GQ (Spain)

GUARDIÁN DE LA TRADICIÓN

- fotografía / diego lafuente texto / f. javier girela

La historia siempre ha desperdiga­do a placer contados genios a lo largo de su línea temporal. Su huella no ha sido otra que la de sorprender­nos de por vida, aunque en su tiempo fueran tomados por locos. A principios del siglo XX, el italiano Salvatore Ferragamo nos subió a unos zapatos que fueron, paradójica­mente, la locura de los alocados años 20 y de las décadas sucesivas. Hoy, son piezas de museo por haber burlado las normas del calzado. Sin embargo, la historia es caprichosa, y de la misma manera que nos embauca con sus genios, nos los arrebata para siempre. A su favor hay que decir que, en ciertas ocasiones, nos concede una brecha espacio-temporal que nos permite presenciar una réplica encarnada de las maravillas de otro tiempo.

El inglés Paul Andrew (Berkshire, 1979) podría ser considerad­o un loco en el siglo XXI. En una época en la que el chándal, las zapatillas y las camisetas enlogadas hacen caja en las casas de lujo, el primer director creativo de todas las líneas de Salvatore Ferragamo –desde su fundador– huye de lo obvio. "Estamos en un punto terrible en lo que a moda se refiere, especialme­nte para el hombre", explica a GQ. "Las firmas debemos estar al tanto de lo que pasa en la calle, y es cierto que la gente hoy quiere ir casual, pero creo que todas esas piezas llenas de logos pertenecen más a firmas sportswear que a casas tradiciona­les de lujo. Mi intención es que cuando alguien se ponga algo de Ferragamo, la sensación sea la de llevar una sudadera o unos vaqueros, pero que no lo sean; en su lugar tendrán prendas bien cortadas y con tejidos de extrema calidad, por lo que el resultado final es más pulido". Renegar de esta manera de la que muchos consideran la tendencia de la década, el streetwear, podría considerar­se una locura, pero su convencimi­ento y determinac­ión llaman la atención frente a la discrepanc­ia. No en vano, la formación de este diseñador especializ­ado en calzado –que iba para arquitecto– lo precede y respalda: su exquisitez por la artesanía proviene de un padre que era el tapicero de la reina en el Castillo de Windsor. La vanguardia, de una madre que trabajaba en una compañía de ordenadore­s y siempre llegaba a casa con nuevos cacharros para que él y su hermano los probaran. Tradición y modernidad unidas en una cabeza pensante que no precisa de modas pasajeras para hacer las cosas a su manera: "Salvatore Ferragamo transgredi­ó los límites como nunca antes nadie lo había hecho. A veces tengo la sensación de que me vigila y siento la presión de hacerle sentir orgulloso".

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PAUL ANDREW Diseñador del año
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