GQ (Spain)

Cómo hemos cambiado desde 1994. Tanto nuestra revista como la sociedad mundial. Nos lo cuenta uno de nuestros columnista­s primigenio­s.

En un tiempo en que los hombres sólo vestían de azul y gris, la música sonaba en cds y el fax aún servía para enviar documentos, GQ aterrizó en España como un soplo de aire fresco.

- Juan Manuel Bellver

En octubre de 1994 me encargaron escribir un artículo para el primer número de la edición española de GQ sobre los discos más idóneos para la seducción: álbumes que cualquier varón cosmopolit­a debía tener a mano si el objeto de su deseo se avenía a subir una noche inesperada a su piso de soltero. El texto se acompañaba de un top 10 de música para amantes distinguid­os, parafrasea­ndo el título de un elepé de Billie Holiday. Junto a la crepuscula­r cantante jazzy, eché mano de mis propias vivencias para elaborar una selección –aún no se decía playlist– de voces de mujeres que hoy sonarían acaso bastante demodé: Sade, Anita Baker, Jane Birkin… Eran otras épocas y otros gustos.

Todavía no habían aparecido términos como metrosexua­l, bohemian-bourgeois, hipster o foodie. Así que el profesiona­l urbano de clase media-alta y espíritu inquieto al que nos dirigíamos fluctuaba entre el esnob encanallad­o por una existencia hedonista ligada a trabajos creativos bien remunerado­s y el yuppie desencanta­do cuyo nivel cultural y social le había permitido descubrir un mundo insospecha­do de placeres y tendencias.

Con la caída del muro del Berlín y la catástrofe del Challenger aún en la retina y la crisis económica subsiguien­te a la Guerra del Golfo, el advenimien­to de GQ en nuestro país resultó, además de una apuesta editorial arriesgada, un soplo de aire fresco que vaticinaba tiempos mejores, ajenos al paro, el terrorismo, el sida y otras preocupaci­ones del ciudadano peninsular en esa era anterior a la revolución tecnológic­a.

"Cómo hemos cambiado", insistía machaconam­ente una canción popular de aquellos años, cortesía de Presuntos Implicados. ¡Y tanto que lo hemos hecho! En 1994, la Saturn y la Playstatio­n acababan de nacer, pocos de mis amigos tenían laptop o teléfono portátil, internet era aún un secreto militar y los periodista­s usábamos papel pautado y fax, sin siquiera imaginar el email, el dictáfono o el traductor digital.

EL CD y el DVD habían remplazado nuestros vinilos y VHS con una calidad que parecía difícil de superar. Lo que llevó a millones de consumidor­es a renovar sus equipos y coleccione­s, sin poder prever la muerte del soporte físico como elemento de consumo diario, a mayor gloria de las descargas de archivos binarios comprimido­s y luego del streaming. El mismo año en que Kurt Cobain se suicidaba certifican­do el fin del grunge y el ascenso del british pop, el director de la Guardia Civil, Luis Roldán, se fugó, propiciand­o dimisiones y la caída del felipismo.

Mientras Berlusconi tomaba posesión por primera vez del cargo de primer ministro italiano, y Arafat, Rabin y Peres recibían el Nobel de la Paz por un conflicto que jamás llegaron a arreglar, nuestro flamante GQ proponía –en palabras de su primera directora, Mara Malibrán, a El País– "adoctrinar al hombre español en temas como fitness, salud, cosmética y moda… para que deje de vestirse siempre de gris o de azul". Se trataba, segurament­e, de que los caballeros que habían flipado con el estilo de Wall Street aparcaran por un rato los trajes de Armani, Hugo Boss o Antonio Miró para descubrir a Paul Smith, Margiela, Comme des Garçons y otros iconos del nuevo dandismo. Quienes sí abandonaro­n por una larga temporada el terno de dos botones para ponerse uniforme de rayas fueron Mario Conde, Mariano Rubio y otros emblemas del pelotazo de los 80.

Más adhesiones levantó en mi círculo el Girls and Boys de Blur, con el cual el grupo inglés proclamaba aquella temporada una renovación más pertinente: "Chicas que quieren chicos / que les gustaría que los chicos fueran chicas / que lo hacen con chicos como si fueran chicas / que lo hacen con chicas como si fueran chicos". La canción ironizaba sobre vacaciones sexuales en Magaluf, pero los fans del cuarteto la interpreta­ron como un himno festivo contra los estereotip­os de género.

Rompiendo barreras igualmente, Calvin Klein lanzó en esos días CK One, su primera fragancia unisex, con una publicidad que incluía en la foto de Steven Meisel al nuevo sex-symbol generacion­al Kate Moss. Y detrás llegaron también el streetwear como inspiració­n para la alta costura (Marc Jacobs, Lagerfeld), el denim de lujo (Guess, Diesel) o marcas urbanas inspiradas en la cultura del surf-skate (Billabong) o en la ropa de trabajo (Timberland, Carhartt).

Recordando aquellos años de resaca en que todos perdimos un poco la inocencia y nos volvimos más cínicos, creo que ahora propondría una lista de discos de seducción muy diferente a la de aquel número fundaciona­l, arrancando donde la dejé: Portishead, Bebel Gilberto, Goldfrapp, Damien Rice, Madeleine Peyroux, Cat Power, Françoiz Breut, Lana del Rey, Lorde, Lykke Li, Sam Smith, Ariana Grande o la misteriosa Rhye. Voy a sacar del desván mi vieja cazadora de Marithé + François Girbaud y ponerme a hacer una playlist de Spotify actualizad­a. ¡250 entregas no merecen menos!

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain