¿Nuevo estándar sartorial?
No sabemos si el diseñador THOM BROWNE será capaz de conseguir que el traje con pantalón corto se convierta en tendencia. De momento no ha tenido un éxito masivo, pero quizá su colaboración con el Barça propicie un futuro diferente.
Las diademas, las mechas y los moñetes. Las camisetas de escote pornográfico, la joyería bling bling y las cejas depiladas. Las recordarás como algunas de las modas masculinas que de la noche a la mañana pasaron de ser objeto de mofa a ser adoptadas fervorosamente y sin reparos por hombres con bajo nivel de riesgo y no muy sobrados de iniciativa estilística. ¿La razón? Que alguna megaestrella del mundo del fútbol aparecía en público luciéndolas. Lo cierto es que los profesionales del balón son para muchos el baremo estético definitivo; y, para bien o para mal, definen lo socialmente aceptable. Son los únicos iconos capaces de romper dentro de algunos sectores sociales la severísima presión que el grupo ejerce sobre el individuo. Así que ahora que se ha hecho público que el diseñador Thom Browne vestirá a los jugadores y al staff técnico del F. C. Barcelona fuera del campo (se ocupará de los trajes formales para los desplazamientos), es lógico plantearse que quizá, dentro de poco tiempo, nos sorprendamos con que algunos de los rasgos de identidad del creador neoyorquino se han convertido en mainstream. Por ejemplo, los trajes sastre de aspecto undersize con pantalón corto y calcetines altos.
Y nos sorprenderemos porque Thom Browne no es un diseñador para todo el mundo, no. De hecho, es bastante remarcable que un club de fútbol (parece ser que fue el propio Barça el que dio el primer paso) haya apostado por una firma considerada nicho, incluso de culto para los insiders de la moda y prácticamente desconocida para el público general. Se trata de una decisión audaz, porque no hace falta ser un revolucionario en el vestir para llevar un traje de Replay o incluso de Dsquared2 (dos de las anteriores marcas que han vestido al club), pero sí hace falta tener mucha osadía para llevar uno de los característicos trajes de Thom Browne. Desde el mes de octubre y durante tres años, periodo que comprende la colaboración, tal vez veamos tomadas las calles por aficionados al fútbol liberados de su pudor y vestidos de colegiales como Brian Johnson de AC/DC. ¿Se extenderá la tendencia al resto de los mortales?
Tras una agotadora crisis creativa y personal, encontró alivio en las visiones y los fantasmas que le habían torturado. De repente, sus miserias se convirtieron en el alimento que necesitaba para salir adelante. Y, para celebrarlo, hizo desfilar en su cabeza a los personajes de su vida al ritmo de una marcha circense de Nino Rota –las mujeres que había amado, los curas que le formaron, los amigos de la infancia, etc–. Ésta, sin embargo, no es la historia de Brunello Cucinelli, sino la de Guido Anselmi, protagonista de la película Ocho y medio, de Federico Fellini. La vida de El rey del cashmere, como se le conoce en la industria de la moda, y la de Anselmi guardan ciertas semejanzas, pero una es de ficción y la otra sólo lo parece.
El joven visionario que nació pobre en el minúsculo municipio de Castel Rigone, en el corazón de la península italiana, es hoy un respetado empresario que hasta ha acuñado su propio concepto para definir su forma de generar riqueza: "el capitalismo humanista", es decir, hacer negocios con ética. Esta idea se traduce en generosos sueldos para todos los empleados, horarios laborales compatibles con la vida personal y el respeto como base de toda relación. "En mi empresa sólo hay una regla: no ofendas a nadie", explica el jefe. Si lo haces, estás despedido.
LA 'FAMIGLIA' Lo que para otros serían recuerdos capaces de amargarles la existencia, para Cucinelli son el motor que le ha empujado a construir una rentable firma de lujo. "Crecí en una casa sin electricidad, televisión, agua corriente ni teléfono; pero nunca olvidaré la mirada amorosa de mi madre. Mi padre siempre me decía: 'Sé un hombre decente'. Y eso que en la escuela nos discriminaban a los que no vivíamos en la ciudad, pero lo cierto es que la pobreza nunca debería ser una razón para ofender a nadie. Hace falta gente que luche en favor de la dignidad humana", afirma. En sus palabras no hay resentimiento, sólo gratitud por haber vivido las experiencias que forjaron esa obsesión con "la dignidad humana", una idea que masculla continuamente.
Con 16 años, Cucinelli vivió algo que determinaría su futuro: "Mi padre estaba en la flor de la vida cuando empezó a quejarse, con lágrimas en los ojos, de que sus jefes lo humillaban en el trabajo. Yo no podía defenderlo, pero en ese momento me prometí que en el futuro viviría y trabajaría por la defensa de la dignidad moral y económica de las personas". Siempre la dignità.
"En los últimos años ha habido una vuelta al buen vestir, a la armonía del buen corte"
LA MARCA A diferencia de Guido Anselmi, Cucinelli no sufrió su crisis en la edad adulta. Sus momentos más amargos los vivió en la juventud, pero en vez de huir de ellos decidió revertirlos con la mejor venganza: el éxito. Como el personaje de Fellini, no reniega de su pasado; lo pone en valor y lo señala como el preámbulo de un futuro de riqueza y dignidad, la que le negaron algunos compañeros de clase o los jefes de su padre. En 1978 fundó su compañía de confección de jerséis de cashmere, algo que en la industrializada región de Umbria nadie había hecho hasta entonces. La apuesta tuvo un éxito inesperado y, tras varias iniciativas para desarrollar el negocio, salió a Bolsa en 2012. La decisión convirtió este filme en un blockbuster.
"En los últimos años ha habido una vuelta al buen vestir, a la armonía del buen corte y el equilibrio de los elementos. Ahora creemos en un lujo estéticamente favorecedor pero cómodo", explica. En el primer semestre de este año, la compañía aumentó sus ventas un 9% y el beneficio neto alcanzó un crecimiento del 20% en comparación con el mismo periodo del ejercicio pasado. Sus prendas de cashmere no son sólo de las más lujosas (y caras) del mercado, son la consecuencia de un guión reescrito mil veces, con renglones torcidos pero pulso firme.
Una fábula verdadera sobre la ambición y los sueños de la infancia Brunello Cucinelli, incansable mecenas, celebra así 40 años de trabajo y 65 de vida.