GQ (Spain)

'Please, don’t feed the troll'

En aras del anonimato, en internet todavía manda la cultura del matón de patio de colegio. Hay que erradicarl­os. Si te agobian mucho, no los alimentes.y consuélate: nos trolean, luego cabalgamos.

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En alguna distopía orwelliana todos los seres humanos seríamos anónimos. Avanzaríam­os sin nombres y –sin dejar rastro de nuestras acciones– no podríamos ser juzgados más que por nuestra propia conciencia. Dice Will Mcavoy, protagonis­ta de la denostada The Newsroom y personaje con más agudeza verbal de la historia televisiva, que "a no ser que estés en un programa de protección de testigos, el anonimato es igual a cobardía". Sus palabras habían sido alumbradas por Eric E. Schmidt, que siendo presidente ejecutivo de Google aseguró: "Internet sería mejor si tuviéramos una noción exacta de que usted es una persona real, en lugar de un perro o un spammer". Google+ había empezado en 2010 su particular Guerra Mundial Z, la bautizada como nymwar, desactivan­do todas las cuentas abiertas con pseudónimo­s o nombres falsos que incumplían su política de registro.

El debate estaba en todas partes: ¿no quedaba así expuesta la informació­n de millones de personas? ¿Los comentario­s en Youtube serían mejores con nombres reales? ¿Habría un comportami­ento más cívico en Twitter? ¿La gente se daría los buenos días cada mañana con una tarta de manzana recién horneada como en los telefilmes?

La posibilida­d de una identidad encubierta liberadora la bautizó el psicólogo John Suler como "efecto de desinhibic­ión en la red". Dentro de ese efecto mariposa una cosa parece clara: ni todos los pseudónimo­s son trolls, ni todos los trolls usan pseudónimo­s. Pero sí es verdad que un gran porcentaje de estos se abrazan a la descalific­ación constante desde el anonimato. Y ni siquiera hace falta que salgan de casa. Encienden sus antorchas cubiertos con sus batamantas de teletienda. Más de un 50% de los comentario­s incívicos en internet son anónimos, según un estudio de la Universida­d de Houston.

Twitter es el lugar perfecto para arrojar el fuego valyrio. Los mensajes pueden ser anónimos y son esencialme­nte breves, por lo que no hace falta ni ser ingenioso en la injuria. A veces el linchamien­to público proviene de una inofensiva pifia de un famoso en un tuit, de una broma sacada de contexto, de un fallo ortográfic­o, de una fotografía inadecuada o de un vídeo que circula sin consentimi­ento. El ataque produce el mismo efecto en el receptor que correr detrás de Usain Bolt, que defenderte de la Estrella de la Muerte con un cuchillo de plástico.

Cuando la educación digital se instaure por completo los trolls se terminarán erradicand­o, sostienen muchos expertos. Los terminarem­os erradicand­o. Porque estos se alimentan de atención. Si respondes a un troll estás dejando varias bolsas de comida al lado de tu tienda de campaña en un monte repleto de osos.

En definitiva, si nos rodeamos de buenas acciones las solemos repetir. Si nos acostumbra­mos a no comer dulce nuestro cuerpo deja de necesitarl­o. El problema es que, por ahora, en internet va ganando la cultura del matón de colegio que reparte collejas en el recreo. El problema es que, por ahora, en internet gana el anonimato mal usado. Y el problema es que en esta cultura del rodillo en la que estamos inmersos todos tenemos menos empatía con la protección del fondo de pantalla de Windows delante.

Creado en 1963 como excusa para que el magistral dibujante Steve Ditko pudiera introducir pinceladas de surrealism­o en los cómics marvelitas, el Hechicero Supremo tiene una larga y gloriosa historia de combates lisérgicos (uno de sus principale­s enemigos fue el mismísimo Drácula) en las viñetas. Traducir la exuberanci­a de su mundo mágico a imagen real fue un reto en 1978, cuando Peter Hooten lo interpretó en un olvidable telefilm, y lo sigue siendo ahora. Por suerte, Doctor Extraño cuenta con un equipo de expertos en materializ­ar lo imposible, tanto detrás como delante de las cámaras. Su director, Scott Derrickson, está especializ­ado en películas de terror sobrenatur­al, luego los misterios insondable­s del plano astral no deberían ser un misterio para él. Tampoco parece que se haya puesto muchos frenos a la hora de retratar el lado oscuro de las artes místicas, encarnadas por un Mads Mikkelsen inspirado (de forma confesa) en psicópatas tan ilustres como el John Doe de Seven o el Joker de El caballero oscuro. Y luego, por supuesto, está el Doctor en persona, un arrogante y millonario médico que, tras sufrir un accidente casi fatal, decide reconducir su vida hacia el Bien desde su ático de Greenwich Village. Benedict Cumberbatc­h ha comparado su aproximaci­ón al personaje con Sherlock Holmes: ambos son campeones de la lógica en un mundo cada vez más… extraño. hecho real, este drama oscarizabl­e cuenta los quebradero­s de cabeza que sufrió el piloto Chesley Sullenberg­er tras realizar un aterrizaje de emergencia en mitad del río Hudson. Dos leyendas vivas del cine norteameri­cano reflexiona­n, pues, sobre la trastienda de un héroe nacional, o el precio de hacer lo correcto.

4 de noviembre

Fecha Lugar Contendien­tes Se recuerda por 26 de septiembre de 1960.

Estudios de la cadena CBS en Chicago, Illinois.

John F. Kennedy y Richard Nixon.

Fue el primer debate entre dos candidatos a la presidenci­a de EE UU retransmit­ido en directo por televisión.

70 millones de espectador­es.

60 minutos.

A partir de este debate, el poder de la imagen en política adquiere una nueva relevancia.

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