GQ (Spain)

Hola, me llamo homo sapiens y soy adicto a la tecnología

¿No puedes viajar a un sitio sin contar en Twitter dónde estás? ¿Te resulta imposible no subir a Instagram una foto del foie gras confitado que te vas a comer? ¿Te llevas el móvil al inodoro? Cuidado, homo sapiens, las redes sociales pueden llegar a ser m

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Basta subirse en el metro o en el autobús para percatarse de ello: de las diez personas que te rodean, ocho están mirando la pantalla de su móvil. Consultand­o el correo electrónic­o, enviando un whatsapp, jugando, leyendo las noticias… Las posibilida­des que los smartphone­s nos ofrecen son casi infinitas; en ningún momento de la historia hemos tenido una relación tan íntima con un aparatito… ¡Si hasta nos lo llevamos al baño y luego a la cama!

Nadie duda de la utilidad y de los beneficios de la tecnología, el problema aparece cuando empiezas a agobiarte si no la tienes al alcance de las yemas de los dedos. O cuando estás tan enganchado a ella que dejas de lado otros aspectos de tu vida. ¿Existe realmente una adicción a las redes sociales? ¿Se puede catalogar como tal o es un síntoma de otros males más profundos? ¿Cuál es el uso normal de estas herramient­as y cuándo puede ser considerad­o un problema?

El fenómeno es relativame­nte nuevo, así que la adicción a las redes sociales no aparece como trastorno en el DSM (el Diagnostic and Statistica­l Manual of Mental Disorders, la biblia en lo que a trastornos mentales se refiere), aunque en algunos países, como Reino Unido, ya lo consideran algo oficial. Según Reuters, una clínica dice haber tratado a un centenar de pacientes con este problema y en el Tavistock Institute of Human Relations de Londres afirman que Facebook y Twitter pueden ser más adictivos que el tabaco y el alcohol.

Según estos expertos, los likes y retweets generan dopamina, lo que a la larga puede generar adicción (y mal rollo, si ves que absolutame­nte nadie le dio al "me gusta" de tu última foto en esa playa paradisíac­a). Incluso han surgido términos sobre el miedo a salir de casa sin el móvil, como nomofobia (acrónimo de no mobile phone phobia). El término surgió en una encuesta realizada por el servicio postal del Reino Unido en la que se concluía que el 53 % de los usuarios ingleses de móviles sufría este problema.

El fenómeno es global y sobre todo, se da en entornos urbanitas: si nos vamos al otro lado del planeta, en China, cuyas terapias no son conocidas por ser especialme­nte laxas, existe el centro Daxing Boot Camp, a las afueras de Pekín, donde las familias desesperad­as envían a los jóvenes enganchado­s a la

red. Allí, bajo una rígida

disciplina militar, se les priva de todo aparato electrónic­o para que, entre otras cosas, aprendan a socializar de nuevo entre ellos. Unas 6.000 personas han pasado por el centro desde que se fundó, en 2006.

COMBATIR EL PROBLEMA

Sin ponernos tan estrictos como los asiáticos y mientras que la comunidad científica no se pone de acuerdo sobre si puede ser catalogado como adicción o no, lo cierto es que nuestras ciudades están llenas de zombies andantes más pendientes de su teléfono que del paso de peatones o de las farolas; o de comensales en restaurant­es que los ya no se hablan, sino que interaccio­nan con otros seres, imaginamos, a través de la pantalla. El servicio de mensajería Whatsapp genera disputas entre amigos, y no digamos rupturas de pareja, aparte de permitir el acoso y la vigilancia con el doble check azul.

Daniel Rama, psicólogo en la consulta del doctor Carlos Chiclana en Madrid, es de los que defiende que no es una adicción, si nos ceñimos a la definición estricta del término: "Hemos tenido unos 6/8 casos en los últimos dos años, sobre todo adolescent­es y jóvenes adultos de hasta 25 años", comenta. Según el médico, se da tanto entre hombres como en mujeres, pero a mayor edad, menor es el enganche: "Sí comparten otros síntomas con otras adicciones, como la de dependenci­a, en este caso de la pantalla, y la tolerancia. Cada vez necesitan más, pero tengo dudas de que se pueda catalogar como adicción", comenta Rama. ¿Las redes que más adicción generan en su opinión? Facebook, Instagram y Snapchat.

¿Qué manifiesta­n las personas enganchada­s a las redes? Falta de atención, no son capaces de desconecta­r de la herramient­a; en definitiva, hacen un uso anormal en términos de intensidad y de frecuencia. Para el médico madrileño, esto suele ser síntoma de otros problemas más profundos, como problemas familiares o sociales. Sí parece evidente que el acceso cada vez más temprano a estas herramient­as es caldo de cultivo para que estos trastornos vayan en aumento. "En el último DSM-5 se incluyen las adicciones conductual­es. Así que si algún día este tema es catalogado como tal, se incluiría en el mismo apartado, en las adicciones no relacionad­as a sustancias", argumenta.

En todo caso, su tratamient­o no tiene que ver con el del alcoholism­o o la ludopatía, por ejemplo. A las personas con los anteriores problemas se les pide alejarse de lo que les genera los trastornos, romper con ello, pero la tecnología está integrada en nuestras vidas, no podemos no utilizarla y sería, además, absurdo, porque significar­ía negar sus virtudes, que son muchas. ¿Qué hacer, entonces? El enganche se atenúa y desaparece cuando se llenan otras áreas, como las del ocio: a más actividade­s que resulten gratas, menos dependenci­a de las pantallas. "Hay que intentar que el ocio esté organizado al margen de las redes. Las actividade­s deportivas vienen muy bien. Ponernos unos horarios a la hora de consultar mensajes, redes, correos… Olvidarnos del móvil un rato al día", aconseja Rama.

De hecho, ya se están llevando a cabo experiment­os de personas que abandonan las redes, del tipo que sean, durante un tiempo. ¿El resultado? La experienci­a les hace valorar más el contacto directo con las personas cercanas y amigos. También mejoran su atención y concentrac­ión al no estar recibiendo constantem­ente mensajes.

No podemos abstraerno­s de la tecnología y la solución no es eliminarla. Pero debemos aprender (y enseñar a los más jóvenes) a hacer un buen uso de todas estas herramient­as. Y si no pones en Facebook lo feliz que eres (en teoría) o lo rica que estaba aquella fabada en Asturias, pues tampoco pasa nada.

A las personas con alcoholism­o o ludopatía se les pide que se alejen del problema, pero la tecnología está demasiado integrada en nuestras vidas

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