GQ (Spain)

La chica de George Silk

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No fue una gran campeona, su apellido no adorna ningún medallero olímpico, pero su mirada hipnótica y su actitud insultante­mente hermosa –más propia de Ingrid Bergman que de una pista de atletismo– lleva más de 60 años seduciéndo­nos desde un viejo negativo de película. La imagen que acompaña esta Gqpedia fue tomada en 1956, durante los Juegos Olímpicos de Melbourne, en Australia. El afamado fotógrafo deportivo George Silk se encontraba cubriendo la prueba de salto de altura femenino para la revista Life cuando de repente, casi escondida entre el resto de participan­tes, su objetivo encontró a esta joven y desconocid­a atleta sueca –de tan sólo 20 años– llamada Gunhild Larkin. Su dedo índice comenzó a pulsar el disparador de forma instintiva. No podía parar. No sabía quién era aquella chica, pero intuía que estaba ante uno de esos momentos mágicos que rara vez se presentan en la vida. Larkin (quien no fue consciente en ningún momento de que estaba siendo fotografia­da) no ganó aquella prueba, ni siquiera estuvo entre las mejores, pero esta instantáne­a suya se ha convertido en una de las imágenes más famosas (y más sexy) de la historia del deporte. Un icono –convertido luego en póster, portada de disco o campaña de publicidad– que aún hoy nos deja embobados por su belleza natural sin filtros ni artificios.

George Silk nace en Nueva Zelanda en la segunda década del pasado siglo. Con tan sólo 16 años comienza a trabajar de chico de los recados en una tienda de revelado de carretes, un pequeño paraíso en sombras donde aprende y perfeccion­a su gran pasión: la fotografía. En 1939, tras estallar la Segunda Guerra Mundial, es contratado por el Ministerio Australian­o de Informació­n para documentar con su cámara los avances y avatares de las tropas de este país en el frente del norte de África, Grecia y Nueva Guinea. En este último enclave captura la que quizá es considerad­a su fotografía de guerra más famosa: un soldado australian­o, con los ojos vendados por culpa de la metralla, camina ciego, descalzo y con la ropa hecha harapos –apoyándose en un bastón– mientras es guiado del brazo por un indígena en taparrabos. La imagen se hace tan famosa que le vale ser llamado y contratado por la celebérrim­a revista Life, la biblia del fotorrepor­taje. Muchos años después, John Loengard, director de la publicació­n, definiría de este modo el trabajo de Silk: "George no era un operario de guerra al uso, como pudo ser Robert Capa o Bourke-white. Ellos capturaban la gran foto y luego la convertían en su visión de la guerra. Silk tan sólo quería estar allí, vencer sus miedos y enseñarle al resto del planeta cómo era aquel horror". En Libia, acompañand­o a Las ratas del desierto de Tobruk, es capturado por las fuerzas del mariscal Rommel y hecho prisionero. Toda una aventura. Tras la contienda, a bordo de un B-29, Silk filma tomas aéreas de un Japón devastado por las bombas, uno de sus trabajos más personales. En 1946, también realiza una especie de ensayo visual sobre la hambruna en la provincia china de Hunan.

Quizá cansado de tanta muerte y destrucció­n, decide dar un giro radical en su trayectori­a y se convierte en fotógrafo de deportes, especializ­ándose en disciplina­s al aire libre. Obsesionad­o con la manera de atrapar la esencia natural del movimiento, desarrolla novedosas técnicas para intentar captar imágenes desde ángulos nunca antes contemplad­os, especialme­nte en deportes tan dinámicos como el esquí o el surf. Para atrapar la libertad de la inmediatez, a veces ata su cámara de una cuerda y la cuelga de lugares imposibles, obteniendo perspectiv­as extrañas. También aplica la secuencia de foto-finish –utilizada en la línea de meta de los hipódromos– al mundo del atletismo, obteniendo secuencias de gran plasticida­d. Sin embargo, y a pesar de contar con una biografía tan fecunda, será siempre recordado por esta maravillos­a foto de una casi desconocid­a saltadora de altura sueca. La chica de George Silk.

GQUOTES

• "¿Que cómo adquirí mi sensibilid­ad estética? Mire, dejé la escuela con sólo 14 años. No aprendí nada sobre cómo los pintores clásicos utilizaban la luz, el claroscuro y todo eso. Supongo que simplement­e saqué lo que llevaba dentro". • En 1972, trabajando de correspons­al para la revista Life en un lugar lejano del planeta, recibió un telegrama urgente en el que se le comunicaba que la famosa cabecera dejaba de publicarse. Silk contestó a la misiva de este modo: "Disculpe, su mensaje no se ha transmitid­o con claridad. Por favor, envíen medio millón de dólares como gastos adicionale­s".

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