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Alan Turing.

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Aprovechar el tiempo. A tope. Eso es lo que hizo Alan Turing en sus breves 41 años de existencia. Enigma era la mejor máquina de cifrado de la historia y los nazis la usaban para todas sus comunicaci­ones. Todos los listos de la época creían que Enigma era indescifra­ble. Menos Alan Turing. La misión que le encargaron no era apta para pusilánime­s: descifrar un código indescifra­ble y ganar la II Guerra Mundial. Y lo logró. ¿Cómo? Creando el primer ordenador del mundo. Ni más ni menos. Así era el bueno de Turing, el hombre de ojos azules que sabía demasiado. Pero tenía un secretillo que, para la pacata, represiva e hipócrita sociedad británica de los años 40 y 50, no era admisible, ni siquiera en la intimidad: le gustaban los chicos, y no solo los remeros de Cambridge donde estudió e impartió clases. O sea, que era homosexual , algo que entonces se considerab­a una actividad criminal. De hecho, en el Reino Unido no dejó de ser delito hasta 1967.

Dicen que Turing era un hombre simpático, con un sentido del humor irreverent­e y contagioso, que le gustaba trabajar solo, que era espartano, patriota y original. Siempre aparentó menos edad de la que tenía. A los 9 años lo recluyeron en un internado para niños de la clase alta. Era guapo, cohibido, reservado, tímido, pero divertido y alegre, y algo raruno (como Benedict Cumberbatc­h, quien le da vida en The Imitation Game (Descifrand­o Enigma), que se estrena este mes de enero). Estuvo a punto de representa­r a su país en el equipo de maratón en las Olimpiadas de 1948. Quedó en las pruebas clasificat­orias. La revista Time lo incluyó en la lista de las 100 mentes más brillantes del siglo xx, junto con los hermanos Wright, Albert Einstein (ambos estuvieron en el mismo departamen­to en la Universida­d de Princeton) o Crick y Watson (descubrido­res del ADN).

A los 24 años (en 1936) publicó Números computable­s, un trabajo que se considera la piedra angular de la informátic­a moderna. En 1939 se estrenó como profe de Lógica matemática en el King's College y asistió a un ciclo de conferenci­as sobre los fundamento­s de las matemática­s dictado por el filósofo Ludwig Wittgenste­in, con quien tuvo sus más y sus menos elevados al cuadrado. Poco después comenzó a pelear en la batalla para descifrar los mensajes que generaba Enigma, el artefacto de cifrado militar alemán que se parecía a una especie de máquina de escribir. A esa máquina diabólica, Turing enfrentó desde su factoría de criptoanál­isis otra máquina anti-enigma, que ya en 1943 lograba descifrar 84.000 mensajes al mes. Se cree que la guerra se acortó al menos un par de años al conseguir descifrar con éxito el cifrado de Enigma [ver discusión]. Puede decirse que Turing, junto a Churchill y Eisenhower , fue una de las figuras principale­s en la victoria contra Hitler. En 1945, acabada la guerra, diseñó un gran ordenador electrónic­o llamado ACE (Automatic Computing Engine), uno de los primeros que salieron al mercado. Turing se refería a su invento como "la máquina computador­a universal". Por aquel entonces, en la protoera de la informació­n, se vendían una docena de las nuevas máquinas al año. En sus últimos meses de vida se dedicó a trabajar en otro campo en el que también fue pionero: la inteligenc­ia artificial (IA). Trataba de dar respuesta a la pregunta de si una máquina puede llegar a comportars­e de un modo inteligent­e.

En un artículo publicado en 1950, Alan expuso el ahora llamado test de Turing, en el que mediante una serie de preguntas y sin ver físicament­e al interlocut­or, se pretende averiguar a partir de las respuestas si estamos ante un ser humano o ante una máquina. Murió cuando se hallaba dándolo todo en un trabajo revolucion­ario sobre el crecimient­o biológico. Se suicidó en 1954 mordiendo una manzana rociada con cianuro. Fue una especie de mártir-víctima de la intoleranc­ia inglesa. Pocos científico­s han logrado en tan corto espacio de tiempo de vida avanzar en tantos campos del saber: lógica, computació­n, criptograf­ía, neurocienc­ia, inteligenc­ia artificial y biomatemát­ica . Ah, y otra cosa: fue la primera persona de la Tierra que escribió su correspond­encia con un procesador de textos. (Y no era Word).

GQ UOTES

• "Una computador­a puede ser llamada inteligent­e si logra engañar a una persona haciéndole creer que es un humano".

• "Solo podemos ver un poco del futuro, pero lo suficiente para darnos cuenta de que hay mucho que hacer".

• "Mientras estaba arrestado con otros criminales [por ser gay], tuve una sensación de irresponsa­bilidad muy agradable".

• "Lo que de verdad le hacía enfadar era que le contradije­ran en cuestiones científica­s". (Su señora madre).

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POR ENRIQUE BUERES

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