Coctelería responsable
- La nueva era de los cócteles 'sin'
Una ola healthy (y hípster) apela a las emociones. También con las bebidas. Por un lado, el valor del producto artesano y del ingrediente desde el origen, la sostenibilidad (no al plástico) y la huella ecológica de cada cóctel. Por otro, el futuro etiquetado, las exigencias del nuevo consumidor, la sustitución del azúcar y la baja graduación como fuerzas imparables. El mundo low abraza al vermut, al jerez, al sake o al frizzante. Aun así, los bartenders se mojan: Diego Cabrera (Salmón Gurú) combate más el exceso etílico que el azúcar y Raimondo Palomba (Atelier) no concibe un cóctel sin pegada espirituosa. Pero hay negocio: Borja Cortina vende en Varsovia, Gijón, unos 3.000 cócteles sin alcohol al año. El caso Seedlip fue el punto de inflexión. Ben Branson, el fundador del primer destilado sin alcohol del mundo, estableció un vínculo sentimental con sus recuerdos infantiles. Con el eslogan "qué beber cuando no se bebe", Branson visibilizaba al colectivo abstemio en la coctelería. "Merecemos opciones sofisticadas y adultas", decía en primera persona. Hoy, Seedlip está en más de 7.500 bares y en más de 300 restaurantes Michelin, lanza su línea de apéritifs Æcorn y tiene también su familia de cócteles 'sin': Nolo. Más allá del San Francisco y de los mocktails dulzones, pide un Nogroni o un Haru Fizz en copa de champán.