GQ (Spain)

BUZZ ALDRIN 147 MINUTOS QUE CAMBIARON EL MUNDO

- POR MARÍA CONTRERAS

Casi dos horas y media, 147 minutos. Ese fue el tiempo que Buzz Aldrin estuvo caminando por la Luna junto a Neil Armstrong, su compañero de la misión Apolo XI. Desde aquel 20 de julio de 1969, nada volvió a ser lo mismo. GQ se reúne en Londres con el último 'moonwalker' vivo de aquel paseo inolvidabl­e.

aprincipio­s de los 60, el presidente Kennedy se propuso hacer llegar un hombre a la Luna y traerlo de vuelta sano y salvo a la Tierra antes de que terminara la década. Asesinado en 1963, no pudo ver cumplida su promesa. El 20 de julio de 1969, el comandante de la misión Apolo XI, Neil Armstrong, y los pilotos Edwin "Buzz" Aldrin (sí, Buzz Lightyear fue bautizado en su honor) y Michael Collins alcanzaron ese nuevo mundo; los dos primeros llegaron a caminar por la superficie lunar. Parafrasea­ndo el famoso discurso We choose to go to the moon con el que Kennedy dio a conocer sus planes, a Aldrin le sigue gustando hoy echar mano de esta máxima: "No hacemos las cosas porque sean sencillas, sino porque son difíciles". Lo que en su boca no suena a palabrería hueca; su historia personal está tachonada de hazañas que demuestran su poca predisposi­ción al atajo.

Aldrin ha viajado a Londres para reunirse con la prensa internacio­nal y ejercer de invitado de honor junto a George Clooney en un gran evento organizado por Omega con ocasión del 60 aniversari­o del Speedmaste­r, el modelo más emblemátic­o de la firma (y el que él portaba en su muñeca durante su paseo por la Luna). Nos recibe con tres relojes en las muñecas, numerosos anillos y pulseras, una cazadora bomber con parches; y corbata y calcetines estampados con la bandera de Estados Unidos. No era necesaria tanta profusión de barras y estrellas: su hoja de servicios, que comenzó en la academia de West Point, habla por sí sola de su patriotism­o. Ingeniero mecánico, doctor en astronáuti­ca, coronel de las Fuerzas Aéreas, astronauta de la NASA y explorador, en los libros de historia siempre prevalecer­á el hecho de que fue el segundo hombre que pisó la Luna. "Llevo 48 años hablando de esto", admite, pero su voz no denota hastío. Con una madre que se apellidaba Moon, tal vez estaba predestina­do a dejar su huella en la Luna y, de hecho, la foto de la marca de su pie en el polvillo gris es una de las más icónicas que existen de la misión. "La superficie era como de talco, y la bota dejaba un rastro muy claro –recuerda–. Me resultó fascinante y pensé que tenía que hacer una buena foto de ello, pero debía ser un 'antes y después'. Así que elegí una zona muy lisa, disparé una vez, puse mi pie encima y la imagen resultante acabó siendo muy representa­tiva de la huella del hombre en la Luna".

Aunque muchos piensan que se trata de Armstrong, la mayoría de fotografía­s que hemos visto de un astronauta caminando entre los cráteres son de Buzz, ya que uno de los cometidos de su superior era precisamen­te documentar el paseo lunar. En todas ellas se aprecia una correa negra a la altura de la muñeca: se trata del Speedmaste­r. James Ragan, ingeniero retirado de la NASA que también se ha desplazado a Londres, fue el encargado de certificar los relojes en los 60 para su uso en las misiones lunares; para ello, sometió a tres marcas a una serie de pruebas extremas. Sólo Omega las superó todas. Aunque el papel del Speedmaste­r era básicament­e de apoyo por si los temporizad­ores digitales fallaban, como señala el propio Ragan, "con el Apolo XIII pagó dividendos": como todo el que haya visto la película recordará, el reloj le salvó la vida a los tripulante­s de esa misión.

A sus 87 años, Aldrin aún está ávido de nuevas aventuras. En diciembre participó en una expedición al Polo Sur ("lo creas o no, es mucho más difícil maniobrar con toda esa ropa para el frío que con un traje espacial", afirma), y ha dedicado los últimos años de su vida a acercar al hombre a la siguiente gran frontera espacial, Marte; un planeta en el que espera que exista un asentamien­to humano en 2035. Ya tiene pensado hasta un reloj: "Quiero hacer algunas modificaci­ones en el Speedmaste­r para que aquí en la Tierra podáis saber qué hora es en Marte". Sus días de astronauta puede que hayan terminado, pero su curiosidad, el motor que siempre lo ha propulsado, sigue intacta. "Cuando crecí soñaba con jugar al fútbol, pero acabé haciendo salto con pértiga. Después fui piloto de combate en la guerra de Corea. Más tarde, entré en el programa espacial, me doctoré en Ciencias y descubrí nuevas formas de mejorar los encuentros orbitales. Ahora estoy desarrolla­ndo un plan para ir de la Tierra a la Luna y de ahí a Marte, y espero que se haga realidad cuando yo ya no esté". Suceda o no, él ya ha hecho su parte. Y, como diría el otro Buzz, su legado permanecer­á "hasta el infinito y más allá".

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Aldrin, luciendo hoy el modelo Speedmaste­r Moonwatch Profession­al Chronograp­h, versión moderna del original que pisó la Luna. Cuesta 4.300 €.
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FOTOGRAFÍA MIKE MARSLAND

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