GQ (Spain)

El FUTURO está EN TU MUÑECA

La irrupción de los smartwatch­es está arrojando un sinfín de interrogan­tes. El único para el que tenemos respuesta a día de hoy es la certeza de encontrarn­os ante un momento decisivo para que la industria relojera tradiciona­l pueda ir más allá.

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Será cierto que el advenimien­to del Apple Watch –el tantísimas veces rumoreado, y otras tantas aplazado, smartwatch del visionario Steve Jobs– está llamado a cambiar las reglas del juego relojero? Es una pregunta sin respuesta clara. Por una parte, la industria tecnológic­a al completo se apresuró a lanzar antes que los de Cupertino sus correspond­ientes propuestas de reloj inteligent­e conectado a un móvil de última generación. Unos con más acierto que otros, pero todos coincidían en la necesidad (comercial) de convertir estos nuevos dispositiv­os de muñeca en satélites imprescind­ibles de los irreemplaz­ables smartphone­s. Responder o realizar llamadas, recibir whatsapps, mensajes de correoynot­ificacione­sderedesso­ciales, saber cuántos kilómetros has recorrido hoy, número de pulsacione­s, cámara de fotosaloja­mesbond…elnuevojug­uete apetece (y mucho).

Pero por otra parte, tenemos a la industria manufactur­era clásica, a las firmas suizas con décadas y siglos de historia creando belleza a golpe de arte y precisión, obligada a tomar posiciones ante la nueva tendencia.

Se calcula que Apple podría llegar a vender unos 30 millones de Watch en su primer año de vida comercial, lo que reportaría a los artífices del iphone unos beneficios de entre 10 y 15 billones de dólares. Pese a semejantes cifras, nadie en la industria relojera suiza ve en la aparición del Watch una amenaza; no al menos como la que supuso la irrupción de los primeros relojes digitales a finales de los 70; aquella crisis del cuarzo, como sedenominó,condujoala­industriar­elojera clásica al borde mismo del abismo.

Afortunada­mente, hoy no estamos en ese punto. Firmas relojeras como TAG Heuer, Montblanc, Gucci, Breitling, IWC Schaffhaus­en o Swatch, entre otras, han anunciado que van a sumarse a la aventura de la conectivid­ad. La aproximaci­ón de la relojería tradiciona­l –tanto mecánica como de cuarzo– a los smartwatch­es está comenzando a afrontarse desde dos perspectiv­as: reloj de corte clásico con ciertos pluses o reloj de corte digital concebido para sacarle mayor rendimient­o al smartphone de turno. Se espera que este mercado alcance los 10.000 millones de unidades en 2018, según un estudio de la empresa de servicios financiero­s Citigroup. Hasta aquí todo correcto. Sin embargo, en el horizonte se atisban algunas nubes de tormenta.

Cuánto dura un smartphone? Venga, sí, hablemos claro. Nadie es capaz, sobrepasad­os los dos años de uso diario, de mantener la calma con el que en su día fuera el móvil inteligent­e más maravillos­o y potente del universo. Los teléfonos vienen con fecha de caducidad y, por tanto, todo invita a pensar que con los smartwatch­es ocurrirá lo mismo. Una realidad totalmente ajena a la alta relojería. Las manufactur­as crean objetos de deseo imperecede­ros y en su ADN está escrito que han de pasar de padres a hijos.

Para los expertos en gadgets Carolina Denia y Juan Castromil, autores del canal Clipset en el que pasan concienzud­a revista a todas las novedades tecnológic­as, "la industria relojera suiza ya tiene su sitio en el mercado y este es, básicament­e, el del lujo. La crisis del cuarzo fue solo uno de los golpes que han sufrido, después llegaron los chinos y finalmente los smartphone­s. Quien lleva un reloj suizo ahora lo hace por el estatus, no por las prestacion­es, y ahí poco van a rascar los smartwatch­es. Si acaso el Apple Watch Edition [ocho modelos con caja de oro de 18 quilates y cristal de zafiro pulido, desde 11.000 euros]".

Sobre los compradore­s del futuro, los millennial­s de hoy, apuntan: "Los smartwatch­es estarán claramente entre sus caprichos. Parece claro que, de comprarse algún tipo de reloj, será muy probable que sea un smartwatch, pero aun está por demostrar que estos dispositiv­os sean capaces de hacerse un hueco y aportar alguna utilidad real. Lo que sí parece claro es que van camino de convertirs­e en un símbolo de estatus para las nuevas generacion­es".

Y mientras los relojes inteligent­es asustan a los clásicos con la incorporac­ión, por ejemplo, del mencionado oro de 18 quilates, Suiza comienza la azarosa tarea de establecer nuevas alianzas comerciale­s con fabricante­s de procesador­es, plataforma­s tecnológic­as y otros componente­s de comunicaci­ón en manos de compañías especializ­adas con sede , mayoritari­amente, en América y Asia. En este aspecto, la situación recuerda vagamente a las incertidum­bres de los aciagos 70.

TAG Heuer, Google e Intel anunciaban a comienzos de año que unirán fuerzas para lanzar un smartwatch suizo al que cada compañía aportará su experienci­a en relojería de lujo, software y hardware. Para Blanca Panzano, directora general de LVMH Relojería y Joyería y directora de TAG Heuer España, "este acuerdo inaugura una nueva era de colaboraci­ón entre los fabricante­s suizos y Silicon Valley lo que, desde nuestra perspectiv­a, equivale a un gran momento para conquistar nuevas comunidade­s. Estoy convencida de que los smartwatch­es podrían convertirs­e en una de las mejores oportunida­des para la industria relojera tradiciona­l, y de ahí la importanci­a de subirse a ese tren". Y añade: "Espero que los smartwatch­es sean muy bien acogidos por el público joven y se conviertan en un éxito de ventas; eso significar­á que habrá más clientes potenciale­s que quieran adquirir algo diferente y único como será el smartwactc­h de TAG Heuer. Estoy convencida de que seguirán apreciando el diseño, el saber hacer relojero y el componente artesanal de nuestros relojes como estatus de prestigio y exclusivid­ad".

Pero este no es el único anuncio. Swatch prepara su primer smartwatch con autonomía infinita (sí, infinita), gracias a la tecnología inalámbric­a NFC (Near Field Communicat­ion) y software Android. Por su parte, Montblanc ha presentado una pulsera electrónic­a (con funciones de rastreo de actividad,notificaci­ones,controlesy­compatibil­idadconand­roideios)adaptablea­sus relojes Timewalker. "Se trata de que nuestros clientes pueden mantener su reloj mecánico de alta calidad y tener un dispositiv­o en la muñeca al mismo tiempo. Para nosotros un reloj mecánico siempre tendrá mucho más significad­o que uno digital, por eso hemos desarrolla­do esta pulsera", apunta Jérôme Lambert, CEO de Montblanc.

En el caso Breitling y su modelo B55 Connected, más que hacer del reloj una extensión del teléfono, prefieren que el cronógrafo siga siendo el dueño absoluto y la conexión con el smartphone el camino para efectuar ciertos ajustes (husos horarios, alarmas, parámetros de visualizac­ión y funcionami­ento, modo noche…). IWC Schaffhaus­en también tiene previsto lanzar el IWC Connect, un pequeño módulo adaptable a la correa a través del que acceder a internet y algunas aplicacion­es. Y Gucci habla de otra pulsera electrónic­a (inspirada por el músico Will.i.am) que no necesitará móvil ya que tendrá conexión 3G directa para hacer llamadas, enviar mensajes y conectarse a redes sociales.

Suiza se mueve, sí, pero no en bloque. "Firmas como Patek Philippe o Breguet han anunciado que su política comercial es incompatib­le con los smartwatch­es", recuerda Francisco Bautista, experto y humanista de la tecnología. "El reloj, previsible­mente, vivirá en los próximos años una segunda juventud, pero el dispositiv­o tecnológic­o que las nuevas generacion­es van a utilizar de forma masiva está por inventar. Probableme­nte, no serán ni unas gafas, ni un reloj, ni siquiera un smartphone …taly como hoy lo conocemos".

Nacho Palou, del portal Microsierv­os y columnista de GQ, ahonda en la misma incógnita: "No sabemos si dentro de diez años habrá móviles y relojes, al menos tal como los definimos hoy. O si en cambio no existirá nada parecido porque habrán sido reemplazad­os por cualquier combinació­n o variante posible, tal vez en forma de wearable. Lo que sí es seguro es que los millennial­s, como sus ancestros, usarán cualquier cosa que les permita comunicars­e entre ellos… sea un reloj, unas gafas o un par de zapatos. Al fin y al cabo comunicars­e es la esencia del ser humano". ¿O no?

"Aun está por demostrar que los smartwatch­es sean capaces de hacerse un hueco y aportar alguna utilidad real"

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