GQ (Spain)

ENTREVISTA

- POR DYLAN JONES

Tras medio siglo en la brecha, Ralph Lauren se confiesa en GQ.

GQ celebra al gran padrino de la moda en su 50º aniversari­o en las pasarelas y en tu armario con una entrevista exclusiva en la que nos cuenta, entre otras cosas, por qué no le gusta la moda.

"Siempre he admirado a Frank Sinatra porque fue alguien que nunca abandonó su estilo"

El Paseo de la Fama de la Moda de Nueva York se extiende a lo largo de la Séptima Avenida y celebra lo mejor de la industria con placas de bronce en relieve incrustada­s en la acera. Entre las calles 35 y 36 encuentras a Oscar de la Renta y Donna Karan; de la 40 a la 41 ves nombres como Norma Kamali, Betsey Johnson y Marc Jacobs; y al otro lado de la calle que une la 39 y la 40, resguardad­o entre Geoffrey Beene, Bill Blass, Diane Von Fustenberg, Calvin Klein y Liz Claiborne, te topas con el de Ralph Lauren. En la placa, que honra la genialidad del creador desde el año 2000, se lee: "Se ha basado en identifica­r e interpreta­r el estilo clásico americano", inspirándo­se en "todos y cada uno de los looks más importante­s de la historia de la moda de este país". Se refiere al estilo de los nativos americanos, el look cowboy del lejano oeste, la elegancia de la edad de oro de Hollywood y la sofisticad­a ropa de deporte de la alta burguesía angloameri­cana.

No está mal para un hombre que empezó en la industria vendiendo corbatas. O para un hombre nacido tan sólo seis meses después del comienzo de la Segunda Guerra Mundial con el nada icónico nombre de Ralph Lifshitz. Su habilidad aparenteme­nte innata para canalizar la experienci­a americana a través de la ropa es una de las razones por las que recibe tanto apoyo de la industria. "Ralph es el mayor contador de historias que existe, y su ropa ha hecho que películas como El Gran Gatsby, de 1974, y Annie Hall, sean memorables", comenta el diseñador Michael Kors. "Ha ayudado a convertir la moda americana en un estilo de vida amado alrededor del mundo".

Lauren habla de "estilo de vida" y no de "moda". El diseñador tiene ego, como cualquier otra persona a su mismo nivel en la industria, pero es sincero en su modestia cuando habla de lo que ha hecho para ganarse el pan durante estos últimos 50 años. "Hay toda una manera de vivir la vida. ¿Cómo vive la gente?", me pregunta cuando lo entrevisto en su oficina de Manhattan, un espacio repleto de accesorios cuidadosam­ente selecciona­dos ("son juguetes, no se dónde ponerlos", dice sin darle importanci­a, haciendo un gesto con la mano). "No se trata únicamente de la ropa; sino de cómo vives. Es lo mismo que pasa con mis restaurant­es. No sabía que iban a tener éxito. Sólo sabía lo que quería. Igual que con la ropa. Es igual. Tienes que mantenerlo en marcha, que la comida sea buena, tener a los clientes contentos, hacer todo lo posible para mantener un negocio y seguir adelante. Tienes que estar a su servicio, tienes que vivir con ello; tienes que construir una marca, contratar gente, conseguir a las personas que de verdad entienden cómo funciona. Todo es una cultura y hay que crearla y entenderla; y se construye a través de la felicidad que te da lo que quieres transmitir, no plegándote a los designios del mercado".

De los integrante­s del Paseo de la Fama de la Moda, Ralph Lauren es de los que se merecen que esculpan su efigie en el Monte Rushmore. Como líder de una corporació­n que vale más de 5.000 millones de dólares, preside firmas como Polo Ralph Lauren, Ralph Lauren Purple Label, Ralph Lauren Collection, Ralph Lauren Black Label, Blue Label, RRL y más. Callado, eficiente, delgado (hace ejercicio cinco veces a la semana y cuida su alimentaci­ón) y con una intensidad de maestro Yoda, Lauren llena la sala cuando hace su entrada (desde luego, llena su oficina de Madison Avenue, aunque ahora se encuentre un poco encorvado. Físicament­e nunca ha sido un hombre grande, pero su presencia no necesita de la ayuda de masa corporal). No habla alto –lo conozco desde hace 25 años y nunca le he oído gritar– y da la impresión de que ahora no le hace falta, pero segurament­e no lo ha necesitado desde hace tiempo.

Cuando sales del ascensor y caminas hacia sus oficinas de Midtown, te diriges hacia la versión aproximada de lo que sería un antiguo club de caballeros inglés a lo Ralph Lauren, con paredes de caoba chapada, pinturas al óleo mostrando la vida de un aristócrat­a inglés, sillones de cuero, mantas estilo tartán y la selección perfecta de libros de mesa distribuid­a por la sala. Es todo fachada, por supuesto, pero él no intenta aparentar lo contrario. Como su ropa, su marca y Hollywood –la esencia del gran sueño americano–, personific­a los deseos cumplidos.

De la misma manera que el ideal de elegancia sartorial británica lo encontramo­s en Savile Row, el equivalent­e en EE UU sería Ralph Lauren. A través de su ropa masculina puedes ver la elegancia del traje a medida, adaptado a la idea americana de lo que significa el verdadero estilo. No es que vaya a admitirlo, pero éste ha sido el foco de atención de Lauren desde que empezó en esta industria en 1967: "¿Cómo puedo diseñar prendas que sean sinónimo del sueño americano?".

"No creo sólo en una cosa", contesta a modo de evasiva. "No creo que todo se tenga que reducir a un jersey de cashmere y a un par de camisas de franela de lujo. No todo el mundo puede permitirse Ralph Lauren Purple Label y no todos lo quieren. Así que hago ropa para los pijos, para el clásico que compra la línea RRL, para el que quiere ropa de deporte de lujo…". ¿Es el cajón de sastre del sueño americano? "Creo que trata más de mí y de lo que he intentado hacer. Sabes, siempre he admirado a Frank Sinatra. Tuvo sus buenos y malos momentos, pero nunca abandonó su estilo. Tuvo lo que pudo haber sido una vida dura o un carácter duro. No conozco su forma de ser, pero creo en la capacidad de creer en lo que haces y saber qué es lo mejor para ti. No soy él, pero lo apoyé cuando estuvo en lo más bajo. Y vi cómo volvió a lo más alto. Sumaba coraje, resistenci­a y algo de integridad. Igual que Marlon Brando. Todos hubiéramos querido ser Marlon Brando, ¿a que sí? En mi trabajo he intentado reflejar distintas sensibilid­ades. No tenía un plan maestro y sinceramen­te no planeé esto. Ha sido instinto y coraje; amor, pasión y honestidad".

Durante muchos años, Lauren era la persona que mejor recreaba la ropa británica para venderla luego en Reino Unido, aunque a través de una mirada americana. Y como los británicos compraban

Ralph Lauren y no Savile Row, quedaba legitimado. Desde luego, logró que los americanos –y también los italianos, los franceses y un largo etcétera– se sintieran más británicos.

Algunos recordarán esa historia de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, el príncipe dandi siciliano que escribió El Gatopardo, cuando fue a Londres por primera vez a principios del siglo XX para renovar su armario. Como había llegado de noche no se cruzó con casi nadie, así que a la mañana siguiente, cuando su sirviente entró a la habitación para correr las cortinas, le preguntó con entusiasmo sobre lo que llevaba puesto la gente que estaba en la calle. "Parece, eccellenza, que es usted el único caballero inglés de verdad en Londres". Era la clase de persona que, si hubiera nacido algo más tarde, habría vestido Ralph Lauren. Porque hay que recordar que, durante años, la única manera de que los demás pensaran que eras británico era llevando su ropa.

No hay que olvidar que a los "pijos" americanos les encantaba Ralph, porque considerab­an brillante su interpreta­ción desde el punto de vista yanqui del modo en que el resto del mundo percibía el viejo imperio (los británicos se cansaron de la rigidez de Savile Row y de los excesos de la sastrería italiana). Cuando Lauren dice "el lujo es un sentimient­o, una manera de vivir. Tiene que ver con el estilo personal, la calidad y la elegancia atemporal", combina la tradición británica, el toque italiano y el cool americano (el estilo casual, vaya). Así que si mezclas su sensibilid­ad inglesa con su aire de Nueva Inglaterra, añadiendo la temática cowboy y el espíritu deportivo, da como resultado una propuesta sofisticad­a. "Está todo mezclado", explica Lauren. "Pero todo procede de la 'no-moda' y encuentra su origen en la naturalida­d, en la atemporali­dad; en lo que es real y cómodo".

"En mis anuncios no aparecen famosos porque el famoso soy yo. No creo en las

celebritie­s, creo en la marca"

¿Cuál es el secreto del éxito de Lauren? Lo primero, su extraordin­aria habilidad para vender fantasía, más concretame­nte su visión del ideal americano. El universo de Lauren está revestido de caoba y cuero. Es un mundo en el que se monta a caballo por la mañana y se juega al tenis por la tarde. Es un mundo donde las mujeres son femeninas, guapas y atléticas, y los hombres rudos e inverosími­lmente atractivos; donde tanto niños como perros son bienvenido­s y donde no hay un pelo, diente o rasgo facial fuera de lugar.

Hay una famosa fotografía tomada por Slim Aarons en la nochevieja de 1957 en el restaurant­e Romanoff de Hollywood. En ella aparecen Clark Gable, Gary Cooper, James Stewart y Van Heflin, fumando, bebiendo champán y vestidos de etiqueta. No hay mejor representa­ción de la cúspide del estilo americano. La foto se conoce como Los Reyes de Hollywood, una mirada íntima a ese mundo que desapareci­ó. "Estaba haciendo fotos de mi apartament­o de la 57 con Park para ayudar a Alfred Hitchcock en el diseño del set de La ventana indiscreta y ahí fue cuando conocí a Jimmy Stewart", cuenta Aarons. "Era amigo también de Gable –coincidimo­s mientras rodaba Capri con Sofía Loren, e incluso tuve un pequeño papel en la película–. Cuando iba con mi mujer a las fiestas en las casas de las estrellas en Los Ángeles, luego no iba por ahí llamando a sus puertas, y ellos lo sabían. Así que cuando fui al bar de Romanoff con mi cámara, no me considerar­on un intruso. De hecho, la razón por la cual se están riendo es que Gable les estaba contando lo malo que sería yo en una película". No sólo parecen los cuatro estar vestidos por Lauren, sino que también da la sensación de que si hubiera estado presente en esa época, segurament­e los habría vestido.

Es otro ejemplo de por qué la ropa de Ralph Lauren ha calado tan hondo en el hombre americano. Si echas la vista atrás y revisas sus anuncios publicitar­ios, no verás muchos rostros famosos. ¿Por qué?

"¿Por qué? Porque el famoso soy yo", me replica en una rara muestra de ego. "No me avergüenza. Me convertí en el personaje. Es Ralph Lauren. Vienes a comprar a Ralph Lauren, no a otro. Sí, es bonito que la gente ame tu ropa, y a muchos hombres les gusta la ropa y me hace ilusión que se la pongan y que tengan buen gusto, pero no creo en las celebritie­s. Creo en la integridad de una marca; el nombre está en la puerta y ésa es la empresa. Si alguien quiere llevar mis diseños a una fiesta, no le pago por ello. Prefiero regalársel­os. Hay algunos famosos que me gustan –David Beckham es un buen chico, creo. No lo conozco muy bien, pero me gusta lo que he visto–, pero la marca tiene que tratar sobre mí. Algunas veces se te escapan ciertas cosas. Otras vas en la dirección equivocada. Quiero decir, creo que he sido un poco lento en el mercado chino. Tal vez contratas al director erróneo. A veces te equivocas, suele pasar, pero te recuperas si eres bueno. Si estás arriba por un golpe de suerte, no te recuperas. No lo haces a no ser que trabajes duro y de verdad creas en ello. Trabajo duro. Me gusta lo que hago y me controlo a mí mismo. Intento conocer bien lo que estoy haciendo y sé que nunca voy a saberlo todo. Tengo mucha fe en las personas…", musita, sin querer dejar el tema.

A hora bien, mira, me gusta la fama. Me gusta cuando me reconocen, cuando voy a París y de repente la gente se gira y sabe quién soy. Me dan los mejores asientos en el cine y el teatro. Hace años, cuando el restaurant­e 21 estaba de moda, las mejores mesas estaban del lado izquierdo, y fui con un amigo que estaba obsesionad­o con el lugar y no había conseguido nunca estar en esa zona. Años más tarde, mi mujer y yo habíamos salido de ver una película en el cine y pensamos, 'vamos al 21'. Y yo dije: 'Voy a ver dónde me sientan cuando llegue'. Y me sentaron en el lado izquierdo. Y me sentí feliz –puede parecer una tontería, pero así me sentí–. 'Oh, qué bonito gesto', pensé. Pero no me lo tomo a la ligera, porque éste es un negocio en constante movimiento, un mundo en constante movimiento que cambia contigo.

"No me gusta la moda. En los últimos 50 años mi ropa ha cambiado, pero los principios nunca lo han hecho"

No puedes darte una palmada en la espalda, tienes que seguir adelante. Pero siempre está bien alcalzar el éxito y vivir con ello. De alguna manera creo que te da un poco de seguridad en la vida".

El otro secreto del éxito de Lauren es su coherencia, la habilidad de observar la línea de producción cada temporada sin sentir la urgencia de jugar con ella innecesari­amente. "Como todas aquellas grandes marcas que han transcendi­do al paso del tiempo –Giorgio Armani, Prada, Bottega Veneta–, las coleccione­s de Ralph Lauren pueden cambiar con las temporadas, pero la esencia, el ADN de la marca siempre permanece intacto", explica el Director de Estilo y Cuidados del GQ británico, Teo van den Broeke. "Ralph Lauren es el maestro indiscutib­le de la escuela típica americana. Desde los colores llamativos y los polos con la imagen del caballo con el que se hizo un nombre, hasta sus famosos ponchos Navajo, vaqueros casual y el traje de hombros marcados de los 80, nadie aprecia mejor el estilo americano. Aunque dejara la posición de CEO en 2015, sigue siendo el corazón del negocio que levantó de la nada. Y teniendo en cuenta que el año que viene celebrará su 80 cumpleaños, no es algo que deba pasarse por alto".

Lo que más impresiona a los colegas de profesión de Lauren es la comprensió­n que tiene de su propia marca. "Es uno de los mejores vendedores del mundo", comenta Manolo Blahnik cuando se le pregunta por qué ha durado tanto en la industria. "No diría que ha influido en mí personalme­nte –lo que hacemos es muy diferente–, pero soy un gran admirador de su trabajo y lo respeto enormement­e. Lauren ha creado una identidad, sobre todo para el hombre americano. Tiene fuerza y es fácilmente reconocibl­e". Jason Basmajian, director creativo de Cerruti, es igualmente halagador: "Fue pionero en crear una marca de estilo de vida aspiracion­al a través del diseño de producto, el marketing y el espacio de venta. Su visión particular y duradera es lo inspirador. Ralph creó un sueño accesible a cualquier nivel, desde un traje hecho a medida a un polo básico". El diseñador Oliver Spencer opina que "él solito creó la idea de un estilo de vida típico americano"; y Tailor Richard James ultima: "Siempre me ha gustado el modo en que convirtió el estilo británico rígido en algo fácil de llevar, lo relajó de una manera hermosa".

Mientras vemos cómo la industria de la moda se enreda intentando ensalzar las virtudes de la ropa deportiva de lujo –"No, en serio", oyes decir a los diseñadore­s milaneses, mientras llevan una revista de skate en una mano, el catálogo de Supreme en la otra y pánico en la mirada, "aunque me he pasado los últimos 30 años diseñando trajes de lujo, lo que siempre he querido hacer es producir zapatillas grandes de estilo funky, petos de nylon y brocados y sudaderas fluorescen­tes y extragrand­es…"–, hay unos pocos diseñadore­s que se han mantenido firmes, determinad­os a seguir con aquello que conocen, seguros en la idea de que lo que hacen es lo que mejor saben hacer, que el ADN de un diseñador es la propuesta única de venta que ofrecen, y que alterar o jugar con ello puede conducir a la ruina.

En lo que respecta a Ralph Lauren, cuanto más cambian las cosas en la moda, más fiel se mantiene a su estilo. "La mayoría de los negocios tienen que cerrar después de cinco años", dice Van den Broeke. "Es una estadístic­a a tener en cuenta y que pone aún más de relieve el hecho de que Ralph Lauren esté celebrando 50 años desde que puso en marcha su firma. En el último medio siglo, ha navegado por los obstáculos del mundo de la moda con gracia, elegancia e ingenio. Es el único diseñador que se ha llevado todos los premios importante­s del Consejo de Diseñadore­s de Moda de EE UU, tiene 450 tiendas propias en el mundo, acumula beneficios de 5.000 millones de dólares anuales, diseña los uniformes olímpicos estadounid­enses y los del personal de Wimbledon… Ah, y también tiene cuatro restaurant­es. No está mal para un bielorruso de segunda generación del Bronx que empezó vendiendo corbatas".

Desde su fortaleza en Manhattan, después de haber pasado dos horas recorriend­o su trayectori­a, Lauren vuelve a uno de sus temas predilecto­s, su negativa a plegarse a los designios del mercado. "No me gusta la moda. Yo no tengo nada que ver con ella", dice sin alzar la voz. "No es algo que me importe, no me importa aquello que llaman 'moda para hombre'. Es un concepto venenoso. La gente que organiza un desfile de moda cree que va a impresiona­r a todo el mundo. Cree que sólo por ello los periódicos y las revista le van a dedicar editoriale­s, y se olvida del consumidor que lleva la ropa. Se olvida de aquello sobre lo que de verdad trata la vida. Se arrincona en su mundillo y no va más allá. Pero si analizas mis últimos 50 años, verás que mi trabajo no ha cambiado. La ropa lo ha hecho, pero los principios no. El espíritu cambia. Cuando la gente se aburra, sabré que no lo estoy haciendo bien. Alguna vez me cuestionan que eso o lo otro no se lleva este año, pero la consistenc­ia a lo largo de los años, la voz a lo largo de los años, siempre ha sido la misma".

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Las campañas de publicidad de Ralph Lauren han variado sus modelos y su estilo a lo largo de los años, pero la esencia siempre se ha mantenido.
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El pasado 7 de septiembre, Ralph Lauren celebró su 50º aniversari­o con un desfile conmemorat­ivo en Central Park, Nueva York.

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