Running Hijos del milenio
Nacieron a partir del 1 de enero de 2000 y han crecido con un smartphone en el bolsillo. Comparten en redes sociales hasta lo que desayunan y tienen un futuro incierto, pero esperanzador. Demos paso a la nueva generación.
Este 2018 cumplirán la mayoría de edad los primeros seres nacidos en el siglo XXI. Llegaron cuando todo se iba a desvanecer: a las 0.00 horas del 1 de enero del año 2000. Ese día pensamos que las máquinas enloquecerían al interpretar mal los ceros; las centrales energéticas comenzarían a fallar (las ciudades se quedarían sin luz) y todo empezaría a venirse abajo como en un dominó. Llegamos a sospechar incluso de nuestro microondas y a mandarnos SMS de despedida con ironía… y bastante canguelo.
Si para alguno de nosotros ya resultaba ofensivo tratar con gente nacida en los noventa –por su insultante juventud–, en unos meses llegarán a nuestras empresas personas nacidas en ese nuevo inicio del milenio. Personas que crecieron con teléfonos móviles comercializados ya a gran escala. De hecho, cuando tenían sólo siete años apareció uno que iba a cambiar para siempre la tecnología (y a ellos mismos): el primer iphone. Eran niños cuando todavía se llevaba Messenger; y con diez años ya tenían en las redes sociales su forma natural de comunicación (en 2004, Mark Zuckerberg registró el dominio de Facebook; en 2005, un hombre en un zoológico protagonizó el primer vídeo de Youtube; en marzo de 2007, Barack Obama creó su cuenta de Twitter; en 2009, Farmville dio empleo a unos 10 millones de granjeros digitales). Los hijos del milenio crecieron con todas esas redes sociales y con palabras como hacker, ciberataque, NSA o malware formando parte de su vocabulario natural. Si para ti un virus era la gripe, para ellos siempre ha significado un troyano. Si para ti inteligencia era Kasparov, para ellos es la robótica y su televisor, su nevera y su reloj de (porque ellos son runners y no corren, ni trotan, ni andan rápido). Esta generación de nativos digitales creció también con una fecha que marcó irremediablemente todo el desarrollo de su infancia: el 11 de septiembre del año 2001 cambió el mundo (todo su mundo) y la imagen de las guerras. Por eso se ha convertido en una generación para la que el miedo y la sensación de inseguridad siempre han estado presentes; pero también la certeza de que la rutina es la mejor forma de superarlos.
Este año alcanzan la mayoría de edad personas que nunca han tenido pesetas en sus manos, que nunca se han hecho colgantes con monedas de 25, que sólo conocen el euro. Adultos que se matricularán en junio en la universidad sin la certeza de que un trabajo estable les vaya a esperar al otro lado de la licenciatura (del grado, en su caso), porque han visto la precariedad y la desigualdad en todo su entorno. También son individuos que han crecido buscando una normalización de escenarios que siguen sin encontrar, que han visto a youtubers, articulistas, artistas y referentes cercanos hablándoles con naturalidad del sexo, del empoderamiento, de las relaciones de pareja, de machismo, de feminismo, de igualdad y de ética laboral.
Así que, aunque a los del siglo XX nos cueste abandonar la manida coletilla de "nuestro tiempo–nuestra generación–mi año fue el mejor" o aquella que dice eso de "ya no hay músicos–películas–libros como los de antes", lo cierto es que debemos reconocer que estos chicos lo tiene todo para el estrellato (o para estrellarse, según el uso que le den a todo el potencial que hay a su alrededor). Y hay que reconocerles también que nacieron en un escenario inigualable: cuando el mundo estaba destinado a morir. Menudo inicio potente de historia para contarles a sus nietos.
La profusión de diseños objetivamente antiestéticos y siluetas aparentemente deformes ha derivado en una nueva realidad que secundamos y celebramos. Es hora de traducir el confortwear que defienden Facetasm, Ricks Owens o Balenciaga y anexarlo al espíritu montañero de Moncler Gamme Bleu, No. 21 o Lanvin. Esta temporada renacen con fuerza los abrigos acolchados, las cazadoras forradas y los diseños técnicos que prometen protegernos del frío sin obligarnos a sacrificar la comodidad. De modo que en los próximos meses tienes permiso para combinar sabores y colores falsamente incompatibles, pues no hay nada que no pueda funcionar. Las nuevas reglas son la ausencia de éstas.
De lana y