MIRTO, 1956
Celebramos con el hijo del fundador de Mirto los 60 años de la casa. De un pasado célebre y un futuro prometedor.
Cuidado, es Aries", bromea su jefa de prensa segundos antes de que lo conozcamos. Googleamos con desinterés las supuestas características de su signo del zodiaco y el chiste se convierte en susto: "Impredecibles como el fuego, son coléricos e insoportables. Su egoísmo los convierte en dioses de la guerra". Y justo cuando la tentación de salir corriendo se apodera del equipo GQ, aparece nuestro protagonista. De Ricardo Fraguas sorprende su hiperactivo entusiasmo, que consigue desarmar el cuento rápidamente. Saluda con simpatía, estrecha la mano con el nervio de un guerrero y nos invita a sentarnos. Sin preliminares, opta por desenfundar su verbo ágil y empieza a disparar como una metralleta: "Mirto nace en un contexto como el de los años 50, cuando solo se podía trabajar duro, y esa constancia y ese esfuerzo siguen definiéndonos". Sus palabras sobre la compañía que dirige con la ayuda de su hermana Elena dan muestra de su energía. En una hora construye un riguroso diagnóstico de la industria, de sus mundialmente famosas camisas, de sus exclusivos proveedores y de sus fidelísimos empleados. "Estamos obsesionados con mirar hacia adelante y nos encanta informarnos de todo, pero al mismo tiempo valoramos mucho la experiencia. Eso no significa que las recetas del pasado deban ser aplicadas de forma estricta", cuenta. Es obvio que Fraguas no es el dios de la guerra, pero sí reina en su guerra. Y, como a Napoleón, no le gusta rodearse de soldados con fiereza, sino de buena suerte. O, lo que es lo mismo, gente constante. Porque a estas a alturas sabe bien que la suerte se trabaja.