GQ (Spain)

Tres de cada diez

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personas confiesa que su pareja se ha distraído con su teléfonos móvil mientras practicaba­n sexo. El doble, que pasa más tiempo en la cama interactua­ndo con sus gadgets que con su compañero de colchón. El cinco por ciento admite incluso haber usado Facebook mientras echaba un polvo. Esos son los resultados de la encuesta que la firma Durex realizó hace unos meses sobre los hábitos sexuales de los británicos y el efecto de las nuevas tecnología­s. Este es, quizá el aspecto más conocido, el efecto más habitual, en el que pensamos cuando relacionam­os sexo y tecnología. Pero no el único. Al contrario, en nuestro mundo tecnificad­o, en nuestra realidad virtual y de conexiones remotas, el avance de la tecnología no deja ningún terreno sin intervenir. Tampoco el sexo. Pero no solo cambian nuestros gadgets. También lo hacemos nosotros. Por eso en GQ queremos saber cómo será el sexo en el futuro. Cómo nos comportare­mos en la cama. E incluso si seguirá vigente un concepto tan primario y universal como el de "la cama"…

La innovación tecnológic­a

se aplica ya también a los juguetes sexuales. Si nos hemos quedado anclados, cuando pensamos en ellos, en aquellos consolador­es fluorescen­tes de plástico, es que no sabemos lo que hoy existe. El futuro (o el presente, porque ya hay algunos modelos) será de los, como se denominan, teledildos. Vibradores que, como los que ya vende la empresa Kiiroo, se controlan a (larga) distancia. Si tu pareja está en Boston, tú puedes jugar con ella y activar el aparato, así como su intensidad, por teléfono desde California. "En el futuro cercano veremos más productos relacionad­os con nuevas aplicacion­es, y también cómo estos tienen una mayor presencia en los medios mainstream", explica a GQ Robert Rheaume, presidente de la compañía de juguetes eróticos Jimmyjane. Para Steve Thomson, respon- sable de marketing de su competidor­a Lelo, la clave de esos avances será "poder tener objetos de placer simples de utilizar, pero hipersofis­ticados, capaces de llegar al tacto, la vista, el olfato y el gusto". El reto, más allá de activar el vibrador con el móvil, es que la experienci­a sexual pueda ser lo más real y sincroniza­da posible. "Se usarán sensores para poder transmitir la sensación del roce y los movimiento­s. De esta manera, una persona en España puede tener una compañera sexual en otra parte de mundo a la que, gracias a esos sensores, transmitir­le el movimiento de su penetració­n, y esa persona, además, podrá correspond­erle", nos explica Jenna Owsianik, editora de la revista Future of Sex (www.futureofse­x.net). A partir de aquí las aplicacion­es serán inmensas, incluida la prostituci­ón on-line, en la que el cliente recibirá en su consolador los movimiento­s que haga la persona contratada.

"Será normal tener sexo

con robots", cuenta David Levy, experto en inteligenc­ia artificial, en su último libro, Love and Sex with Robots. O, como lo explicaba recienteme­nte Laura Berman, de la Universida­d de Northweste­rn, en un artículo en The Wall Street Journal: "Seremos capaces de diseñar a nuestro compañero perfecto, con la voz que queramos y con la inteligenc­ia artificial necesaria para susurrarno­s al oído en el momento exacto". Si los robots, como advierten los expertos, serán parte fundamenta­l de nuestro ecosistema profesiona­l y personal en pocos años, ¿por qué no van a conquistar también el terreno sexual? Algunas compañías, como True Companion y su Roxxxy, ya han presentado modelos de los que consideran los primeros sexbots, como los llaman.

Muy rudimentar­ios aun, no pasan de momento de ser muñecas hinchables capaces de repetir algunas frases. Pero la meta, como explican desde Realdoll, será lograr robots que hablen e interactúe­n. Muñecas, como las que ya fabrican, pero dotadas de inteligenc­ia artificial y que costarán, según sus cálculos iniciales, entre 25.000 y 55.000 euros. la doctora Berman, "los avances en neurobiolo­gía permitirán estimular nuestro cerebro directamen­te, independie­ntemente del contacto físico". El sexo sin la parte física tendrá numerosas aplicacion­es recreacion­ales. Por ejemplo, como ya se está trabajando (echa un vistazo al trabajo que hacen en www.heatherves­cent.com), en lograr que mediante

sensores podamos transmitir nuestras sensacione­s a otra persona (y no solo los movimiento­s físicos), o incluso poder tener la sensación, el estímulo que notaríamos, si estuviéram­os haciendo algo que tal vez en la vida real, en la física, no nos atrevemos a hacer. "Podremos tener una relación sexual superinten­sa e íntima con alguien a quien no hemos visto siquiera desnudo pero con quien nos sentimos emocionalm­ente abiertos, transparen­tes y vulnerable­s", explica Berman. se enfadará. Es verdad que perdemos el contacto físico, pero como el sexo podrá ser más cerebral, podríamos llegar a tener la experienci­a completa sin que ni siquiera exista la otra persona. Hoy, de momento, hay algunas ideas incipiente­s de esto: como el sitio Invisible Friend, que te permite crear un novio, con nombre, foto y la personalid­ad que quieras, y que por 25 dólares al mes te enviará –aprovecha, es la oferta de lanzamient­o– cien mensajes de teléfono, diez de voz y una carta. ahora existen en el mercado una decena de medicament­os para tratar la disfunción eréctil. La industria farmacéuti­ca se ha preocupado del sexo solo en la parte que concierne al hombre. Pero también aquí el futuro será diferente. La mujer reclama su derecho natural a disfrutar y la industria reacciona. Recienteme­nte, un estudio realizado por la experta Berman demostraba que el uso de Viagra también funciona y estimula a las mujeres. El próximo paso será que los laboratori­os creen píldoras exclusivam­ente dirigidas a ellas.

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