en la Francia rural, y no volvió a verlo. Allí, en un pueblecito llamado Aubazine, Coco pasó años enclaustra­da, olvidada, lejos del glamur y las luces de París, criada por caridad por las monjas, junto a sus dos hermanas. Un momento… ¿Cómo que hermanas?

Siempre me había imaginado a Coco como una gura circunspec­ta y solitaria envuelta en collares de perlas, el mero hecho de que tuviera hermanas la convirtió de forma instantáne­a en un ser humano. Me intrigaba sobre todo su hermana pequeña, Antoinette. De hecho, en cuanto me enteré de su existencia, supe que escribiría un libro desde su punto de vista. Estaba convencida de que tendría una historia que contar. A medida que aprendía cosas sobre ella, me di cuenta de que también había tenido una vida extraordin­aria. Descubrí que había ejercido una función tan poco reconocida como crucial en la fundación de lo que hoy conocemos como el imperio Chanel. Y, aun así, nadie ha oído hablar de ella. de Francia. Con unos cuantos clics, me sumergí en páginas y páginas de anticuados manuscrito­s en cursiva. Me imaginaba a un orgulloso burócrata francés de antaño yendo de puerta en puerta por las calles y callejuela­s de ciudades y pueblos, añadiendo nuevas entradas a su libro. Lo más complicado fue tratar de descifrar las espirales y orituras, por mucho que me fascinaran, siempre atenta a las palabras «Chanel» o «Antoinette», sin tener claro si una «n» era una «s» y viceversa. Al tratarse de las fotocopias de manuscrito­s originales, no había forma de hacer búsquedas automática­s en los registros. Fue un arduo esfuerzo y un acto de amor que, por suerte, dio sus frutos.

Otra fuente potencial de pistas sobre la misteriosa Antoinette fueron los periódicos y las revistas. Recurrí sobre todo a Gallica, una biblioteca digital —y con búsquedas automática­s— cuyos documentos se remontan a siglos atrás. Era evidente, pensé, que las Chanel aparecería­n mencionada­s en los boletines de la época. Fue muy frustrante descubrir que las búsquedas de Antoinette e incluso Coco durante aquellos primeros años no dieron ningún resultado. Me pasé un tiempo bloqueada, hasta que me percaté de algo: estaba atrapada en nuestra manera moderna de pensar. A principios del siglo XX, personas como Antoinette y Coco, incluso a partir de que se fundara la rma Chanel, no habrían aparecido jamás en las páginas de sociedad. Eran comerciant­es, lo que signi caba, a efectos prácticos, que eran invisibles.

Con todo, di con una sección en el diario Le Figaro en la que no dejaba de aparecer el nombre de Antoinette, justo alrededor de las columnas de sociedad. Un par de líneas en letra pequeña en la contraport­ada resultaron formar parte de una humilde sección de viajes. Mlle Antoinette Chanel, á Biarritz. Mlle Antoinette Chanel, á Deauville. Arrivées á Paris, Mlle Antoinette Chanel. No me podía creer que hubiera visto su nombre. Pero ¿qué signi caba? Era una especie de código. Al nal lo comprendí. Estaba informando a sus acaudalado­s clientes de dónde iba a estar y cuándo. De hecho, llegó a viajar a los lugares donde sabía que habría clientes ricos, a pesar de que no hubiera tiendas de Chanel, como Montecarlo, Rayol-canadel-sur-mer y San Salvadour. Aquellos diminutos fragmentos de informació­n fueron una revelación, la clave para entender quién era Antoinette y reconstrui­r su historia.

Antoinette estuvo al lado de Coco cuando empezó a vender sombreros en París, en 1910. Mientras Coco trabajaba entre bambalinas en los diseños, Antoinette atendía a la or y nata de la sociedad con destreza y

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain