GQ (Spain)

"Yo desconfío de los duelos que no son a muerte. Especialme­nte entre hermanos".

- RICARDO F. COLMENERO

"El primer día que vas a la clínica de fertilidad entras por la puerta con un ataque de ansiedad, convencido de que no sabrás criar al hijo que ni siquiera estás esperando"

___ Creo que no diferencia­r a un niño de otro en el cole debe de ser una forma de mobbing, probableme­nte de las más crueles que existan. A mí me pasó con los gemelos Álvaro y Miguel y, cuando por fin lo conseguí, ya era demasiado tarde. En mi caso, más que mobbing, fue desinterés. Debe haber pocas cosas menos interesant­es para un niño de seis años que unos gemelos en clase. Ya cuesta bastante ser original en una sola vida, como para que encima te toque nacer con un doble. También le echo la culpa a un grave problema de visión que mis padres no detectaron hasta los ocho años. Supongo que porque creían que les tomaba el pelo. Es lo que tiene ser padres de un hijo muy imaginativ­o, o muy mentiroso, dependiend­o del psicólogo al que te manden. Eso les permitió ahorrarse durante un buen tiempo el dinero del oculista. Ahora los tiempos han cambiado, los niños están sobreprote­gidos y ya no se les permite el lujo de no ver un pimiento.

___Durante unos ocho años, Álvaro y Miguel fueron simplement­e "los gemelitos". Y por suerte o por desgracia, para los profesores también. Con 42 niños en clase, y a principios de los 80, tampoco se iban a poner tan exquisitos como para andar mirando si los resultados de sus ejercicios eran diferentes. Además de idénticos, su voz sonaba igual, y las variacione­s de su ropa eran en realidad variacione­s de la misma ropa, como en esos juegos de internet en los que cada uno ve un vestido de un color, o del mismo, aunque sean diferentes. Una vez leí que el cerebro consume el 20% de lo que ingerimos y que simplifica para ahorrarnos energía. Yo no pasaba de Álvaro y Miguel, quizá sólo ahorraba energía.

___Un buen día Álvaro se puso a estudiar y Miguel no, lo que le obligó a destacar como díscolo. Sus miradas cambiaron de repente, como ver a Gollum con y sin el anillo; y por fin los más lentos pudimos diferencia­rlos para siempre. Se separaron en el patio, cambiaron de amistades, buscando aquellas que coincidier­an con su mirada, como todos. Competían por su propio espacio en el mundo.

___No veía nada parecido desde la vez que tuve gemelos. Una cosa bastante habitual cuando uno tiene que acudir a una clínica de fertilidad. Minutos antes de intentar embarazar a mi mujer, el médico nos informó de la costumbre de poner dos embriones, con la naturalida­d del barman que te informa de que siempre hace los Dry Martini con dos aceitunas. "Así aumentan las posibilida­des de éxito", dijo. Enseguida supe que las suyas, viendo la epidemia de gemelismo que hay en la calle.

___Yo desconfío de los duelos que no son a muerte. Especialme­nte entre hermanos. Al principio puede parecer que compiten por escupir o mear más lejos, o por la final de Wimbledon, pero al final, cuando uno se hace viejo, todo se reduce a permanecer con vida. En el mundo se está jugando una especie de juegos del hambre encubierto­s entre la tercera edad.

___El primer día que vas a la clínica de fertilidad entras por la puerta con un ataque de ansiedad, convencido de que no sabrás criar al hijo que ni siquiera estás esperando; y al rato sales con dos. Mi mujer tardó diez días en darme la peor noticia de mi vida: "Estoy embarazada" Fue tan traumático que aproveché mis lágrimas de angustia para fingir emoción, y de inmediato las compatibil­icé con dejar de dormir y alimentarm­e. La clínica tardó otros diez en darme la mejor: "Queda uno".

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