GQ (Spain)

El dolor que nos guía

Tras dar vida a Van Gogh, WILLEM DAFOE regresa al drama intimista en 'El faro'. Hablamos con él sobre cine y humanidad.

- ___por MARÍA ESTÉVEZ

"Debe de ser maravillos­o ganar un Oscar, pero creo que no tiene sentido desearlo" WILLEM DAFOE

La toxicidad masculina, la magia de la luz y el poder de la naturaleza son símbolos presentes en la nueva película que protagoniz­a Willem Dafoe, El faro, una de las cintas que más conversaci­ones va a concentrar en los próximos meses (en cines el 10 de enero; distribuye Universal). "Si hay algo obvio en este filme es la tensión homoerótic­a entre los protagonis­tas, Thomas y Ephraim. Un erotismo que se simboliza en el mismo faro, porque en el guion estaba escrito que el faro se debía ver como un pene erecto", nos cuenta Dafoe en la habitación del hotel Four Seasons donde le entrevista­mos. Dirigida por Robert Eggers (autor de la aclamada La bruja, de 2015), El faro puede conseguir la primera nominación al Oscar para Robert Pattinson y la quinta para Dafoe tras Platoon (1986), La sombra del vampiro (2000), The Florida Project (2017) y Van Gogh, a las puertas de la eternidad (2018). "Debe de ser maravillos­o ganar, pero no tiene sentido desearlo. No voy a negar que lo pienso porque tengo la suficiente imaginació­n y, además, porque también sería una validación que me permitiría recordarle a mucha gente que todavía no estoy muerto". El faro es un filme rodado en blanco y negro en el que Pattinson y Dafoe son dos fareros luchando contra las tormentas y sus propias pesadillas. Un lamento que Eggers escribió con el acento salobre de Moby Dick. "Robert y yo tenemos formas muy diferentes de enfrentar la interpreta­ción, pero eso tiene que ver con el tipo de actor que es él. Le gusta involucrar­se en el aspecto estético de las escenas, en la efectivida­d del personaje dentro de la narración. A mí eso no me preocupa nada. A él no le gusta ensayar porque prefiere improvisar y a mí me gusta ensayar porque no creo que la espontanei­dad surja de la invención; yo creo que ha de fluir de forma orgánica una vez que has ensayado cada secuencia".

DE SUPERHÉROE­S Y OTROS PERSONAJES AFLIGIDOS

Dafoe nació en 1955 en Appleton, Wisconsin, y se mudó a Nueva York a mediados de la década de los 70. Logró su primer trabajo en el cine a las órdenes de Michael Cimino en La puerta del cielo (nota al margen: Cimino terminó despidiénd­ole por reírse de una broma que hizo un miembro del equipo de rodaje; "Si te van a echar que sea por hacer reír a los demás", recuerda ahora Dafoe). Acostumbra­do a realizador­es con pedigrí, lo cierto es que Dafoe es un descubrido­r de directores. Él destapó a E. Elias Merhige, a Sean Barker o al propio Robert Eggers. "Es cierto que busco directores nuevos, algo poco común entre los actores norteameri­canos porque te obliga a renunciar a una carrera comercial y no te aporta demasiados ingresos económicos". Dafoe construye su camino sin polémicas y no quiere entrar en el debate de si las películas de superhéroe­s son o no son cine: "Respeto mucho a Scorsese y a Coppola; es su opinión. Yo puedo tener otra distinta y creer que los superhéroe­s son cine. La gente joven ha abandonado las salas porque ha crecido en un contexto diferente y está enchufada a sus teléfonos. Los jóvenes responden a películas que son únicas y originales. En el caso de El faro, el contenido es original, pero para los mayores hay un aspecto clásico dentro del formato que los llevará a pensar en Bergman o en Tarkovsky". Asimismo, a la mayoría de los títulos interpreta­dos por Dafoe les une un áspero encuentro con los peores espacios del ser humano. En las figuras de sus personajes, el público descubre la honda cicatriz de vivir cerca del dolor. "No sé por qué la audiencia conecta con mi trabajo. Tal vez porque de algún modo yo entiendo la naturaleza del dolor".

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