FOTOGRAFÍA
Lauren Greenfield captura la vida privada del 1%. Y no es agradable.
Así se entretienen los jóvenes cachorros del tardocapitalismo.
En su último proyecto multiplataforma, la fotógrafa y documentalista norteamericana Lauren Greenfield presenta una crónica desapasionada y quirúrgica de una civilización, la nuestra, que se ha estabilizado en su declive. La caída de Roma, pero a cámara lenta y con bolsos de Hermès por todas partes. Generation Wealth (ed. Phaidon) nació como libro de fotografías sobre las vidas privadas de aquellos privilegiados a quienes la crisis de 2008 pareció no tocar, pero donde realmente alcanza todo su potencial es dentro de la experiencia inmersiva que, hasta febrero de 2019, se aloja en el Fotomuseum de La Haya (Holanda). Escuchar hablar a sus acaudalados sujetos de estudio durante el documental que cierra el círculo es aún más impactante que verlos inmortalizados por la cámara impersonal de Greenfield: estos humanos del tardocapitalismo en sentido estricto, estos purasangres del 1%, llevan una década esperando a que la Muerte Roja penetre en las estancias interiores de sus mansiones. O a que su Titanic choque de una vez contra el iceberg, hundiendo para siempre el nihilismo endémico y la obsesión patológica por la riqueza material que han asumido por una cuestión de pura supervivencia.
"Mi objetivo", nos explica la autora, "era centrar la atención en el peligroso modo en que nuestros valores y comportamientos han cambiado durante el curso de una generación. A medida que la movilidad social se convertía en un objetivo imposible para la mayoría, el sueño americano se ha ido corrompiendo. Hemos pasado de valorar el trabajo duro y la disciplina a desear la fama y el narcisismo. Un insaciable deseo de poseer más y más está consumiendo a todo el espectro socioeconómico. Lo que tenemos y lo que somos se nos antoja insatisfactorio". ___GQ: ¿Crees que el origen de está insatisfacción reside en el Crash de 2008? ___L. G.: El Crash nos cambió, tanto a nivel social como a nivel humano. En el libro y en el documental vemos a mucha gente reaccionando y tomando conciencia después de haber sufrido diferentes traumas, pues en ocasiones generan una destrucción creativa necesaria para el aprendizaje, para el cambio. Las crisis son dolorosas, pero también son el modo en que crecemos. Lo que espero haber podido contar con Generation Wealth es que también podemos aprender algo de las crisis que han sufrido otras personas. ___GQ: ¿En qué sentido? ___L. G.: Mientras trabajaba en el proyecto, me convencí de que nuestros deseos y aspiraciones sobre el dinero, la fama, la belleza y la juventud son adicciones destructivas, tanto como las que crean el alcohol o las drogas. A veces, sólo puedes iniciar el proceso de recuperación después de haber tocado fondo. Y eso fue, de alguna manera, lo que el Crash de 2008 supuso para cierto sector de la sociedad. ___GQ: Este es un proyecto internacional, para el que viajaste a países como China, Rusia o Dubái. ¿Te sorprendió comprobar lo similar que es la gente rica en cualquier parte del mundo? ___L. G.: Decidí expandir las fronteras del proyecto, en lugar de centrarlo simplemente en mi país, cuando vi la influencia que la globalización y los mass media han tenido en el resto del mundo. Aquello a lo que antes solíamos referirnos como sueño americano está presente ahora en diferentes culturas de todo el planeta. En particular, las sociedades poscomunistas de Rusia y China fueron realmente interesantes, ya que son lugares donde la revolución niveló la diferencia de clases. Por tanto, su ingreso en un sistema capitalista se vio acompañado de un impulso frenético por restablecer el estatus social, por adquirir productos de lujo que sirvieran como símbolos de clase. Sin embargo, lo esencial del colapso que sufrimos a finales de la década pasada no es sólo su carácter internacional, sino lo sorprendentemente parecidas que fueron sus consecuencias en diferentes países. Me di cuenta de que los cientos de historias que llevo cubriendo desde los 90 podrían estar interconectadas, que todas formaban parte de una narrativa más grande. Generation Wealth tiene un componente casi arqueológico para mí: volví a algunas de las personas con las que había trabajado antes en mi carrera y me interesé por lo que había sido de ellas. Por cómo les había afectado el cambio de valores que hemos experimentado en nuestra era.
"Un deseo de poseer más y más está consumiéndonos a todos. Lo que somos y lo que tenemos se nos antoja insatisfactorio"
Greenfield se muestra cauta ante las etiquetas. Cuando le mencionamos una que se suele asociar con insistencia a su trabajo, su reacción lo dice todo: "Nunca había oído que me considerasen una 'poetisa del exceso', pero me tomaré ser la poetisa de cualquier cosa como un halago". Lo mismo va para su estatus como cronista de excepción durante el fin de un imperio. "Es algo que se sugiere al final del documental", reconoce. "Fui testigo de una decadencia y un exceso sin posibilidad de sostenerse en el tiempo, algo que se parece mucho a una caída imperial". ___GQ: ¿Crees que nuestra sociedad alberga alguna posibilidad para el cambio? ¿O realmente estamos condenados? ___L. G.: Creo en el cambio. El final del documental, de hecho, es bastante esperanzador, ya que pude observar el viaje interior de algunas personas que realmente aprendieron a valorar lo importante de la vida, aunque fuese a través de experiencias duras. El modo en que Islandia cambió su gobierno, su vida cotidiana y sus valores tras el colapso económico fue muy inspirador. ___GQ: Tu mirada sobre las nuevas generaciones también parece especialmente optimista. ___L. G.: Sí, también vi la posibilidad de redención en los hijos e hijas de muchos de estos personajes. Ellos son los que más han experimentado los extremos del modo de vida que se retrata en Generation Wealth. En concreto, la película acompaña a los hijos de una generación adinerada que vivió de un modo muy excesivo en la Los Ángeles de su adolescencia, y que ahora ha decidido criar a sus propios hijos siguiendo un camino diferente.
Hemos llegado al momento de la verdad. El momento en que hay que formular una pregunta casi obligatoria para cualquier creador norteamericano con un mínimo de conciencia social. Spike Lee lo llama "Agente Naranja", negándole incluso su título oficial de presidente de EE UU. Veamos cómo afronta Lauren Greenfield el tema más candente del mundo libre. ___GQ: ¿Crees que Donald Trump representa el ethos de este proyecto mejor que ningún otro ser humano vivo? ___L. G.: Sí. Creo que Trump es la apoteosis de Generation Wealth, la máxima expresión de la patología que se refleja en el proyecto. Al aproximarme al final de esta examinación de mis 25 años de carrera, he llegado a verlo más como un síntoma que como una causa. ___GQ: Hay muchos rasgos de su personalidad y muchas características de su entorno que lo convierten casi en un sujeto de estudio para Lauren Greenfield… ___L. G.: Su pasión por el oro, su estética (que ha sido descrita como "dictator chic"), su admiración por la riqueza y por la gente que la posee, su objetificación de las mujeres… Es decir, se lo asocia con concursos de belleza, y él mismo considera a las mujeres bellas como la expresión de su éxito. Todos estos tropos se repiten una y otra vez en mi trabajo, así como también su tendencia al narcisismo, expresada fundamentalmente en esa necesidad de poner su nombre en letras doradas sobre las fachadas de todos sus edificios.
Trump encarna la pura compulsión irreflexiva, pero el documental de Greenfield es lo suficientemente empático como para encontrar una suerte de desesperación apocalíptica en muchos de sus compatriotas. Uno de los testimonios del documental intenta explicar este comportamiento salvaje con una frase que nos recuerda bastante a la definición de felicidad que nos regaló una vez Don Draper en la serie Mad Men: ese breve momento de plenitud antes de sentir que necesitas aún más felicidad. "El capitalismo financiero empuja a la gente hacia una búsqueda del siguiente subidón de adrenalina", se nos informa en Generation Wealth. "La gente busca ese éxtasis momentáneo para escapar de una realidad cada vez más y más oscura".
La artista nos confirma que está con sus sujetos en mitad de esa oscuridad: "Hay quien ve a la gente que aparece en mis fotografías como un Otro. Entiendo que mi mirada puede ser interpretada como voyeurística, aunque intento ser extremadamente íntima y no juzgar en mi manera de acercarme a estas personas. Hice el documental porque quería darle al público un viaje más experimental y emocional, ya que me he dado cuenta de que el cine permite una mayor empatía a la hora de conectar con los sujetos. Quería que la audiencia se metiera en su piel y evaluase su propia complicidad con la Generation Wealth. Y ésa es la razón por la que decidí incluirme a mí misma y a mi familia en el documental: la dimensión personal le da a todo una suerte de cualidad metalingüística que se complementa muy bien con la exposición. Espero poder llevarla a más lugares de Europa muy pronto".
"Creo que Donald Trump es la apoteosis de Generation Wealth, la máxima expresión de la patología que reflejo en el proyecto"