GQ (Spain)

COMPETICIÓ­N

LA VIDA SE JUEGA EN 24 HORAS

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Las 24 horas de Le Mans, la carrera más cool del planeta.

El Ford GT40 es uno de esos coches legendario­s. Concebido para batir a Ferrari en las 24 Horas de Le Mans, su leyenda está más viva que nunca gracias a su regreso a la competició­n francesa, una carrera mítica que sigue fascinando a los amantes del automóvil en todo el planeta.

Le Mans saca lo mejor de todo el mundo. Ganar es importante, pero no lo es todo". La frase, puesta en boca de Tom Kristensen, el piloto más laureado de la historia de las 24 Horas con nueve victorias, resulta hasta chocante –a uno no le apodan Mr. Le Mans por empatizar con la derrota precisamen­te–; pero pone de manifiesto la naturaleza única de la que posiblemen­te es la carrera más fascinante del mundo. Una carrera en la que, al terminar, todos se sienten un poco ganadores con independen­cia del puesto en el que pasen por meta.

El propio Carroll Shelby, quizás el preparador de coches más famoso de EE UU, aseguraba que lo que le hacía sentir más orgulloso de su larga trayectori­a había sido trabajar con Ford para ganar en Le Mans en 1966 y 1967 con el mítico GT40. No en vano, aquella concatenac­ión de victorias contra Ferrari (Ford también se haría con la corona de laurel en el 68 y el 69) continúa siendo una de las más bellas historias de rivalidad del deporte del motor de todos los tiempos.

Para celebrar el 50 aniversari­o de aquella gesta volvió Ford a Le Mans con su moderno –pero no menos espectacul­ar– GT40 en 2016. Y, cumpliendo con el guión a rajatabla, se subió al primer escalón del podio por encima de Ferrari. En 2017, poniendo de manifiesto que las gestas del pasado se llaman así por algo, les fue imposible repetir triunfo. Y, ya en 2018, han tenido que conformars­e con pasar la bandera de cuadros por detrás de la marca que más veces ha escrito su nombre en el trofeo de la prueba: Porsche. Pero una escudería no forja su leyenda en la competició­n a base de victorias, sino a fuerza de aprender de las derrotas. Es la mejor lección de un certamen que, dicen los sabios del lugar, elige cada año a su ganador con voluntad caprichosa.

Así, las 24 Horas de Le Mans de 2018 serán recordadas por el triunfo global de Toyota, después de 18 dolorosas e infructuos­as participac­iones. También por la hazaña de Fernando Alonso, que saltó al escenario nocturno más concurrido del planeta y se puso a bailar entre doblados al ritmo de la noche en persecució­n del coche

hermano de Pechito López; como un loco que siente que se le escapa un sueño entre los dedos, como si no hubiera un mañana –y tal vez no lo habría habido para él, ni para Nakajima y Buemi, si no hubiera culminado con éxito su operación de caza del hombre bajo la mirada atenta de los más noctámbulo­s y el alma acongojada de los jefes de la escudería japonesa–.

La presente edición de las 24 Horas también será recordada por uno de los duelos más impresiona­ntes de todos los tiempos en la categoría de GTEPRO. Por la batalla sin cuartel entre Porsche y Ford, uno de esos pulsos que hacen época y cimientan la mitología de una prueba. Al final, se impuso el Porsche número 91 de Lietz, Bruni y Makowiecki –en su regreso a la categoría como coche oficial, con los colores vintage de una famosa marca de tabaco en la carrocería– sobre el Ford 66 de Müller, Hand y Bourdais que llegó finalmente tercero. Un safety car inoportuno aniquiló las opciones de la marca del óvalo, un cruel recordator­io de que a Le Mans llevas lo mejor que tienes y después lanzas los dados. Queda dicho que las hazañas del pasado lo son por algo y, como sentenció un carrerista de cuyo nombre no queremos acordarnos, "tiendes a alegrarte mucho cuando ganas porque la mayoría de las veces pierdes". 2019 será la cuarta y ¿última? oportunida­d para Ford de rubricar un final de etapa digno de la historia del GT40, aquel coche que tomó su nombre de las apenas 40 pulgadas de altura que lo separaban del suelo para poder correr a toda velocidad en la larga recta de Hunadiers. Y volverá con la magnífica estructura de la escudería Chip Ganassi, uno de esos nombres propios que huelen a gasolina y neumático quemado. Al igual que, en su día, se te inflamaba el aliento con sólo pronunciar el de Carroll Shelby. Ya lo dijo Tom Kristensen: "Le Mans es una carrera tan increíble porque no puedes hacer nada tú solo. Tienes que trabajar como un hombre de equipo. Y ser el miembro de un equipo te hace mejor persona". Toda una enseñanza que parte de la experienci­a de un piloto que ha presenciad­o en 18 ocasiones el modo en que hombres y máquinas son llevados al límite sin compasión en el trazado de 13,6 km de La Sarthe. Esa misma que fue plasmada con fidelidad de documental­ista por Steve Mcqueen en su célebre película Le Mans.

Por cierto, que la categoría Proam, la más democrátic­a y quijotesca de las 24 Horas, se la llevó el equipo de otro actor infectado con el virus de la velocidad, Patrick Dempsey, con el Porsche número 77. Esta vez, desde el muro, tras prometer a su mujer que no volvería a jugarse el tipo sobre el asfalto. Después de todo, debe de ser harto difícil hacerle comprender a tu santa lo que significa el hechizo de Le Mans. Porque, como escribió el poeta, sólo "quien lo probó, lo sabe".

LAS 24 HORAS DE 2018 SERÁN RECORDADAS POR LA BATALLA ENTRE LOS GTE

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