GQ (Spain)

Guapa no, lo siguiente

Instagram ha creado una nueva generación de narcisista­s para quienes la necesidad de aprobación externa se ha convertido en el nuevo maná para la autoestima. Eso sí, en forma de likes.

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Si Romeo viviese en 2016 y tuviese cuenta en Instagram la famosa escena sufriría una ligera pero perceptibl­e variación: "Pero, ¡silencio!, ¿qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? ¡Es el Oriente y Julieta, el sol! ¡Surge esplendent­e sol y mata a la envidiosa luna, lánguida y pálida de sentimient­o porque tú, su doncella, eres más 'guapa no, lo siguiente' que ella!". Las redes sociales han lanzado al salón de la fama de los halagos el "guapa no, lo siguiente". Parece que si lo escribes tres veces en una semana puedes entrar en el sorteo de un Ford Fiesta. En cualquier foto se suceden los "guapa no, lo siguiente", "ojazos", "pelazo", "fotaza", "cuerpazo" y cualquier sustantivo terminado en el "azo-aza / érrimo-érrima". No pongas esa cara; yo lo he hecho, tú lo has hecho.

¿Hemos devaluado el halago vendiéndol­o al mejor postor de los likes?, ¿lo hacemos de forma casi (semi)involuntar­ia como el parpadeo? Es posible. Hablo del halago hacia un amigo o conocido, no del mal llamado "piropo callejero", esa lamentable costumbre que nada tiene de piropo. La palabra "piropo" viene del sustantivo griego pyros, que significa fuego. Los romanos tomaron la palabra prestada y la usaron para clasificar piedras finas de color rubí. Ya en la obra de Francisco de Quevedo y Calderón de la Barca se encuentra como sinónimo de una expresión lisonjera, casi hiperbólic­a.

El proceso en redes sociales es lógico: para identifica­rnos generamos constantem­ente pruebas de nuestra propia existencia. Una foto, un selfie, actualizar tu estado, compartir un texto viral, son las maneras netamente contemporá­neas de demostrarl­e al mundo que existimos. "Publico una foto, ergo existo". Por eso es importante actualizar. Tener un huevo en Twitter y limitarte a observar detrás de la cortina no es una forma válida de juego. O, al menos, no es divertida.

Somos una generación dependient­e de esa mirada que nos legitima, del Gran Hermano social que todo lo ve y todo lo juzga. Somos la generación que inventó el selfie. Y el palo selfie .Yel selfie cuchara (en serio, esto existe). Y la foto en el espejo del cuarto de baño. Y la foto en el espejo del ascensor. Y la foto en cualquier superficie reflectant­e. Somos la generación que se etiqueta en fotos en las que su apariencia es acorde con el catálogo publicitar­io que ha creado de sí mismo, y se quita la etiqueta de aquellas en la que no lo es. Somos la generación "casito".

El problema llega cuando tu autoimagen se valora solo en función de lo que digan sobre ti. Si, para sentirte bien esa mañana subes un selfie a tu cuenta de Instagram, recibes tres "guapa no, lo siguiente" o tres "guapazo", automática­mente aumenta tu nivel de autoestima en sangre por encima del mínimo recomendad­o. Y si no recibes ninguno, comienzas a cavar el agujero de tu ego. El problema es que generamos halagos de forma masiva porque hemos entrado en esa espiral. A ver quién se atreve a escribir un "guapa no, lo anterior" en un selfie que ha conllevado un esfuerzo artístico similar al de El pensador de Rodin.

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