'AUTOREVERSE' SIN FIN
"Las cintas de audio en casete tienen cierta capacidad de despertar nostalgia en mucha gente. O más bien en mucha gente de cierta edad"
Hace años que tengo pendiente cambiar
el radiocasete del coche. Radiocasete, sí, porque es un radiocasete: una radio que tiene una ranura por la que se insertan cajas de plástico que tienen dentro una cinta de audio enrollada. De esa cinta magnética que se puede avanzar o rebobinar con un boli Bic. De la que a veces se atasca en el mecanismo del reproductor y acaba destruida.
No sé por qué nunca he cambiado el radiocasete del coche. Tal vez porque, según la matriz de decisiones de Eisenhower, no es una tarea urgente ni tampoco es una tarea importante. Tal vez porque mientras Bic no cambie el diseño de su bolígrafo tampoco veo la necesidad. O porque soy un procrastinador convencido (no hagas hoy lo que puedas dejar para mañana, no vaya a ser que lo hagas para nada… porque nunca sabes cuándo comenzará el apocalipsis zombi).
Aun así, un día estuve decidido a cambiar el radiocasete del coche. Como tanta determinación me abruma, lo que suelo hacer en esos casos es esperar a que se me pase, así que me puse a mirar el móvil. En apenas unos minutos me crucé con un par de artículos que hablaban del resurgir de las cintas en casete, de las cintas de audio como las que utiliza mi coche.
Uno de esos artículos hablaba de un polaco que se dedica a reparar reproductores de audio de los años 70 y 80 y a convertirlos en equipos de música digital. La conversión que hace Artur, que es como se llama el tipo, es tan simple como ingeniosa: instala un teléfono móvil en el hueco de la pletina (donde antes se metía una cinta de casete) y lo conecta a la salida de audio y a los altavoces del reproductor. La música en realidad la reproduce el móvil mientras que la pantalla del smartphone muestra la imagen de una cinta de casete girando.
Así que, salvo por la modificación en la pletina, el veterano equipo de audio funciona y se conserva tal cual era hace 40 años.
Por cierto, todavía se desarrollan nuevas tecnologías en torno a las cintas magnéticas, porque cuando se trata de almacenar ingentes cantidades de datos ningún otro soporte es capaz de superar la capacidad
de las cintas. Hace no mucho Sony desarrolló un cinta magnética capaz de almacenar el catálogo completo de Spotify. Completo; perreo por aquí, perreo por allá.
Otro de los artículos con los que me encontré en aquel momento decía que una compañía llamada Tascam acababa de anunciar un nuevo modelo de reproductor y grabador digital de cintas de casete. El aparato tiene doble pletina, funciones avanzadas, conexión USB, salida de audio analógica y una estética bastante ochentera. Muy deseable, vaya.
Tascam quizá no te suene mucho, pero tal vez la compañíateac sí.teac es una compañía japonesa de equipos de audio de toda la vida y fue de las primeras que incorporó sonido de alta fidelidad. Tascam pertenece a esateac.
De modo que –a estas alturas de 2018– Tascam todavía desarrolla y vende reproductores de cintas de casete. Y las cintas de audio en casete tienen cierta capacidad de despertar nostalgia en mucha gente. O más bien en mucha gente de cierta edad.
Tanto es así que el autor de ese artículo que me ayudó a pasar el rato –mientras esperaba a que se me quitaran las ganas de cambiar el radiocasete del coche– admite que había empezado a escribir su artículo con intención de criticar quién carajo querría hoy en día un
reproductor de cintas de casete. "Lo termino de escribir –reconocía en el último párrafo– casi convencido de que necesito uno. No tanto porque recuerde el sonido analógico, cálido y atractivo de las cintas de casete, sino porque la mitad de mi vida está guardada en esas cajas llenas de cintas de casete".