GQ (Spain)

Reinhold Messner

EVA VERMANDEL A sus 73 años, el mejor alpinista de la historia recibe por fin un premio de altura: el Princesa de Asturias de los Deportes. Sus hazañas, sin embargo, trasciende­n cualquier tipo de galardón.

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• HAN TRANSCURRI­DO YA 31 AÑOS DESDE QUE EL ATLETA BRITÁNICO SEBASTIAN COE se llevase el primer premio Príncipe de Asturias de los Deportes. Más de tres décadas han tenido que pasar para que estos galardones se fijen en los héroes de la montaña, aquellos cuyas hazañas cautivaron la imaginació­n de la sociedad del siglo XX. La conquista por primera vez de la cima del Everest por parte de Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay en 1953 sólo encuentra parangón en la llegada del hombre a la Luna. Hillary fue nombrado ipso facto Caballero de la Orden del Imperio Británico (su ascensión coincidió con la coronación de Isabel II, por lo que fue percibida como un regalo para la reina) y más tarde recibió las más altas condecorac­iones de naciones como Polonia, India, Nepal y su Nueva Zelanda natal. Por contra, para Reinhold Messner (Tirol del Sur, Italia, 1944), indiscutib­lemente el mejor alpinista de la historia, el Princesa de Asturias es el primer gran honor de su vida (compartido con otro grande de la escalada, el polaco Krzysztof Wielicki), lo que demuestra que los tiempos han cambiado y que la percepción general de este deporte de riesgo quizá ya no sea la misma.

Más allá de premios, cualquiera con la sensibilid­ad para admirar la inquebrant­able capacidad de superación del ser humano tiene ya a Messner en un pedestal por todo lo que ha conseguido a lo largo de su trayectori­a. Probableme­nte su hazaña más recordada sea su ascenso al Everest en 1978 sin ayuda de oxígeno (junto al austriaco Peter Habeler), algo que la comunidad científica de entonces considerab­a imposible. No contento con eso, dos años después se convirtió también en el primer hombre que completaba la escalada del pico más alto del planeta en solitario. Y en 1986 volvió a hacer historia tras coronar el Lhotse y erigirse también como el primer alpinista que consigue ascender los míticos 14 ochomiles, los 14 montes que tocan el cielo; pero su nombre siempre estará ligado a uno de ellos en especial: el Nanga Parbat (Pakistán). Fue el primero que acometió –en 1970– y lo hizo por la entonces inexplorad­a cara Rupal, la pared vertical más alta del mundo, con 4.500 metros. Conquistó la cumbre acompañado por su hermano Günther, pero dos días después éste falleció durante el descenso. Y a Messner le tuvieron que amputar seis dedos de los pies por congelació­n. Tenía 26 años y ese fue sólo el comienzo de su leyenda inmortal, ya que, además de escalar, también ha cruzado la Antártida sin ayudas externas y el desierto de Gobi en solitario.

El jurado de los Princesa de Asturias destacó de Wielicki (el primero en ascender el Everest en invierno) y de Messner "su labor social humanitari­a y de divulgació­n de los valores del alpinismo, que les ha convertido en un ejemplo para la humanidad". El legado de este último se preservará para siempre en el Messner Mountain Museum, un museo con cinco ubicacione­s en alta montaña en Tirol del Sur dedicado a la cultura del montañismo y a la conservaci­ón de las grandes cumbres; un monumento a la altura de un hombre para la eternidad.

FERNANDO MARROQUIN

En su primera aventura mexicana, La casa de las flores (en Netflix a partir del 10 de agosto), el cineasta sevillano se mete en la piel de una mujer transexual. Nadie podrá decirle que se acomoda, eso está claro.

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