GQ (Spain)

NO ES FÁCIL

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destacar en Los Ángeles entre tanta silicona y tanto pelucón confeccion­ado a base de extensione­s. Para el ojo neó to, la ciudad de Los vigilantes de la playa es una masa homogénea de pibones que conducen vehículos enormes con el maletero cargado de sueños cumplidos. Sin embargo, el angelino bregado en bellezas de bótox e ilusiones frustradas, reconoce al instante el carisma y el atractivo natural. Por eso no nos sorprenden las nubes de curiosos que nos rodean cada vez que nos detenemos en una localizaci­ón para inmortaliz­ar la sensualida­d de Erin Heatherton, el ángel para el que Dios reservó las mejores pecas del paraíso. "Las pecas lo son todo", nos explica. "Me encantan las mías y también amo al resto de almas pecosas". Maldita sea, ¿alguien sabe si se pueden tatuar esas cosas? Seguro que lo primero que te viene a la cabeza cuando escuchas el nombre de Erin Heatherton es que fue novia de Leonardo Dicaprio (¿y quién no?). O que des ló para Victoria's Secret durante tres años consecutiv­os. Incluso es posible que estos Reyes te regalases el número de enero de Sports Illustrate­d, para ver cómo llenaba sus páginas interiores con todos sus encantos muy bien colocados bajo un nanobiquin­i.

Pero hay un montón de cosas que desconoces de esta rubia de 26 años natural de Skokie, Illinois. "Creéis que lo sabéis todo sobre mí, pero me encanta dejaros a cuadros", advierte. Como si quieres dejarnos a grecas, nosotros estamos entregados. Comenzamos a repasar su currículo por el principio. Nos cuenta que la primera vez que cogió un avión fue para visitar la Universida­d de Miami, pero nunca llegó a matricular­se porque, antes de poner un pie en el campus, un booker le ofreció un contrato para ser modelo. Su siguiente vuelo fue a Nueva York, y a los dos días de llegar ya tenía agencia y trabajo. La prenda tenía entonces 17 primaveras. "Hace nueve años ni se me habría pasado por la cabeza que iba a llegar tan alto", nos con esa. Lejos de sufrir esa soledad de la que hablan las que alcanzan la cumbre, en este tiempo Erin se lo ha pasado bien. Muy bien. Pirata, vaya. Nos cuenta que Ibiza es uno de sus destinos favoritos (y no solo por sus playas), que le encanta la música de Aeroplane y Plastic Plates (lo que comúnmente se denomina "housete del bueno") y le frustra que todavía no se haya inventado la barbacoa playera combinada con pool party. "¿Por qué tengo que elegir?", protesta. Estamos trabajando en ello, Erin, espera a que salgamos de nuestro embeleso.

Pero ahora, superado el ecuador de la veintena y emparejada con el músico y productor australian­o Felix Bloxsom, sus objetivos están puestos en las antípodas de España (corazón roto tras escuchar la noticia: Erin sigue hablando mientras enjugamos nuestras lágrimas en uno de los bañadores que hemos usado para las fotos), donde quiere presentar un programa de deportes. "Creo que he practicado todos los deportes que existen. Gracias a eso soy una buena jugadora de equipo y diría que es parte de mi éxito como modelo", asegura. Y también nos recomienda que la sigamos en las redes sociales, porque este año tiene mucho que anunciar. Esperemos que las lágrimas que nos provoca su marcha al otro lado del planeta nos permita, al menos, disfrutar de su Instagram.

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