DE PELÍCULA
Fred Astaire y Ginger Rogers.
LA PAREJA
¡Clic, cloc, clac! Una vuelta, un meneo y a poner a la chica del revés. Entre bailes y contorsiones, en los años 30 Fred Astaire y Ginger Rogers pusieron en órbita el género musical. Todo empezó con la película Volando hacia Río de Janeiro(1933), la primera de una serie de diez. Enredos y equívocos mediante, en todas ellas se imponía el amor. Nunca se besaron en pantalla.
El maldito elastano que aprieta las carnes de los bailarines contemporáneos no existía en las películas de antes (nada de brillos soviéticos ni medias de color carne). La elegancia ebúrnea de Rogers y el aspecto impecable de Astaire eran de película. Los chaqués de este nunca iban desnudos: corbatón, pañuelo, flor en la solapa y una gran sonrisa. Unos tapshoescompletaban la magistral combinación.
"No canta, no actúa, tiene entradas y solo baila un poquito", dijo el primer director de castingque lo entrevistó. Fred Astaire nació en EE UU pero todas las pistas de baile del mundo lo nacionalizaron como propio –y eso que no tenía talento–. Tan malo era que lo nominaron a un Oscar. Pese a su descorazonador inicio, llegó a dominar todas las disciplinas del baile.
A Fred pronto le salió un competidor: Gene Kelly, que llegó más tarde pero brilló igual. En una simbiosis casi sobrenatural en la historia del show business, ambos se respetaban y admiraban. Unos decían que preferían la naturalidad del veterano y otros aseguraban que no había nada como las acrobacias del aprendiz. Solo bailaron dos veces juntos. Una pena.