Louis Vuitton, espíritu trotamundos.
Louis Vuitton reúne siglo y medio de viajes, moda y artículos de lujo en una exposición que convertirá el museo Thyssen-bornemisza de Madrid en el satélite más exclusivo del mundo.
Del mismo modo que en el mundo de El principito un sombrero ocultaba un elefante devorado por una boa constrictor, en el de Louis Vuitton un simple complemento nunca es lo que parece. Con más de 160 años de historia, la maison de artículos de lujo más famosa de Francia acumula un patrimonio físico e inmaterial que desafía lo obvio. En ese microcosmos no rigen leyes terrenales –allí Newton o Maxwell suenan a nombres de bufete de abogados–, sino normas redactadas por ciudadanos tan ilustres como Audrey Hepburn, Catherine Deneuve, Alain Delon o Jane Fonda. Antes de la globalización, los clientes de esta casa parisina ya conocían el lenguaje universal del arte de viajar, la gloria deportiva o la materialización de la belleza. A través de sus célebres baúles, maletas y otros productos de piel –y con su presencia en los acontecimientos más importantes de la historia reciente, de Hollywood a Roland Garros–, este cuerpo celeste actúa hoy como una dinamo incansable.
En el asteroide proyectado por Antoine de Saintexupéry había "hierbas buenas y hierbas malas y, por lo tanto, semillas de unas y otras", pero en el de Louis Vuitton, más luminoso que aquél, sólo hay de las primeras. Ese vergel es el que brotará esta primavera en el museo Thyssen-bornemisza de Madrid. La firma de lujo ha seleccionado lo mejor de su legado material y lo ha dispuesto en un recorrido histórico que recibe el nombre de Time Capsule. La exposición, que ya ha pasado por otras capitales, llega por fin a nuestro país para ofrecernos un viaje con billete de vuelta. Dividida en varias salas, mostrará, entre otras cosas, el saber hacer artesano que permanece vigente desde 1854. Sin olvidar, cómo no, el compromiso de Louis Vuitton con el deporte –mundiales de fútbol y rugby incluidos– por medio del patrocinio de torneos o el diseño de trofeos, estuches e incluso balones –a la izquierda, el que crearon para la FIFA World Cup de 1998–. ¿Quién dijo que estuviéramos solos en el universo? Esta cápsula del tiempo es la prueba definitiva de que existen otros planetas. Y algunos son infinitos.