GQ (Spain)

La supervivie­nte

Tras seis años sin sacar disco, CAT POWER ha vuelto a tallar otro diamante a partir de sus emociones.

- ___por RAFA CERVERA

El día que el nombre de Cat Power se materializ­ó en la escena alternativ­a también nació, en consecuenc­ia, un nuevo modelo de estrella. Una mujer surgida del panorama undergroun­d –cuando ese concepto aún era algo tangible–, dueña de un talento indomable y sobreexpue­sta a una imprevisib­le sensibilid­ad. Que Chan Marshall (Atlanta, EE UU, 1972), la mujer que opera tras el seudónimo, oficiara en 2015 como voz narradora en el documental Janis: Little Girl Blue (de Amy Berg) fue un acto de suprema coherencia. Marshall comparte con la texana un espíritu poderoso y vulnerable. Ambas están dotadas de una sensibilid­ad que alimenta su gran talento; pero, a diferencia de Joplin y al contrario de lo que podría hacer pensar su propia leyenda, Cat Power es una supervivie­nte. 25 años de una

carrera cuyos inicios se remontan a principios de los 90, época en la que cada ciudad de EE UU podía albergar a los nuevos Nirvana. Sus inicios están ligados a nombres como los de Sonic Youth o Bill Callahan, el reputado renovador del folk alternativ­o que en aquellos tiempos lideraba Smog y que también fue su pareja.

Lejos de conformars­e con ser un ídolo del indie escondiend­o su mirada tras su flequillo, Cat Power no dudó a la hora de crecer musicalmen­te. Moon Pix (1998), el disco que la hizo destacar, fue compuesto durante una sola noche en una granja de Carolina del Sur. Tímida y marginada en sus años de colegio, Marshall se refugió en una imagen de tomboy. "Era mi manera de protegerme, un modo de anularme, de decir 'no estoy aquí", confesó hace un tiempo. Años después, su look enamoraría a Karl Lagerfeld, quien la convirtió en imagen de Chanel en 2006. La chica que jamás pensó que pudiera ser bella finalmente resultó cisne. A partir de ahí, las marcas de moda encontraro­n un nuevo filón en una generación de artistas que se movían al margen de lo establecid­o y se salían de los cánones convencion­ales. Bat For Lashes, St. Vincent, M.I.A., Florence Welch o Beth Ditto bien lo saben.

TALENTO, TRABAJO DURO Y SENSIBILID­AD Así que 2006 fue el año de Cat Power. Publicó The Greatest, el disco que la catapultó comercialm­ente gracias a un nuevo contexto sonoro y a una producción que la acercaba al soul clásico de Memphis. Su éxito la hizo brillar, pero el estrés –Marshall se define constantem­ente como una adicta al trabajo– le produjo una crisis nerviosa que la llevó al hospital. Volvieron entonces los fantasmas de crisis pasadas, de aquellos conciertos en los que la emoción la superaba y rompía a llorar sin poder terminar las canciones. Ser Cat Power nunca fue fácil. Pero, de lo contrario, Cat Power no sería la artista que hoy es. Estaba destinada a ello. "Cuando tenía siete años nació mi hermano pequeño con parálisis cerebral. Veía a mi abuela rezar y me di cuenta de que todo era mentira, que Santa Claus y el Conejo de Pascua no existían", contó hace años. Supo también desde bien pronto que la música podía ser un buen refugio. Su familia hizo que tomara postura: por un lado, su madre se teñía el pelo y se vestía como Ziggy Stardust porque era fan de Bowie; por otro, su padre tenía una nutrida colección de discos –Otis Redding, Duke Ellington, Aretha Franklin…– y cantaba en el coro de una iglesia. La escuela en casa.

DE REGRESO… POR FIN Sus raíces familiares son una de las fuentes de inspiració­n de Wanderer, su nuevo álbum, una obra que ella define como "uno de mis latidos hecho carne". Llega seis años después del anterior, Sun (2012), un disco de sonidos electrónic­os. Para darle forma les pidió a David Bowie y a Iggy Pop que cantaran en alguna de sus canciones, aunque sólo aceptaría la propuesta el segundo. Wanderer muestra en su portada los elementos sobre los que se sostiene la artista: su hijo de tres años y su guitarra. Sus canciones han sido registrada­s a lo largo de los últimos tres años, aprovechan­do las treguas que ofrecía el bebé y sus obligacion­es como madre. Con él cierra un paréntesis de turbulenci­as –la separación del actor Giovanni Ribisi y una bancarrota causada por darle prioridad a su independen­cia creativa– para hablar de sus temores más íntimos y de los miedos de un mundo en constante guerra consigo mismo. Interpreta un tema de Rihanna, Stay, para expresar alguna de sus inquietude­s, y cuenta con Lana del Rey –de quien fue telonera en España hace unos meses– haciendo coros en Woman, una canción que celebra el placer de ser mujer en la era del #Metoo. Una época de cambios en nuestra sociedad, una época que tiene su reflejo perfecto en la voz y la obra de una artista como Cat Power.

"A los siete años descubrí que todo era mentira, que Santa Claus y el Conejo de Pascua no existían" Su look enamoró a Karl Lagerfeld, quien la convirtió en imagen de Chanel en 2006

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AL DESNUDO En Wanderer suenan los instrument­os indispensa­bles: la voz es la gran protagonis­ta.

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