GQ (Spain)

PEDRO SÁNCHEZ PSOE

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SU ESTILO "Se inspira en el look de los demócratas americanos, pero le falla algo. Para los días de semana, debería usar chaquetas más ajustadas, porque es muy alto. En su faceta más casual, le falta variedad. Unos chinos de corte menos convencion­al no le irían mal. Y tiene que cambiar la mochila por otro tipo de accesorio".

SUS REDES SOCIALES "En defensa de Pdro ;-). Ya era tuitero antes de ser el secretario general (@sanchezcas­tejon). Es víctima del efecto Pablemos y los podemiers, que le han creado complejo de blando. Al menos, se muestra más humano que Rajoy, aunque no logre llamar la atención. Twitter refleja el difícil momento que atraviesa su partido entre los jóvenes".

LA IMAGEN DE SU PARTIDO "Desde el punto de vista gráfico resulta la expresión visual más potente, por la historia, tradición y simbolismo que refleja y proyecta. Submarcas como Socialista­s, donde rescatan la rosa y trabajan las minúsculas, suponen un ejercicio inteligent­e por construir una identidad reconocibl­e como la matriz".

SUS POSIBILIDA­DES "Las encuestas le dan un 18,7% –0,7% más que a Ciudadanos– pero las luchas internas de su partido no ayudan. Aun así, el 52,8% de los que votaron al PSOE en 2011 lo aprueban. Su actuación con Tomás Gómez le puede dar puntos".

SUS ALIADOS "Las camisas blancas combinan con todo: puede montar el Partido del Orden con el PP, el Frente Popular con Podemos, o la coalición de los yernos perfectos con Rivera. Sería un pacto bendecido por Divinity".

[El precio del poder]

Wyoming Barneda

J. Cintora

Inda

Évole

contaba yo con tan solo 16 años y una maleta llena de sueños. Espera, comienzo de nuevo: era sábado noche en mi pueblo de adopción –uno zaragozano–, así que yo era medio forastero allí. La jornada estival la habíamos comenzado unos cuantos a las seis de la tarde bebiendo licor de fresa (u otra cosa igual de barata) en una placita alejada del centro. Después incurrimos en La Zona, que era la muy marketinia­na manera de denominar en los 90 a una calle concreta –y ahora extinta– donde había más bares de lo habitual. Y aun desarrollá­ndose todo según lo provisto, aquella velada de agosto algo tuvo de distinto con respecto a las demás.

A las tres de la madrugada mis pies me dolían de tanto swing como había practicado y me encontraba en la calle fumando un cigarro, apostado en un Seat Panda, cuando, de repente, apareció un bakalaero de apariencia amistosa que me saludó con cierto donaire: "¿Qué tal, madrileño?", dijo. "Muy bien. Bonita camiseta", le respondí amable al tiempo que señalaba su camiseta hologramát­ica de bakalaero. Recuerdo vívidament­e su fulgor evanescent­e y las ráfagas estelares que generaba según se movía mi contertuli­o. No miento si digo que era una camiseta ciertament­e llamativa. "¿Sabrías decirme dónde la compraste?", pregunté curioso, más por conversar que por otra cosa. "No te preocupes porque, como soy de Madrid, será difícil que nos vean llevándola a la vez". Él rio nasalmente por toda respuesta y volvió a meterse en el bar.

Acto seguido entré yo también a los excusados del mismo local y volvimos a toparnos. Habían pasado menos de dos minutos entre la última conversaci­ón –con mi última pregunta aun suspendida en el aire– y aquel nuevo encuentro. "Vaya, estás en todos lados, madrileño", reparó divertido antes de subirse la bragueta y marchar silbando. Cuando hube tomado yo la calle de nuevo instantes después, uno de mis amigos me alertó bastante pálido de que el paisano quería matarme por no sé qué inventada afrenta. "Corre a casa, que te quiere matar", fueron sus palabras exactas.

Así que corrí y corrí, corrí sin razón justificad­a y corrí por mi vida con la barbilla muy alta como Forrest Gump. Tan alta la llevaba que al llegar al portal de casa choqué contra la puerta de cristal. Y ahí acabó todo. Yo en el sobre y los matones, con un palmo de narices. Horas después, cuando pedí crónica de aquello, uno de los espectador­es me relató que Juanillo, el gallo del pueblo, había salido al quite. Cortó el paso a los bakalaeros secundado por su troupe y les dijo: "¿Qué pasa?, yo también soy de Madrid. [Debió de nacer allí circunstan­cialmente o se lo inventó; tanto daba, lo importante fue la convicción con que habló]. ¿También vais a pegarme a mí?".

Llevo años contando esta historia de mierda, y cuando alguien la oía es porque iba a morir. No había pensado mucho en lo que significab­a, simplement­e creía que era un rollo que le soltaba a algún hijo de puta antes de matarle de aburrimien­to, pero rememoránd­ola para GQ he visto algo que me ha hecho pensarlo dos veces.

Ahora se me ocurre que tal vez signifique que aquel bakalaero era el hombre malo, y yo soy el hombre recto, y que Juanillo, el Gallo, es el pastor que protege mi recto culo en el valle de la oscuridad. O será tal vez que aquel bakalaero es el hombre recto, y yo soy el gallo, y que este mundo es injusto y egoísta. Me gustaría eso, pero ese rollo no es la verdad. La verdad es que aquel bakalaero es el débil y yo soy la tiranía de los hombres malos. Pero me esfuerzo, lector, me esfuerzo con toda intensidad por ser el gallo.

ALBERTO MORENO

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