Víctor Sans, director creativo de Tumi, nos enseña a vivir en perpetuo movimiento.
La vida en movimiento es una de las obsesiones de este idealista que desafía los límites de la ingeniería para viajeros que no paran quietos.
La estética futurista de Zaha Hadid es una de las inspiraciones que guían el trabajo del diseñador industrial Víctor Sanz. Nos citamos con él en la planta proyectada por la difunta arquitecta anglo-iraquí en el hotel Puerta América de Madrid y, de repente, se colma de lucidez y reflexiona con entusiasmo. "¿Te das cuenta de que la tecnología ha transformado la interacción humana? Fíjate en el iphone, el ipad o incluso Instagram. Creo que vivimos un tiempo apasionante y que probablemente no se repita en mucho tiempo", confiesa. En ese tiempo al que Sanz alude, él quiere ser juez y parte. Formado en el prestigioso Instituto Pratt de Nueva York, desde 2003 es miembro de la familia Tumi, unas de las firmas de accesorios de negocios y artículos de viaje más importantes del mundo –más de 2.200 puntos de venta en 75 países–.
"Antes Tumi estaba muy especializada en mujeres y hombres de negocios. Si bien es cierto que hace unos años éste era un target muy específico, hoy por hoy la gente no viste tan formal y los códigos se han relajado. Por eso en 2009 decidimos darle otro aire a la marca y ofrecer artículos diferentes. La respuesta de los clientes, de verdad, ha sido abrumadora", cuenta. Durabilidad, funcionalidad y diseño atemporal son las señas de identidad de una firma experta en colaboraciones –"si la conexión entre diferentes produce algo nuevo y excitante, hay que hacerlo"– y dispuesta a demostrar que, como creía Hadid, incluso las formas más complejas son susceptibles de ser domesticadas.