David Byrne le canta (un poco triste) a la América de Trump.
Nos ha contado cómo se ve la vida desde una bicicleta y también nos ha explicado cómo funciona la música desde dentro. Son los intereses –los más recientes– de un artista cuya obra se caracteriza por contemplar la vida desde ángulos poco habituales. Cada vez que David Byrne (Dumbarton, Escocia, 1952) tiene una idea, la realidad cambia de color. Actualmente se encuentra dando un ciclo de charlas bajo el epígrafe Reasons To Be Cheerful (Motivos para estar contento). Ecología, educación, civismo o sanidad son algunos de los temas que le sirven para escoger ejemplos que nos devuelvan el optimismo en estos tiempos oscuros. Menos alegre suena American Utopia (Warner), su nuevo álbum. Su primer LP en solitario en casi 15 años llega después de varios discos realizados en colaboración con músicos como Brian Eno, St Vincent o Fatboy Slim, justo cuando Trump se ha erigido como la antítesis de todos aquellos principios que Byrne defiende. American Utopia se presenta distinto a sus trabajos anteriores; de hecho, él mismo define este disco como "una colección de canciones pop que tratan temas atípicos en las canciones pop… porque también se puede hablar de asuntos que no tengan que ver con tu novia o tu novio".
¿Y qué hay de hacer algo nuevo con los Talking Heads, ahora que muchos grupos viejunos se reúnen? Para esta pregunta, Byrne tiene una contestación de lo más lúcida: "Muchas de esas bandas se juntan y dan la sensación de que no tienen nada interesante que decir. Yo no quiero que nosotros seamos uno de esos casos". Nos conformaremos, pues, con verle en su próxima gira (un tour con paradas en los festivales Cruïlla de Barcelona y BBK Live de Bilbao, ambos en julio), la expedición más ambiciosa que ha realizado a nivel escénico desde aquella con su exbanda que Jonathan Demme inmortalizó en el documental Stop Making Sense (1984).