El arte de ir hecho un cuadro
Ahí donde lo ves, con aspecto de abastecerse en la parroquia más cercana, el actor JONAH HILL viste prendas de Gucci, Prada y Saint Laurent. ¿Su misión? Evangelizarnos en la nueva doctrina 'scumbro'.
Dice Kim Jones, ideólogo de la aventura creativa formada por Supreme y Louis Vuittton (y flamante director artístico de Dior Homme), que el término streetwear no tiene ningún sentido porque es redundante. "La ropa la vestimos en la calle, así que todo es streetwear", afirmaba recientemente en las páginas de Highsnobiety. Independientemente de cualquier otra consideración, el diseñador británico tiene razón. Llamar ropa de calle a la ropa de calle es como subir arriba o bajar abajo. Tal vez por eso, y a riesgo de parecer melindrosos, cada vez son más los insiders que prefieren categorizar por familias las prendas deportivas que no sirven para hacer deporte… y en tribus a sus partidarios. La que hoy nos ocupa es la de los scumbros, tipos a los que les encanta ir hechos un cuadro pero con carísimos diseños de firmas de lujo. Ahí están Justin Bieber o Pete Davidson, uno de los fichajes más jóvenes del programa Saturday Night Live y prometido de Ariana Grande. Ya lo dijo Dolly Parton: "Cuesta mucho dinero tener un aspecto tan barato".
HILL, EL REY DE LOS CIEGOS La brecha generacional, que en teoría limitaría esta práctica a los posadolescentes muchimillonarios, no parece afectar al actor Jonah Hill, un talento de 34 años nominado al Oscar en dos ocasiones (en la categoría de mejor actor de reparto por Moneyball y El lobo de Wall Street). El hijo de la diseñadora Sharon Lyn se ha hecho un hueco entre los tipos más monitorizados por GQ o el desaparecido blog masculino Four Pins, hoy reconvertido en una influyente cuenta de Twitter. Su logro consiste en mezclar camisetas tie dye (arriba, con la de la selección lituana de basket de Barcelona 92), plumíferos XXL, abrigos camel con shorts, tank tops con pantalón de vestir o zapatillas feas. Y, por alguna misteriosa razón, en él todo parece coherente.
Si asumimos que la historia se repite primero como tragedia y luego como farsa, el revival del estilo deportivo de los 90 no para de ofrecernos momentos antológicos. A saber qué pensarán las señoras bien de Park Avenue al ver a Hill, lookazo a cuestas y té helado en mano, paseando por la acera del Carlyle con una sonrisa que revela que el rey de los scumbros sabe algo que el resto de los mortales desconocemos.
Este verano sonaba Soulmate en Spotify. Bajo esa atmósfera tropical y de neones producida por Nineteen85, ángel de la guarda de Drake, la canción nos llevaba a preguntarnos cómo ha llegado nuestro protagonista hasta allí. Sorprendentemente, el último ejercicio creativo de Justin Timberlake (Tennessee, EE UU, 1981) tiene que ver con la moda. A principios de octubre Levi's lanzó la colección Fresh Leaves, una selección de veinte prendas icónicas de la firma pasadas por el infalible filtro artístico del cantante. En este punto hay que reflexionar sobre su capacidad para hacer suyo todo lo que toca.
Exactamente igual que ha hecho siempre llevándose a su terreno el intocable soul o el tan arriesgado funk. Debe de ser que crecer en Memphis, tierra de Elvis, imprime carácter. Artista curtido por los focos desde temprana edad en el Mickey Mouse Club, al lado de Christina Aguilera, Ryan Gosling y Britney Spears, Timberlake dio sus primeros pasos sobre el escenario encandilando a América. Gosling y él se disputaron el corazón de Spears entre bambalinas. Finalmente se lo robó él. Era inimaginable predecir lo que vendría después.
Pocas cosas despiertan tanto respeto como aquellas personas que dedican su vida entera a algo. Unos a la danza, otros al piano; o, como en su caso, al show business. En aquellos 90, el estratosférico éxito de grupos como New Kids on the Block o Take That pedía a gritos más boy bands; era el momento para que las quinceañeras se tirasen de los pelos viendo a los Backstreet Boys y los *NSYNC (integrado por Timberlake y cuatro más). Era el momento del sonido enérgico de Zomba Records. En la gira de *NSYNC, Britney era telonera, y juntos oficializaron una relación que definió el amor adolescente de los 2000.