GQ (Spain)

La camiseta como lienzo en blanco; la victoria de la sencillez.

De básico underwear a pieza esencial del armario, la evolución de la camiseta blanca ocupa un lugar destacado en la historia de la moda. En un contexto dominado por la extravagan­cia, su presencia nos reconcilia con la sencillez.

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El diseño favorito de los que más saben. No importa la década, el buen hacer de quien la lleva o su posición socioeconó­mica. La camiseta blanca es el elemento que más y mejor cohesiona los individual­ismos. Harry Styles, Ryan Gosling o Kanye West son buenos ejemplos de su enorme poder.

2. Así empezó todo. Cuatro años después de que Marlon Brando la reivindica­ra en Un tranvía llamado deseo (1951), James Dean se apropió de la gesta. Hasta entonces la camiseta blanca sólo se podía llevar como ropa interior.

3. Antes de Hollywood, el ejército estadounid­ense. Fueron los soldados quienes empezaron a reinterpre­tar la ropa interior para soportar las tórridas temperatur­as de sus misiones. El auge del deporte como un entretenim­iento de masas terminó por consolidar este básico más allá de las camisas y los polos deportivos. En la imagen, el príncipe Carlos de Inglaterra.

4. Nuevos iconos. Su popularida­d pronto inspiró a los diseñadore­s de moda. De ser una simple prenda para el verano, la camiseta pasó a adquirir entidad propia. ¿Los culpables? Jean-paul Gaultier y Vivienne Westwood.

5. Del t-shirt al tank top. Influidos nuevamente por el deporte, algunos hombres importaron la camiseta blanca sin mangas a las calles. Su aceptación, todavía en cuestión, nos tiene divididos.

6. Un trozo de algodón convertido en un trofeo. No hay firma de lujo que no haya empleado la camiseta para expandir su influencia. En la imagen, Diesel. ¿O es Deisel?

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