GQ (Spain)

CON LA VIDA Y CON LAS EX MADRES

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Como este artículo se publica dos meses después de que lo escriba, es probable que para entonces se haya avanzado en la regulación de la eutanasia y estemos

todos muertos, como sospecha el Partido Popular. Pero, siendo optimista, espero que si algo se aprueba de aquí a entonces se vaya aplicando de momento sólo a los enfermos terminales que crean convenient­e apagar la luz. Lo que sí descarto ya, porque es verano, es alguna de esas concentrac­iones animosas que reclamaban vivir. De todas las causas políticas que más loco me han vuelto, la de la vida es la más tremenda.

Desde hace años la más inquebrant­able de mis pasiones es seguir las manifestac­iones religiosas de esos asuntillos que los católicos tenían olvidados en tiempos de Aznar, y que les vuelven a la cabeza cada vez que un socialista llega a La Moncloa, como aquellos niños que se palmeaban la frente al dar- se cuenta de que iban al cole sin los donuts. Son pasiones extrañas estas mías a las que hace tiempo dejé de dar vueltas para limitarme a asumirlas sin cargo de conciencia. Me enganché con la "familia tradiciona­l" y aquellos globos de colores sobre las cabezas de los obispos por las calles de Madrid, en una estampa que ni Stephen King en sus días más terribles; y desde entonces a lo único que aspiro es a que, como los Jonas Brothers, hagan los religiosos una gira mundial y se planten los fines de semana en las plazas de los pueblos con todas sus estrellas, a las que vemos en provincias tan lejos de nuestro mundo como los americanos de Utah deben de ver por la tele a David Letterman.

Por eso cuando toca defender la Vida siempre me escondo debajo de la cama, justo al terminar de poner la mayúscula que ni sé qué pinta ahí. Un señor que te diga por la calle que él está por la vida y que hay que votarlo es un señor que de alguna manera va a hacerte un daño de la hostia a ti, a

tu hija o a tu abuela. No es sano. Se trata, esto de vivir, de una causa que todavía media humanidad parece ver con malos ojos, o eso se

"Cuando toca defender la Vida siempre me escondo debajo de la cama, justo al terminar de poner la mayúscula que ni sé qué pinta ahí"

nos dice cuando promovemos el aborto, la eutanasia y toda forma legal destinada a vaciar un poco el planeta. Que me parece bien, quizá reglamentá­ndolo todo un poco para que no se nos vaya de las manos.

Con la eutanasia ocurrirá lo mismo. Se volverá a atacar de paso al aborto, como cuando se salía a la calle a gritar a favor de la familia y luego se dejaba la pierna contra los homosexual­es. Yo lo vivo todo un poco fuera de punto, pero recupero las viejas emociones cuando recuerdo los carteles que pedían cárcel para las "ex madres". El lema lo tienen sencillo, pero tan ensimismad­os están que no conceden un guiño al espectácul­o: 'La vida puede ser maravillos­a' en homenaje a un grande, Andrés Montes, que prefirió sacarse de en medio por voluntad propia y por motivos que sólo le atañen a él, como correspond­e cuando uno es libre y no lo negocian los demás.

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