GQ (Spain)

El punk de sangre caliente

Joe Strummer 001, una recopilaci­ón de temas perdidos y rarezas, reivindica la obra de JOE STRUMMER, el músico que hizo que el rock & roll mirara hacia el sur.

- ___por RAFA CERVERA

En 1990, Joe Strummer tuvo ocasión de conocer a Michael Hutchence, de INXS. "¿Cómo te sientes al ser un sex-symbol?", le preguntó Strummer. "Eso deberías saberlo tú", contestó el australian­o. "Yo nunca he sido un sex-symbol, simplement­e fui el portavoz de una generación", replicó Strummer. No era una fanfarrona­da. The Clash habían elevado la cuota de compromiso social del punk desde su irrupción en 1976. Los Sex Pistols dirigían sus puyas a la reina Isabel II, pero The Clash cuestionab­an al partido conservado­r que entonces gobernaba Inglaterra. A partir de ahí, la banda desarrolló un discurso de contenido global. Strummer hizo que el rock & roll dejara de mirarse su ombligo anglosajón.

El que probableme­nte fuera el primer ídolo rock de izquierdas tuvo un reverso trágico. Quienes le conocían aseguran que Strummer era el personaje tras el cual operaba John Graham Mellor, un tipo autodestru­ctivo que tuvo en The Clash el vehículo perfecto para canalizar su angustia. "Había una nube negra sobre él", diría su amigo Jim Jarmusch, que le proporcion­ó su debut como actor principal en Mystery Train (1990). Fue uno de los pocos capítulos triunfales en una trayectori­a que comenzó a dar bandazos el día que Strummer expulsó a su amigo Mick Jones del grupo. Tal y como le confesaría más adelante a Damien Hirst, ese día mató su propia carrera.

COMPROMISO SOCIAL The Clash, ejemplo de discurso e integridad, habían reescrito con London Calling (1979) el vocabulari­o del rock & roll. La obra figura hoy entre los 100 álbumes más importante­s de la historia del pop. Fue el disco de Spanish Bombs, la canción que mencionaba a Lorca y la Guerra Civil española, breve apunte que marcó un punto de inflexión para el grupo. En 1980 publicaban Sandinista!, título que ya no dejaba lugar a dudas sobre la capacidad de compromiso político del cuarteto. Pero, sobre todo, fue el disco que les llevó a explorar otras músicas más allá del pop blanco cuando la world music era aún un término por acuñar. Completaro­n su misión con Combat Rock (1982), una llamada a la reivindica­ción, con canciones como This is Radio Clash o Rock the Casbah. Strummer seguiría ese camino como solista, tras finiquitar el grupo en 1985, incorporan­do músicas latinas a su paleta sonora. Pero ya nada sería lo mismo.

Su madre murió en 1986, el mismo año en que se suicidó su hermano Gabriel. La nube negra a la que se refería Jarmusch ya no se apartaría de él hasta 2002, cuando un problema cardíaco lo fulminó inesperada­mente. La muerte le llegó cuando, tras muchos vaivenes e intentos fallidos, volvía a hacer música relevante: Rock Art and The X-ray Style (1999) fue su pasaporte para brillar en el nuevo milenio, esta vez con The Mescaleros. Strummer, obsesionad­o con los ritmos latinoamer­icanos, autor de emblemas como Rock Against the Rich Tour, el artista cuyo mito está ligado a sus estancias en Andalucía, el creador atormentad­o que ni siquiera se molestó en escuchar la canción que Dylan le regaló para que la cantara, se fue justo cuando acababa de regresar.

En la era de Trump, de Putin y de Salvini, de migrantes sorteando vallas y mares, su voz es más necesaria que nunca. Por fortuna, Ignition Records publica ahora Joe Strummer 001, una recopilaci­ón que cubre toda la carrera del británico, desde The Clash hasta 101ers y The Mescaleros pasando por sus álbumes en solitario. El título incluye rarezas, descartes, temas para bandas sonoras y un álbum íntegro de grabacione­s inéditas (como Rose of Erin). Sonidos de ayer para las batallas de hoy. A las armas.

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