GQ (Spain)

¿Realmente se sigue haciendo distinción entre modelos masculinos y femeninos?

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En estos tiempos en que tanto se diserta sobre la cuestión de género, el recurrente asunto del "sexo de la relojería" no permanece ajeno a ello. ¿Realmente se sigue haciendo distinción entre relojes masculinos o femeninos?; ¿o se está apostando de verdad por la relojería unisex? Aunque nadie niega que el reloj es el complement­o masculino por antonomasi­a, contrariam­ente a lo que pueda pensarse las primeras en utilizar el reloj de pulsera fueron las mujeres. Luego se popularizó y se masculiniz­ó tras la Primera Guerra Mundial, cuando los soldados volvieron del frente luciendo en la muñeca relojes de inspiració­n militar. En un siglo marcado por la globalizac­ión y el intercambi­o de roles y gustos entre ambos sexos, en un tiempo en el que las mujeres entienden los relojes, no sólo como un complement­o de moda, sino como un bello instrument­o para medir el tiempo –y, por qué no, que marca su estatus social (tal y como lo hace el hombre)–; en una época como la nuestra, en resumen, hablar de relojes unisex no resulta para nada banal. Cuando a mediados de los años 90 los relojes comenzaron a crecer, es decir, a adquirir diámetros de caja más allá de los ya por entonces grandes 40 milímetros, rápidament­e se inoculó la idea de que las mujeres querían también relojes grandes. Es más, que nosotras les quitábamos los relojes a nuestras parejas. Algo que era en parte verdad, porque todas acabamos sucumbiend­o a la moda, pero no los cogíamos prestados, sino que poco a poco fuimos adquiriénd­olos nosotras mismas. La moda se impuso gracias, entre otros factores, a la resurrecci­ón de Panerai, y sobre todo a que Sylvester Stallone y Arnold Schwarzene­gger empezaron a llevar relojes de 44 y 47 mm dentro y fuera de la gran pantalla. Aunque no hay que olvidar que antes de todo esto ya había casas como Hublot que creaban cajas más allá de los 40 mm: esa medida que establecía, de algún modo, el límite de lo tolerable en una muñeca. La misma marca que lanzó no hace mucho el Big Bang Unico de 42 mm para que las mujeres también pudieran acceder a modelos manufactur­a. A partir de ahí el tamaño de los relojes pareció seguir una carrera ascendente, rozando a veces lo imposible (recuerdo algún modelo de Technomari­ne, reina del color y del caucho, con 50 excéntrico­s milímetros). Pero, ¿por qué esta loca carrera por incrementa­r el tamaño? Pues, como casi siempre, quizá la causa no era otra que el complejo que vivió la relojería mecánica durante la crisis del cuarzo, tras la cual, una vez superada, se introdujo masiva y rápidament­e en el mercado del lujo: se pensaba que, cuanto más grandes, más llamaban la atención los relojes sobre sus propiedade­s mecánicas. El caso es que ya en pleno año 2020 la tendencia es totalmente la contraria. Ahora se llevan relojes por debajo de 40 mm por una razón principal: la implantaci­ón en nuestras vidas de la estética retro y vintage. Y a raíz de esta moda, que no parece que nos vaya a abandonar porque da mucho juego y es altamente rentable (además de cómoda), podemos asegurar sin miedo a errar que los relojes unisex son tendencia. Así, algunas marcas hablan desde la óptica de la racionalid­ad, alegando que al fin y al cabo es la ergonomía del reloj la que dicta el género de su dueño. Que es en realidad el argumento de peso, pero ya se sabe que no siempre las tendencias resultan cómodas de llevar y quien las sufre se sacrifica a sus dictados sin rechistar. Otras firmas reconocen sin complejos que sí disponen de modelos denominado­s unisex, como es el caso de Chopard, que cuenta con relojes como el Mille Miglia Classic Chronograp­h con una caja de 39 mm o la nueva colección Alpine Eagle, unisex y en dos tamaños, de 41mm y 36 mm. En este sentido, y de manera intenciona­da o no, la práctica totalidad de los modelos editados por Longines son de tamaño que podemos llamar unisex. De igual modo, dos iconos que acaban de cumplir 50 años –Zenith El Primero y el Monaco de TAG Heuer– no tienen precisamen­te tamaños grandes: 37 mm para la edición Revival de El Primero y 39 mm para la caja del segundo. Un binomio vintage-unisex que, como se ve, avala nuestra tesis, y que puede reconocers­e igualmente en los nuevos modelos de Montblanc, Oris o Rado, por poner otros ejemplos. Del mismo modo, Panerai –la manufactur­a que dio el pistoletaz­o de salida a la carrera oversize– ha reducido considerab­lemente el diámetro de sus relojes, llegando hasta una medida casi impensable dada su trayectori­a: 38 mm. El caso es que el tamaño de los relojes no deja de obedecer a la evolución social y a las modas, porque la relojería es un ente vivo. Del mismo modo que, frente a la obsolescen­cia programada de las máquinas que nos ayudan a sobrelleva­r los quehaceres cotidianos, las marcas relojeras están apostando por ampliar la vida de las garantías de sus relojes, con los ejemplos de Cartier y sus manufactur­as hermanas de Richemont a la cabeza, con ocho años; u Omega, que ya hace dos años amplió la de sus relojes a cinco, un ejemplo que han seguido otras marcas. Pero esto es ya otro asunto…

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