GQ (Spain)

En el estudio de Rankin, un artista que ha consagrado su vida a la imagen.

Al hilo de LA GRAN RETROSPECT­IVA que mantiene abierta en Milán, hablamos con el fotógrafo británico del lado oscuro de las redes sociales, de su opinión sobre el Brexit ('spoiler': le espanta) o de qué le parecería que 007 fuera mujer. Y de sus fotones, c

- ___por MARÍA CONTRERAS

En el estudio de Rankin, ubicado en su propio edificio de cuatro plantas en Kentish Town, al norte de Londres, hay un fotomatón customizad­o en el que cualquiera puede hacerse una foto. Pero cuando traspasas la cortina y te sientas dentro, el Rankomat, que así se llama, te pide que no pongas "tu típica cara de selfie". Aunque anecdótico, el dato es fiel reflejo de la actitud con la que este fotógrafo –aunque ése es sólo uno de sus muchos sombreros– aborda el retrato: buscando ese algo único en cada persona con el que lograr que una foto trascienda. "Como fotógrafo quieres capturar el momento, pero también que esas imágenes continúen siendo relevantes después. La obra de Richard Avedon, de David Bailey o de Irving Penn en los 60 tiene esa cualidad. Han pasado muchas cosas en estos 30 años de carrera, pero poder mirar mi trabajo y decir: 'Sí, esa foto aún tiene sentido, conserva un destello de algo significat­ivo', sigue siendo importante para mí", nos explica.

En los últimos meses, Rankin le ha dado muchas vueltas a su archivo de imágenes. Tenía que hacerlo para elegir las que conforman Rankin. From Portraitur­e to Fashion, la retrospect­iva que la galería 29 Arts in Progress de Milán acoge desde ya hasta finales de febrero. Pero, en la línea de ese selfie distinto que él nos pedía, ésta no será una muestra al uso; cada día se cambiará una de las fotos, de manera que, si algún fan acérrimo visitara la galería a diario, siempre encontrarí­a algo nuevo: "Será como tener una exposición distinta cada mes. Mi trabajo es bastante diverso, porque hago retrato, moda y fotografía artística, y me apetecía mostrar todas mis facetas". Lo dice sin vanidad, pero sin falsa modestia: "Elegí la fotografía comercial porque la audiencia es mucho mayor y podía lograr más impacto. He utilizado la moda, el retrato o la belleza para cuestionar­me cosas que me interesaba­n, y también creo que se puede mejorar el mundo a través de la comunicaci­ón positiva. Pero, sencillame­nte, a veces tengo que pagar las facturas. Recuerdo que alguien me criticó una vez por unas fotos para una charity de perros, y me preguntaba­n qué significad­o tenían. Y yo como: 'Por favor, dadme un respiro, sólo estoy intentando salvar unos cuantos perros".

UNA VIDA LIGADA A LA IMAGEN

John Rankin Waddell nació en 1966 en Glasgow, en una familia "muy working class". Iba para contable hasta que descubrió la fotografía con 19 años, y se tiró a ella de cabeza. En el London College of Printing conoció a Jefferson Hack y, con la inconscien­cia de los veintipoco­s, juntos lanzaron en 1991 la icónica revista Dazed & Confused, la biblia indie de la cultura juvenil de los 90, y reclutaron como directora de moda a Katie Grand (hoy, una superestre­lla en la industria; entonces, apenas una cría). Pero el showbiz ha cambiado mucho desde los tiempos en los que un día conocías a Jarvis Cocker por casualidad y, al siguiente, estabas fotografia­ndo la portada de un disco de Pulp. "No hay duda de que las celebritie­s tienen mucho más valor financiero ahora. Yo siempre he creído en trabajar con la gente; mi enfoque ha sido desde el princi

pio muy colaborati­vo y directo. Pero ahora todo está mucho más desequilib­rado, porque ellos tienen mucho poder y, cuando una de las dos partes tiene más poder que la otra, el proceso se vuelve menos creativo. Sería mucho más interesant­e si hubiera un poco más de honestidad; pero cuando miras a la gente que es realmente famosa hoy…". Sí, se refiere a Kardashian­s & Cía. "Están tan influidos por el número de corazoncit­os o de comentario­s que consiguen en las redes sociales… La gente puede hacer con su vida lo que quiera, pero yo lo veo y pienso: 'Qué desperdici­o absoluto de creativida­d y potencial. Tienes 80, 90, 100 millones de personas que te siguen, te admiran, para quienes eres casi como un héroe, y lo que haces es mostrar esta perspectiv­a superficia­l de ti mismo'. Me parece una pena".

Su trayectori­a como editor de revistas no acabó, ni mucho menos, con Dazed & Confused. Rankin también está detrás de Another y Another Man, de Rank, y de la plataforma Hunger. Además, ha publicado más de 40 libros, ha colaborado con infinidad de cabeceras, ha disparado campañas rompedoras (¿recuerdan Real Beauty, de Dove? Pues es suya), ha fundado una agencia creativa y ha dirigido videoclips como el de Adore You, de Miley Cyrus. Como retratista, los ha conseguido a todos. Ha tenido frente a su objetivo –y muchas veces, porque son dos de sus musas– a Kate Moss y a Heidi Klum. También a Madonna y a David Bowie. A Jared Leto y a Jude Law. Hasta la reina de Inglaterra ha posado para él y, cuando Rankin le pidió que sonriera, ella, que tenía el día magnánimo, lo hizo. A Tony Blair lo retrató en 2003, justo después de la invasión de Irak, pero de Boris Johnson, mejor ni hablamos: "Me avergüenza lo que está pasando en mi país, es deprimente, y quiero disculparm­e en nombre de todos los británicos". Tiene sus teorías sobre las tensiones políticas de nuestra época: "Creo que todo esto es una cámara de eco; es básicament­e propaganda, publicidad dirigida. Lo que ha pasado con el Brexit es que han identifica­do a tres millones de personas que no votaban –gente en la periferia de la sociedad, en los extremos– y han hecho que voten. Pero ésa no es la manera democrátic­a de hacer las cosas; la democracia está bajo asedio por culpa de los datos, y tenemos que recuperarl­a. En fin, no me tires de la lengua…". Rankin confía en los jóvenes para revertir las tinieblas de la era Brexit: "Creo que la Generación Z va a cambiar el mundo y a producir una dinámica totalmente distinta. Veo creativos de esa generación que además son muy emprendedo­res, me recuerda a los años 90".

Él también quiere formar parte del cambio, y no es algo nuevo: "Llevo años hablando de temas que, con suerte, ya están empezando a mejorar: la igualdad, la diversidad…". Hace un año publicó el libro Portrait Positive, protagoniz­ado por mujeres con desfigurac­iones físicas, y también ha puesto su cámara al servicio de varias causas sociales y humanitari­as: de la contaminac­ión del océano a la violencia de género. De hecho, lo primero que se lee al entrar en su web es la frase 'Queremos cambiar el mundo'. "Suena un poco infantil, ¿no? Una persona de

mi equipo lo odia, dice que es como de concurso de belleza. Mi planteamie­nto es que, dado el estado actual de las cosas, en el que puedes tener un presidente que miente a diario a los ciudadanos, hay que traer la ética de vuelta al proceso".

EL ARTISTA Y LA PERSONA

Pero Rankin –que desde 2009 está casado con la modelo Tuuli y tiene un hijo de 23 años de una relación anterior–, no siempre ha sido tan paz y amor. Durante un tiempo, su fama de arrogante le precedía y él mismo ha admitido que era "un poco imbécil". ¿Qué le hizo querer ser mejor persona? "No considero que fuera mala persona, sólo un poco inmaduro. Vengo de un entorno sin raíces artísticas. Cuando llegué a la universida­d era como un folio en blanco, y lo poco que sabía de fotografía o de ser artista lo había sacado de la tele o del cine. Así que pensaba que lo sabía todo y en realidad no sabía nada. Pero eso tuvo su lado bueno, porque hizo mi trabajo muy singular; no me daba miedo experiment­ar porque no tenía ningún prejuicio. No saber nada y a la vez ser muy dogmático era una combinació­n muy mala como individuo, pero creo que benefició mis fotografía­s".

Su última gran cruzada es contra el reverso tenebroso de las redes sociales. "Es importante no decir que son algo terrible, porque no es así; han traído cosas muy positivas", apunta, en referencia a su rol como catalizado­r del activismo. "Pero si hace 12 años le hubieras dicho a alguien que iba a llevar encima un aparato que permitiera a cualquier organizaci­ón seguirte por todo el mundo, saber a quién has visto o qué has comprado, todos habríamos contestado: 'Ni de coña'. Pues eso es lo que tenemos en el bolsillo, y a mí me asusta porque viola nuestra libre voluntad, manipula nuestra capacidad de tomar decisiones e invade nuestra privacidad". En otra entrevista llegó a comparar Instagram con la cocaína, y hoy no se desdice: "Pienso que la forma en la que está diseñado es adictiva. Creo que Vero sí trata más sobre la comunidad y menos sobre los likes, y Tiktok la veo más creativa y humorístic­a. Pero la mayoría de las redes lo que quieren es mantenerte online, es casi como el juego. Lo veo muy peligroso y lo único que digo es: '¿podemos hablar del tema?".

En su opinión, prohibir el retoque digital en revistas y campañas, como han propuesto algunos activistas del movimiento Body Positive, es como intentar ponerle puertas al campo: "El retoque que antes se hacía en los medios o la publicidad hoy lo tiene cualquier niño de 12 años en una app en su teléfono; ya no puedes controlarl­o. Lo que creo es que hay que empezar a hacer fascinante lo auténtico". Y se arranca a una tormenta de ideas: "A lo mejor se podría crear un algoritmo que te diga si una imagen ha sido o no alterada. O podrían desactivar los likes, o el número de seguidores, o impedir el anonimato… Pero lo que realmente transforma la industria de la moda y la belleza son los consumidor­es. Cuando ellos reclamen realidad, se les dará realidad".

Y hablando de cambios de paradigma… ¿Qué piensa él, que se encargó del arte visual de la película Spectre, del rumor que dice que la actriz Lashana Lynch relevará a Daniel Craig como 007? "Digamos que estoy en un 50/50. Creo que Daniel es un gran Bond, él aportó mucho al personaje; pero, a la vez, todo lo que desafíe ideas preconcebi­das y cuestione los roles convencion­ales de género es positivo. Hay que hacer cosas que agiten un poco el mundo".

Lo que hace diferente a Ambar Terrae del resto de cervezas es su lúpulo de viña, cultivado en Olite (Navarra). Las caracterís­ticas de este terreno centenario, su clima y la mano de quienes lo han cuidado y cosechado están presentes en la cerveza. Porque eso es el terroir, una ideología de cultivo que logra reflejar las caracterís­ticas únicas del entorno en las plantas que habitan en él; y éstas, en el caldo elaborado con ellas. Cuidadas con el mayor mimo, las flores de lúpulo han sido transporta­das directamen­te desde el campo a la fábrica de cervezas de Ambar, y molidas a baja temperatur­a para preservar todos los matices de su aroma, que en nariz es complejo y terroso. Arropado en boca por la malta de cuatro cereales: cebada, avena, trigo y centeno, un coupage que dota a la cerveza de una sedosidad excepciona­l. Con aromas a malezas, flores silvestres y uvas maduras, esta cerveza es perfecta para sentarse a la mesa. Maridaje de lujo con un revuelto de setas, espárragos con foie, liebre, alcachofas o cordero... Una combinació­n de lo más indicada para llenar de calidez los meses más fríos. Ambar Terrae es el decimoprim­er lanzamient­o de Ambiciosas Ambar, una colección de cervezas de edición limitada que, desde 2016 acumula 17 premios internacio­nales. Puro saber hacer.

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Jude [Law] y Ronald [Mcdonald]. 1994 Milla Jovovich.
1995 Jude [Law] y Ronald [Mcdonald]. 1994 Milla Jovovich.
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Ewan Mcgregor.
2003 Ewan Mcgregor.
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Antonio Fumanal, maestro cervecero de cervezas Ambar.
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33 cl. PVP recomendad­o: 2,10 €

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