El ' neofolk' era esto
Todo fluye, nada permanece. ANGEL OLSEN abraza la autoaceptación y expía sus demonios en 'All Mirrors', su tercer disco, el cual presenta a finales de enero en Madrid y Barcelona.
El descenso a los abismos y la introspección personal han vertebrado las creaciones más inspiradas (e inspiradoras) desde que el mundo es mundo. Si en los 90 el noise pop y el grunge (con Pearl Jam a la cabeza) nos enseñaban que el desarraigo podía ser una virtud, Angel Olsen (que atesora, entre muchos otros méritos, una inestimable colaboración con los de Seattle) abraza un cuarto de siglo después una intensidad mesiánica que se sumerge en los recovecos más recónditos del alma con la precisión de un garfio afilado y la impúdica transparencia de quien sólo se teme a sí misma. Su reticencia al halago de la crítica ("no me gusta que otra gente hable de mi música") no le impidió recibir un aplauso unánime con Half Way Home y Burn Your Fire For No Witness. Los guiños al country y el anacronismo referencial de este trabajo la apuntalaron como una de las grandes promesas del folk contemporáneo. Su cuarto álbum, All Mirrors, es, según nos explica, "un ascenso al abismo que se cierne por encima de nuestras cabezas, una escalera nívea y retorcida que se adentra en el misterio de las alturas exigiendo toda nuestra autoconfianza y rotundidad" (recuerda: puedes disfrutar en directo de este "ascenso al abismo" los días 25 y 26 de enero en la sala But de Madrid y en la Razzmatazz de Barcelona). "El viaje sigue siendo hacia dentro", continúa, "pero esta vez es hacia arriba. Durante mucho tiempo sentí que la gente me decepcionaba, que mis pensamientos me consumían; aún me siento fuera de lugar a veces, pero he dejado de admirar a quienes están enfadados con el mundo. A los 20 años empecé a darme cuenta de que la única persona que podía cuidar de mí era yo misma. Me ha llevado siete años, pero por fin he aprendido a ser honesta y a comunicarme. Cambiar los propios patrones sobre cómo sentir y pensar es difícil, pero yo elegí hacerlo. Supongo que madurar consiste en eso. En este disco he encontrado un nuevo sonido y una nueva voz, una explosión de furia y de autoaceptación hacia la que dirigí todas mis fuerzas". Grabado con una orquesta de 14 instrumentistas, el disco incorpora arreglos de cuerda y el rugido de los sintetizadores en una sublimación de los dejes góticos vislumbrados en sus anteriores trabajos. "Tanto la composición musical como las letras surgen de aceptar mi lado más oscuro y de cómo eso me ha permitido salir adelante. Los pensamientos invasivos sobre la soledad y la incapacidad de amar acaban dejando paso a la confianza, a los cambios positivos y a la capacidad para encontrar de nuevo el amor, incluso cuando te sientes totalmente perdida. Con este disco me he mirado cara a cara y he aprendido a perdonar lo que he visto". Catarsis (sonora) por un tubo.