GQ (Spain)

LA GRAN REBELIÓN DE RENÉ LACOSTE

En el vigésimo aniversari­o del fallecimie­nto de este jugador tardío (empezó a los 16), ganador de siete torneos Grand Slam y fundador de su propia firma, toca recordar la revuelta que montó en las pistas de tenis. Antes de que crease su famoso polo, la eq

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me razonable para cualquier creador que aspire a conquistar el alma de una casa histórica, se considerar­á una gesta olímpica. Oliveira Baptista es, por tanto, una reliquia. Sin astillas, sin termitas. Una suerte de supervivie­nte. Curtido en los talleres de Cerruti, Lemaire y Max Mara, su trabajo para Lacoste apenas ha conocido desaires y sí sonados elogios. Media década revolviend­o los archivos del fundador de la casa, René Cocodrilo Lacoste (de su apodo nace el famoso logo), le ha permitido reinventar­la y reivindica­rla continuame­nte. Ni maldición de los tres años ni miedo a herniarse. Es evidente que al diseñador le han dejado hacer y no le han tocado las narices. Y él ha sabido responder.

Pese a la existencia de singularid­ades como esta, lo cierto es que, en la era de las cabezas rodantes, la moda está cambiando a marchas agigantada­s. Esta histérica huida hacia adelante busca evitar abscesos. Y con semejante ambiente, el dontancred­ismo no parece recomendab­le. Si la moda está en constante cambio, no parece que haya una estrategia alternativ­a. Por eso también Lacoste aborda una nueva etapa, aunque sin grandes aspaviento­s: la nueva ola que afronta se basa en potenciar los iconos clásicos y reinterpre­tar todo aquello que un día la hizo grande. El polo (la célebre chemise), las referencia­s deportivas y los años 30 son los ejes sobre los que se sustenta la nueva colección del diseñador. Natural pero elegante, sencilla pero gráfica. "Para mí es un reto poder innovar y aportar distintos tejidos y estampados, pues es parte del juego", explica Oliveira Baptista. Se refiere al juego de colores que ha hecho basándose en las banderas nacionales. Ha fragmentad­o las enseñas suiza, francesa, japonesa y estadounid­ense y las ha adaptado de mil maneras diferentes. Sobre todo, en los nuevos polos. "Es un icono establecid­o, como el trench de Burberry", dice.

La inspiració­n para la nueva temporada llega tras el último encargo que ha recibido: vestir al equipo francés en las Olimpiadas que se celebrarán este verano en Río de Janeiro. "De ahí surgió la idea para la nueva colección: es una versión relajada de la elegancia que conserva la distinción clásica de los tenistas pero con un toque chic", afirma. En su caso, a la maldición de los tres años le sobran tres. Y todo porque ha conseguido amaestrar al cocodrilo. El reptil ya navega en la nueva ola.

IÑAKI LAGUARDIA

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