¿Cómo que ya es Navidad?
La industria del videojuego adelanta sus grandes lanzamientos para que empieces a escribir ya tu carta a los Reyes Magos.
Llevo unos 20 años escribiendo sobre videojuegos, desde antes de que se convirtiesen en la forma de entretenimiento que más dinero mueve en el mundo y atrajesen la atención de más de la mitad de la población. Y, cada año, asisto atónito a un fenómeno cuyo equivalente sería encerrar a ejecutivos de empresas rivales en una habitación a oscuras con cuchillos oxidados. Se llama "campaña navideña" y este mes viene más arriba que Ethan Hunt en Misión imposible. Porque la temporada empieza en septiembre, el mes en el que tradicionalmente llega la entrega anual de FIFA, ese monstruo capaz de vender ocho millones de copias sin despeinarse y generar, sólo en cromos virtuales, más dinero que el PIB de Samoa.
De FIFA 19 no hace falta decir mucho. Es la condensación virtual del deporte con más seguidores. Cada año sólo tienen que refinar una fórmula impecable en la que se dan la mano el coleccionismo de cromos de cuando éramos niños y la superación de los moratones que nos llevábamos a casa cuando intentábamos hacer una chilena o cualquier otra floritura. Es FIFA, ya lo conoces. Viene acompañado en las tiendas por NBA 2K19, que es el equivalente de baloncesto y en el que cada año apuestan por crear a un jugador propio interesado tanto en el dinero, las zapatillas y los anuncios de cereales como en triunfar en la cancha. Ambos juegos son estacionales: salen en septiembre porque las ligas no esperan. Es importante saber que cuestan cerca de 70 pavos cada uno.
La vida útil de un videojuego en una tienda suele ser de tres semanas, antes de tener que ceder espacio a otras novedades o tener que bajar el precio. Así que lo incomprensible es que en este mes, donde las bestias del deporte ya se llevan –cojamos aire– 140 euros mínimo, el calendario de lanzamientos es absurdo: Forza Horizon 4, la saga de correr muchísimo haciendo el cabra con la excusa de un festival (y que sea aún mejor de lo que suena), sale en septiembre. Spider-man, exclusivo de PS4 y que ofrece ser, bueno, Spider-man, sale en septiembre. Shadow of the Tomb Raider, nuestra saga favorita de una arqueóloga llamada Lara Croft que mata a un montón de gente y se apropia de los restos culturales de países pobres, sale en septiembre.
Y esto son sólo los lanzamientos más potentes de ese mes. Es raro encontrarse tanta munición navideña según vuelves de vacaciones, pero hay un pequeño motivo. Resulta que, este año, Rockstar lanza en octubre (se ha retrasado a finales de ese mes) un título contra el que nadie puede medirse, Red Dead Redemption II, la secuela de uno de los mejores westerns de la historia (también es un videojuego de primera). Y la solución que han encontrado unas cuantas empresas de videojuegos es juntar directamente el final de verano con la Navidad. Al contrario que el cine –donde estas prácticas también se dan–, los videojuegos tienen un problema de precio: cada uno está en esa media de 70 euros, lo que implica que para comprar una novedad como Shadow of the Tomb Raider –y ponerte Predator con los hombres malos– tienes que renunciar a otra cosa o tener unos ingresos que envidio. Y septiembre es sólo el punto de partida.
Podríamos enumerar otros 20 blockbusters destinados a estrellarse contra Red Dead Redemption II, algo que con los datos en la mano es bastante posible: en nuestro país, en casi cualquier país, el combo de juegos navideños asciende a dos entre el público normal: el de deportes y el otro. En este caso, el otro está decidido. No vamos a explicar cuáles son los motivos de por qué Rockstar lo tiene todo hecho (bueno, sí, y mal: ¡GTA en el Salvaje Oeste!), pero sí se puede ver lo que ha conseguido con su mera existencia. Cuando se anunció la fecha de lanzamiento original en primavera, el resto del calendario de lanzamientos reaccionó de una manera terrible: alargando la Navidad en vez de alejarse un trimestre. El resultado es que, al menos en consola, este mes de septiembre ya huele a villancico. Y a desastre financiero en ciernes.