GQ (Spain)

"Ser un hombre no tiene que ver con la testostero­na. Ser un hombre es no darle importanci­a a serlo" - Javier Rey

- fotografía­s : DIEGO LAFUENTE - POR: PALOMA LEYRA

"¿Ése era sito Miñanco?", me pregunta un taxista tras verme despedir de Javier Rey en una calle de Madrid. "no, era el actor de 'Fariña". "ah, pues eso decía yo, Sito. Era Sito". Rey acaba de irse, pero querría haberle contado la anécdota. Aunque no sería la primera vez que le pasa, porque la serie que ha protagoniz­ado este año le ha dotado de una nueva identidad de la que segurament­e le costará desprender­se. estas cosas les ocurren a los intérprete­s cuando les llega un personaje que trasciende su piel. más allá de la melena, el bigote o el acento gallego, nuestra retina quiere reconocer al protagonis­ta de una gran historia.una como la del narco Sito Miñanco, personaje clave de la serie y de la novela de Nacho Carretero ambientada en la Galicia de los años 80, cuando Javier todavía era un 'neno'. el actor, sin embargo, quiere ahora contarnos la suya.

Sentado en un sofá Chester, Javier Rey (Noia, Coruña, 1980) apura un café solo y un mini bocadillo porque son las cuatro de la tarde y apenas ha comido. En Madrid hace casi 40 grados, y el actor va en camiseta y pantalones cortos. Justo ese día, en su pueblo natal, en la Ría de Muros, se celebra el día de Santiago, patrón de Galicia, y Rey confiesa sentir algo de morriña –"Va en nuestro ADN", justifica–. Una nostalgia que casa con aquello que decía el galleguist­a Castelao: "Si los caminos nos tientan a caminar es porque dejamos una luz encendida en la casa donde nacimos para poder volver". Y Javier parece que no sólo volvió "a casa" para rodar Fariña, la exitosa serie de Antena 3 que Netflix ofrece en medio mundo –en los países de habla no hispana han adaptado el título como Cocaine Coast–, sino a revisitar su propia vida, aquella que le recuerda el verano azul de su infancia, ajeno a cualquier otra preocupaci­ón. "Yo tenía 12 años cuando tuvo lugar la Operación Nécora y antes no entendía a aquellos 'señores' de 15 o 16 años que se pasaban el día parados, o a aquellos otros que se largaban del pueblo. Sí recuerdo oír aquello de 'Fulanito desapareci­ó'… Pero fue más tarde, en la adolescenc­ia, cuando entendí aquello que pasaba, el sufrimient­o de las familias, y sentí la suerte que había tenido por lo sanos que eran nuestros padres", cuenta. "Aunque también recuerdo que jugaba en un campo de fútbol donde había jeringuill­as por las gradas y era una imagen que, hasta que hice la serie, tenía casi olvidada".

___Han tenido que pasar más de 25 años para que la ficción –o mejor dicho, la realidad que tan bien narra el libro de Carretero– rescate aquella historia que tuvo lugar en Galicia durante los años 80, y la de sus hasta entonces intocables protagonis­tas. Entre ellos, el más carismátic­o, José Ramón Prado Bugallo. Miembro de una familia de mariscador­es de Cambados conocida como "los Miñanco", era un chico despierto y ambicioso que escaló todos los peldaños del negocio con el sueño de convertirs­e en alguien relevante y tener un cochazo. El mismo que en poco tiempo pasó de ser un avezado piloto de planeadora­s en la era del Winston de batea a blanqueado­r de capitales en Panamá, y rey del narco cuando decidió dar el salto a la cocaína, que le permitió tratar de tú a tú con el cartel de Cali. Una ficción que superó con creces la realidad cotidiana de la zona y que formó parte del entramado social y económico de aquella incipiente Sicilia gallega. "Mis padres nos insistían mucho en aquello de no aceptar esto o no probar aquello… –recuerda Javier sobre la sombra alargada de las drogas–, pero tampoco nos tenían encerrados en casa. Todos los chavales de mi edad éramos callejeros, pero había una confianza muy grande por parte de nuestros progenitor­es", rememora el actor, confesando a cambio que este trabajo le ha permitido completar algunas piezas que le faltaban del puzle.

___Para entender a sus personajes, y a Sito Miñanco en particular, dice que lo que procura es hacerse preguntas. Muchas preguntas. "Sentirte el más pequeño es lo que te impulsa a que quieras ser gigante. Pero uno no quiere convertirs­e en gigante por casualidad. Estoy convencido –y hablo siempre del personaje de ficción– de que si a este personaje alguien le dice al principio que se convertirí­a en el tipo que fue, habría dicho que no, que jamás sería eso. Pero si observas esos pequeños complejos, esa sensación de ver cómo los demás avanzan a tu alrededor mientras en tu propia familia no tienes apenas qué echar de comer al plato… Si te pones en ese lugar de verdad y lo trabajas desde ese punto, acabas entendiénd­olo".

___Esa capacidad de meterse en la piel de sus personajes le ha llevado a lugares que no siempre resultan fáciles ni cómodos. Cuando dicen "corten", ¿cómo se lleva eso a casa? "Llevándote­lo. En eso consiste este trabajo", explica con tranquilid­ad.

"DE NIÑO JUGABA EN UN CAMPO DE FÚTBOL ERA DONDE HABÍA JERINGUILL­AS. UNA IMAGEN QUE TENÍA OLVIDADA HASTA QUE HICE 'FARIÑA"

"Yo creo que en el sueldo va la capacidad que tenga cada uno de ver qué hace con eso. Tienes que separarlo de tu vida, y si no, pues con el tiempo pasa. Con Fariña me fui a casa de maneras muy distintas: a veces con vergüenza, a veces con ganas de venganza; pasas desde el amor más puro al deseo, o a sentirte el tipo más pequeño del mundo e intentar ponerle remedio a eso". Pero continúa convencido de que hacerse preguntas le ayuda a entender cosas. Javier no busca disculpas ni justificac­iones. Sólo investiga, rastrea, lee, escribe.

___El actor tuvo varios meses para darle sentido y verdad a su interpreta­ción. No se trataba de hacer una agenda cronológic­a, sino un relato humano. Y vaya si lo consiguió, porque su Sito está lleno de aristas, recovecos, dudas, matices, luces y sombras. Reconoce trabajar sus personajes casi obsesivame­nte, siempre que el tiempo lo permita: "Si te dejan mucho, nunca hay un fin. Un día te llaman a filas y tienes que estar, pero siempre albergas la sensación de que te falta más, como cuando vas a un examen, que siempre te gustaría tener una semana más. Yo lo único que procuro es no juzgar, soy mucho de ir atrás, de intentar entender por qué están donde están, qué pasó antes. Soy muy obsesivo al tratar de rellenar los huecos y conocer quién es el tipo que me toca enfrente". Y sus deberes los hace también con pequeños rituales: emplea varias libretas, de las que filtra notas de una a otra para acabar haciendo mil anotacione­s con letrita pequeña en los márgenes de los guiones, "siempre con bolígrafo negro", aclara. Sólo entonces se deja llevar: "Si mi personaje sufre, yo sufro con él", zanja.

___El trabajo de un actor, lo saben todos, te brinda muchas posibilida­des de aprendizaj­e. No sólo las relativas al ser humano. A él le ha permitido aprender de moda, como cuando interpretó a Mateo en la serie Velvet –cuya nueva temporada ya puede verse en Movistar+–, o a Balenciaga en Lo que escondían sus ojos; de física cuántica, por su protagonis­ta en la película Sin Fin, de los hermanos Alenda –que se estrena el 31 de octubre y por la que recibió la Biznaga de Plata en el último Festival de Cine de Malaga–; y, cómo no, de economía sumergida, drogas y lanchas en Fariña. Hijo de un capitán de barco de los que llevaba buques a África, dice que nunca navegó mucho por aquello de "en casa del herrero…", pero en esta ocasión se desquitó pilotando él mismo las lanchas que planeaban entre las bateas. Sin apenas usar un doble. "Se me dio bien y siempre queda mejor cuando haces tú los planos ante la cámara", justifica. Pero

"SER UN HOMBRE NO TIENE QUE VER CON LA TESTOSTERO­NA.SER UN HOMBRE ES NO DARLE IMPORTANCI­A A SERLO"

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