Alguien te está mirando DANIEL ENTRIALGO Director de GQ FIRMAS GQ
ESTE OCTUBRE NOS HAN AYUDADO
A FINALES DEL SIGLO XVIII, el filósofo inglés Jeremy Bentham diseñó un modelo de cárcel futurista al que denominó panóptico. Mediante un sofisticado sistema de espejos, un único guardián podía vigilar a cualquiera de los presos encerrados en las celdas –en cualquier instante del día– sin que ellos pudieran saber en qué momento exacto eran observados. Tan solo era un experimento mental y no perseguía llevarse a la práctica, pero sí pretendía demostrar que los seres humanos tendemos a comportarnos de modo bien distinto cuando sabemos que alguien nos puede estar mirando. Y digo puede porque puede ser que sí o puede ser que no (como el gato de Schrödinger, como el latiguillo de Rajoy); quizá no haya nadie al otro lado en ese instante; o tal vez la cámara de seguridad que nos apunta esté rota o apagada, pero el simple hecho –la mera posibilidad– de que puedan estar viéndonos condiciona totalmente nuestro comportamiento. Han pasado más de 200 años desde entonces y la imagen distópica que reflejaba el panóptico se nos antoja hoy muy poquita cosa, algo casi pueril. Porque admitámoslo sin miedo, digámoslo tranquilamente: ¿no se asemeja nuestro mundo actual bastante a aquella cárcel?
Lo que nunca pudo llegar a sospechar el bueno de Bentham, sin embargo, es que al prisionero de este siglo no solo le iba a dar exactamente
XXI igual ser observado sino que –más bien al contrario– hasta le iba a poner. Todo su entramado se basaba en una simple idea: la vergüenza que provoca en el individuo el sentirse mirado… ¿Vergüenza? ¿Qué es eso? Un concepto más desusado que las cintas de vídeo. Lo vemos constantemente en los grandes eventos deportivos: de pronto, un espectador despistado se descubre enfocado en la pantalla gigante del estadio –quizá bostezando o ridículamente disfrazado– desnudo ante la mirada de millones de espectadores. ¿Y cuál es su reacción? ¿Embarazo? ¿Rubor? En absoluto. Alborozo, felicidad, cuando no directamente euforia. El fenómeno Gran Hermano elevado a la potencia Instagram.
Para mucha gente, especialmente los nacidos antes de los años 90, resulta asombrosa la falta absoluta de pudor que las nuevas generaciones exhiben en las redes sociales. Su total desinterés por el concepto privacidad. Hay algo muy profundo ahí, algo que está cambiando; y no siempre resulta fácil de entender. La famosa era millennial ha crecido en una especie de panóptico global y ha asimilado una serie de formas y costumbres no siempre bien comprendidas. El efecto selfie, por ejemplo (más que una moda, un estrato ya antropológico), tiende a ser explicado –de forma algo simplista– como puro narcisismo, una mera reafirmación del yo. Sin embargo, estos autorretratos digitales solo adquieren verdadero sentido y significado cuando son compartidos por la comunidad. Existen para ser observados. Y por cuanta más gente, mejor. Compiten por obtener el poder que proporciona la atención de los demás y por tanto… ¡Pero espera un segundo, tío, no te muevas! ¡Disimula, disimula! ¡Sonríe, haz como que no te enteras! Escucha, no te des justo la vuelta ahora, pero deja que te diga una cosa (¿no lo notas?):
Juraría que alguien nos está mirando. Es uno de nuestros fotógrafos de moda de cabecera, de ahí que le pidiéramos que nos acompañase a la gris Mánchester para darle un poco de color a nuestro personaje de portada: Pep Guardiola. Esta nueva temporada está pensada para que exprimas cada ocasión. Así la han ideado los grandes diseñadores y así la ha registrado este excepcional fotógrafo, firma habitual de nuestros editoriales de moda. Periodista y exatleta (participó en los JJ. OO. de Moscú 1980), es también la persona que mejor sabe cómo se las gasta Guardiola dentro de un terreno de juego. Su reportaje de portada da fe de ello. Este artista japonés combina objetos cotidianos y perspectiva para crear auténticos universos en miniatura. Síguelo en (@tanaka_ tatsuya) y alucina. O mejor: pasa páginas y descúbrelo aquí mismo.