GQ (Spain)

ANTHONY JOSHUA

El boxeador del momento, el rey de los pesos pesados, desafía convencion­es y saca a relucir su lado más paternal en una sesión de fotos en exclusiva para GQ.

- Por Tony Parsons

/ El lado más paternal del boxeador del momento, en exclusiva para GQ.

Nos encontramo­s en el jardín desmadejad­o de una gran casa en Hadley Wood, un suburbio en el norte de Londres al que nos hemos desplazado para fotografia­r a Joshua y a su hijo, al que le llaman "JJ". El pequeño JJ es feliz con sus juguetes, correteand­o por el jardín o subiéndose a los anchos hombros de su padre, que mide dos metros, pero no se puede decir que lo sea con la sesión de fotos para GQ.

"Ven aquí, JJ", le pide Joshua –"AJ" para el séquito que le rodea– frunciendo el ceño. "¡Ven aquí! ¡Ven aquí! ¡Ven aquí!". "Me quiero ir", responde JJ. Y en ese momento nos damos cuenta de que ni siquiera el campeón de los pesos pesados puede convencer a un niño de tres años.

La madre de Joshua, Yeta, llega para ocuparse de su nieto y JJ –el hijo que Joshua tuvo con la profesora de danza Nicole Osbourne– se convierte en el primer protagonis­ta de GQ que reclama echarse una siesta antes de volver al trabajo.

El encuentro tiene lugar sólo unos días después del enfrentami­ento de Joshua contra Alexander Povetkin frente a 90.000 espectador­es en el estadio de Wembley de Londres y, aunque el boxeador transmite una sensación de fortaleza impresiona­nte y de estar en forma, se le ve agotado cuando deposita su imponente percha en el sofá. "No es sólo el combate, son las sesiones de entrenamie­nto", explica. "La adrenalina es lo que te mantiene, pero al final el cuerpo dice basta. Tuve una gripe antes de la pelea; de hecho, todavía la tengo, y mi victoria supuso más un alivio por haber acabado el combate. Me duele la nariz, pero no está rota. Y no estoy orinando sangre".

El combate con Povetkin siguió los patrones habituales de Anthony Joshua: en cuanto el oponente muestra algo de vulnerabil­idad, el público se sitúa al borde de sus asientos y AJ se encarga de poner el desenlace. Una pelea de Anthony Joshua suele ser una historia de final incierto, pero hasta el momento ese final ha sido siempre feliz para él. Esto es, aposentado en su rincón del ring con una sonrisa en la cara, rodeado de sus cinturones de campeón, y disfrutand­o ante un estadio lleno hasta la bandera que corea su nombre al ritmo del Seven Nation Army de The White Stripes.

Joshua es un artista del KO: no ha perdido ninguno de los 22 combates que ha disputado (y en 21 de ellos los contrincan­tes han acabado a punto de perder la conscienci­a). A los amantes del boxeo les encantan estas cosas. Pero Joshua es adorado más allá

"PARA CRIAR A UN HOMBRE SE NECESITA UNA FAMILIA", AFIRMA ANTHONY JOSHUA MIENTRAS ESPERA A QUE SU MADRE SE OCUPE DE SU HIJO DE TRES AÑOS. EL CAMPEÓN DEL MUNDO DE LOS PESOS PESADOS TIENE UN PEQUEÑO PROBLEMA… JOSEPH QUIERE DORMIR LA SIESTA.

de su deporte. El estadio de Wembley ya ha colgado el cartel de no hay entradas para su 23ª pelea, que tendrá lugar el 13 de abril de 2019. Y eso que aún no se ha confirmado el contrincan­te. Pero, pelee contra quien pelee, AJ tiene el tirón de una estrella de rock.

Joshua es uno de los deportista­s británicos más icónicos desde los tiempos de David Beckham por su manera de comportars­e dentro y fuera del ring. Es un guerrero y un gentleman. En un mundo como el del boxeo, donde lo que se lleva es atacar verbalment­e al oponente –lo que se ha elevado a un millón debido a las redes sociales– Joshua insiste en tratar a los suyos con respeto antes y después del combate.

"Cuando faltas al respeto a otro boxeador, le estás faltando al respeto al deporte", dice. "No le debes hacer eso a otro deportista. Llamarles mierda, esto o lo otro. Insultar da mala reputación al boxeo… Hay otra manera de hacerlo: decir que es un buen boxeador, pero que yo soy mejor".

Aunque es probable que sus futuros oponentes en combates tengan un doctorado en insultar –Tyson The Gypsy King Fury, Deontay Bronze Bomber Wilder, Dillian The Body Snatcher Whyte– Joshua no se rebajará a su nivel sólo para vender más en pay-per-view. "Siempre es bueno ser tú mismo", asegura. "No te inventes un papel. Algunos de esos boxeadores lo hacen".

Joshua cree en la nobleza del boxeo, en su poder curativo, en la decencia del único deporte que puede ser descrito como un juego. Pero cuando le preguntamo­s si le gustaría que JJ se dedicase al boxeo, no duda en responder "no". "Es demasiado duro. Es un deporte peligroso. Quiero que mi hijo sea el mejor hombre posible, pero no quiero que le comparen conmigo. No te conviertes en una estrella del boxeo sin mucho dolor. Una carrera no es un vídeo de los mejores momentos. La gente se queda con el glamour, las victorias. A nadie le interesan los golpes y los cardenales, el ojo morado, la lucha constante. Mi hijo tiene los genes para ello, de eso no hay duda…".

Pelear en la élite conlleva, sin embargo, algo más. Y ésa es la razón por la que a AJ le encanta ver documental­es sobre el reino animal, para estudiar a los maestros que matan de un modo calculador. Él es genuinamen­te cercano y amable, pero en el ring despliega frialdad y un instinto de killer que le ha hecho acabar la mayoría de sus combates de la manera en la que lo ha hecho. "Cuando los tiene tambaleánd­ose", dice el campeón del peso pluma de la IBF (Federación Internacio­nal de Boxeo) Josh Warrington, "se asalvaja".

"Es algo que me viene de mi padre", dice Joshua dejando escapar una sonrisa. "Todos tenemos ese instinto asesino, pero lo escondemos en nuestra vida. Por eso entrenamos, para sacar a relucir ese instinto. Es lo que hago para ganarme la vida. Tenía ese instinto antes de dedicarme al boxeo, pero ahora sé cómo y cuándo utilizarlo, cómo controlarl­o. Y por eso es por lo que creo que JJ nunca será capaz de boxear. Porque, cuando vienes de un entorno menos violento, ¿puedes tener realmente ese instinto? JJ tiene los genes, pero, ¿puede ser el más fuerte de todos? Eso es lo que la gente se preguntará, yo incluido, y por ello no quiero que lo haga".

Anthony Oluwafemi Olaseni Joshua nació en Watford el 15 de octubre de 1989. Sus padres, Yeta y Robert Joshua, son nigerianos y se divorciaro­n cuando Joshua –a quien llamaban Femi durante su infancia– tenía 12 años. Le mandaron a estudiar a una escuela en Nigeria, pero pasó la mayoría de su infancia en el Meriden Estate en Garston, en las afueras de Watford. Creció rodeado de una gran familia: tías, tíos, innumerabl­es primos y un número incierto de hermanos.

"Tengo como siete hermanos y hermanas", dice sonriendo. "Así que somos muchos. Una familia muy unida. Mi padre nos apoyaba a su manera, aunque fuera desde Nigeria. Era muy terco. No se iba a dar prisa en acudir en mi ayuda. Y lo entiendo. Alguna gente considera que sus padres podrían haber hecho algo más, pero la manera en la que me crié me hace respetarle­s siempre".

A pesar de contar con una familia numerosa que le quería, Femi era tan bueno en los deportes como malo a la hora de evitar meterse en líos. En sus últimos años de adolescenc­ia, esto casi le arruina la vida. A los 18 años pasó dos semanas encerrado en la prisión de Reading por "pelearse y hacer otras locuras"; tuvo suerte: pudo haber sido sentenciad­o a diez años de cárcel.

"Mi vida podía haber sido completame­nte diferente", dice. "Tengo 28 años y han pasado diez desde mi primer combate amateur. Pero ahora mismo podría estar saliendo de la cárcel". En lugar de eso, se le conminó a llevar un dispositiv­o de seguimient­o electrónic­o durante un año. Más tarde fue parado por superar la velocidad máxima en su vehículo y la policía descubrió que llevaba cannabis en su bolsa de deporte. Esa vez se le ordenó cumplir 100 horas de trabajos comunitari­os. Un año después se llevó la medalla de oro en los JJ OO de Londres de 2012.

El joven Anthony Joshua, un chico con buen corazón algo predispues­to a meterse en líos, encontró una oportunida­d para redimirse y la agarró fuerte. Joshua tiene tres tatuajes: en su brazo derecho, la palabra 'sabiduría' y un mapa de África con Nigeria destacada; en el cuello, un león británico. "Soy un patriota", dice. "Me siento orgulloso de mi país. No tengo por qué pelear en Nueva York o Las Vegas. Los cinturones están aquí. Ya

era hora de que nos respetaran como merecemos. Es una bendición haber nacido aquí. Este país ofrece oportunida­des para todos".

Una pregunta nos inquieta: ¿quién querría pelear contra Femi? "Cuando éramos jóvenes íbamos mucho a discotecas y siempre había alguien… A veces todo empezaba porque querían tumbar al tío más grande del lugar. Ser grande te mete en más líos de los que te puedas imaginar…".

El boxeo le salvó. Uno de sus muchos primos, Ben Ileyemi, le llevó al club de boxeo amateur Finchley & District cuando tenía 18 años. Se enamoró enseguida de ese deporte. "El día que puse un pie en ese gimnasio supe que tenía que entregarme a ello", asegura. "El boxeo recompensa el trabajo duro. Si te entregas con esfuerzo y dedicación, te puede convertir en el mejor del mundo. Dejé de fumar, dejé de salir por las noches y dejé todo aquello que no me ayudara. ¿Ayuda al boxeo estar con muchas mujeres? ¿No? Entonces hay que cortarlo. ¿Ir de fiesta ayuda? ¿No? Entonces fuera. Cuando dejé apartados los aspectos negativos, todo me empezó a llegar".

El boxeo se convirtió en otra familia para Joshua. Los entrenador­es del Finchley & District tenían muchas lecciones que transmitir y encontraro­n en el joven AJ a un atleta natural con la voluntad de aprender, escuchar y pagar cualquier precio. "Necesitaba modelos masculinos que me transmitie­ran la ética del trabajo de forma constante", dice. "Para una madre es un trabajo arduo criar un hijo sola. Un niño necesita un padre y si el padre no está, necesita figuras que lo sustituyan. Aquellos entrenador­es del gimnasio lo habían visto todo".

A la mayoría de los hombres les cambia la vida ser padres, pero Joshua, que tenía 25 años cuando JJ nació, dice que es el boxeo lo que le convirtió en una persona diferente. "El boxeo me puso en contacto con mi propia mortalidad. Alguna gente tiene un hijo y piensa: 'Tengo que cambiar mi manera de afrontar las cosas'. Pero el boxeo hizo eso por mí. Eso fue lo que sentí cuando entré en aquel gimnasio. El boxeo hizo que creyera en mí mismo. Lo que ha cambiado ahora que tengo un hijo es que pienso en el futuro, en las trampas que te pone la vida, en todo lo que he visto, en cómo ser un hombre mejor".

La historia de Joshua aún está siendo escrita. Los momentos que definirán su carrera –tipo el combate entre Ali y Frazier en Manila– están todavía por llegar, y él aún no conoce la derrota. Como se dice en el boxeo, los "ceros" de alguien algún día se acaban. Pero eso llegará otro día. Ahora mismo la noticia es que JJ está listo para la sesión de fotos después de la siesta que se ha echado gracias a la ayuda de su abuela. Se necesita una familia para criar a un hombre.

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EN ESTAS PÁGINAS Y LAS ANTERIORES ANTHONY LLEVA CAMISETA DE TIRANTES HANRO, VAQUEROS LOUIS VUITTON, ZAPATILLAS TOD'S Y CALCETINES PANTHERELL­A. JOSEPH LLEVA POLO Y CAMISETA GUCCI, VAQUEROS PAUL SMITH Y BOTAS STEP2WO.
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