No te disfraces de turista
Hay tipos que viajan mucho pero tienen poco mundo. O al menos esa es la idea que transmiten cuando se empeñan en disfrazarse de excursionistas distraídos en vez de elegir looks más favorecedores. Toma nota.
Si decides tomarte un respiro en alguna terraza de tu ciudad, no te costará demasiado esfuerzo identificar a los paseantes locales de los forasteros. En el sanísimo hábito de fisgar al personal descubrirás lo sencillo que resulta diferenciar al turista que decide ejercer como tal del viajero que prefiere mezclarse con la muchedumbre. Esa es la diferencia entre contemplar una ciudad o vivirla. A los primeros, los turistas militantes, les encanta ponerse pantalones cargo, camisetas de dudoso gusto y mucha parafernalia de firmas técnicas (riñoneras, mochilas, fundas de cámaras, etc., pero no con la gracia de Landlord, Vetements, Heron Preston o Alyx). Aunque su hotel o el Airbnb les pille a dos manzanas, suelen salir a la calle como si fueran a pasar una temporada a orillas del Amazonas. Además, su paso errático –pero incansable– les lleva a taponar aceras y hacer uso de los baños de las cafeterías sin abonar un mísero euro. Frente a ellos, los viajeros que se comportan –y visten– con cierta actitud adoptan una pose totalmente diferente: recorren la ciudad como si fueran autóctonos y hacen las cosas típicas del destino sin dar la nota. Estos profesionales de la aventura son como el empresario estadounidense Ross Borden, que siempre elige camisas informales, calzado cómodo, accesorios que no dan vergüenza ajena y pantalones chinos –por ejemplo, los nuevos Supreme Flex de Dockers–. Evidentemente, un hombre GQ es de estos últimos. Pese a la tentación, haz como Borden y no conviertas tu maleta en un contenedor de reciclaje.
Camisas informales, pantalones chinos y calzado cómodo son la alternativa al uniforme turístico