Has sido muy buena conmigo
Tres películas recurrentes para atemperar un estado de ánimo previo a la constitución de Gobierno, si a estas alturas no hay todavía o está España a la deriva en la balsa de piedra de Saramago, José:
Los primeros 15 minutos de La gran belleza son casi de tratamiento psiquiátrico contra la amenaza de depresión: es imposible no verlos y salir indemne. Recupera uno el vigor extraño que lleva a querer ganar dinero al punto de comprarse una terraza con vistas al Coliseo. Acaba de pasar por mi casa un amigo que se va a vivir a Roma cobrando menos dinero porque quiere hacerse el Gambardella, sin saber que Gambardella no cobra mucho o poco, sino que deambula entre los restos de una supuesta fortuna y aúlla entre mujeres jóvenes con las que se acuesta con desgana, si se acuesta. Esa vida no conviene a mi amigo, pero a la juventud no hay quien la entienda: en su iphone solo suena, cuando se pone los auriculares, "mueve la colita, mamita rica, mueve la colita". Yo hago por comprenderlo, pero prefiero ponerme los 15 minutos en casa y no el resto de la vida en una apuesta que solo puede salir mal, de ahí también su particular encanto.
American Beauty, claro. Suelo decir que me cuesta mucho colocarme del lado de Lester y su desequilibrada pero tan comprensible pasión: quiere follarse a la amiga de su hija, claro que sí, y está a punto de chuparle sus lindas tetas en el sofá de casa. No me cuesta defender la frivolidad de esa rubita cuya única ambición es no ser vulgar, esa animadora de instituto que desprecia a "los raros" y que presume de follar más que nadie, aun siendo virgen, que es como se presume de follar. Es la gente imperfecta que nos da la vida, tan lejos de los convencionalismos que acaban fundando uno propio. Lester en la ducha, el momento más feliz de mundo. Lester en la masturbación como Kingsley Amis en el alcohol, cuando lamentaba la vida de los abstemios: cuando se despiertan saben que el día siempre va a ir a peor.
Lashoras, la película de Stephen Daldry, y su particular momento milagroso. Son los últimos minutos del personaje de Ed Harris, Richard, un enfermo de sida
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