Do, re, mi, fa, sol, bit
Anthony Ocaña, guitarrista, compositor, es esa rara avis musical que necesitas escuchar.
La música de Anthony Ocaña es tan inclasificable y fascinante que a su lado hasta el indie parece mainstream. La "culpa" es de su madre: una coreógrafa y bailarina que convirtió la discoteca familiar en un almacén de sonidos del mundo, allá en la República Dominicana donde nació hace 37 años. "Tenía música de todo tipo, de los lugares que no te puedas imaginar, clásica, contemporánea, pop…". Anthony empezó a tocar el piano con cinco años, pero a los diez lo abandonó. Pensó que lo suyo era el béisbol. "Resultó que no tenía ningún talento", nos cuenta riendo. A los 12 agarró por primera vez la guitarra española y ya no la soltó. La transformó en su arma de innovación masiva –electrificándola o maridándola con el ordenador–. Puso su precioso virtuosismo, aprendido de los grandes maestros del Manhattanville College de Nueva York –Ingram Marshall, Elliot Magaziner…–, al servicio de una emoción contemporánea y experimental. Luis Eduardo Aute le apadrinó –y le abrió las puertas de su casa de Madrid– hace 15 años. Cinco discos después, In Trance es el testimonio de un artista sin autocensuras ni techos de cristal. "No quiero ser la puta del público, un compositor ha de ser egoísta", asegura. Lo próximo, "creo que se llamará Zoe", será por fin un disco de canciones más convencionales. "Pero sólo porque me están saliendo con toda naturalidad".