GQ (Spain)

RICARDO F. COLMENERO

La identidad de la infancia se esconde en el armario.

- POR RICARDO F. COLMENERO

Hace poco besé a una becaria. En concreto, a una ex becaria. Y más en concreto, dos besos en las mejillas, mientras sostenía en brazos a su bebé. En ese momento temí que el paso del tiempo se desplomara sobre mi cabeza, como el cielo sobre la de Abraracúrc­ix, el jefe de la aldea de Astérix. Y lo hizo segundos después, cuando me enseñó a sus otros dos hijos trepando por la escalera del tobogán.

No tenía una sensación parecida desde poco después de empezar mi vida laboral en Madrid. Cuando regresé por primera vez a casa de mis padres, en una aldea gallega, como si en Galicia hubiera otra cosa, que diría Jabois; y abrí mi armario. Los armarios los carga el diablo, que en su versión más cruel suele parecerse a tu yo más joven.

En sus puertas, o en sus fauces, lucían las pegatinas de mi infancia y adolescenc­ia. Lo que hoy llamamos Instagram o historial de Google. Aunque mucho m s able or ue el arrepen imien o que hoy está a un click, antes exigía uñas, algodón, alcohol y altas dosis de resentimie­nto. Lo que hoy se exhibe sin pudor, antes formaba parte de la intimidad de un armario. Accesible a la amistad verdadera y casi siempre oculto al amor verdadero. Un buen armario debía contener monstruos y secretos, por eso es tan difícil encontrar buena literatura en las redes sociales.

Si un padre quería saber de qué hablar con su hijo, sólo tenía que mirar su armario. Ahí había un abanico de conversaci­ones, adem s de un per l psicológic­o y un currículum sentimenta­l. Los padres de ahora no hablan con los hijos porque pocos están dispuestos a escuchar o leer horas de reguetón. Y los selfies les aportan la misma informació­n que el calendario Z oolander. Q ue ahora los jóvenes se hagan fotos como en la parodia de la película sólo demuestra la antigüe dad del icono, y la nuestra.

En mi armario había Snorkels, Tois de Bollycao y posados de seleccione­s de la Eurocopa de fútbol de 1988. Algunas de países extintos. De hecho, se celebró en un pa s e in o En onces rusia o Constantin­opla eran palabras inventadas para completar el libro de Ciencias Sociales de sexto de EGB, mientras que tu realidad eran la Alemania Federal y la URSS.

Ahora pienso que no te haces mayor cuando el banco te llama para ofrecerte un plan de pensiones; ni cuando dejas de soñar con jugar en el Depor al lado de aco me , y un buen d a e descubres mirando el posado de una tía en el Marca que resulta ser su hija; sino cuando has celebrado goles de países que ya no existen, o peor aún, has viajado a ellos en tu mente.

Cuando abría el armario, y miraba a los rusos, con su rubiez y mirada de hielo, sonaban en mi cabeza épicos coros militares. Como en las pelis de James Bond, cuando cambian de plano y de repen e aparece la la a oja para ue sepas seguro que la trama ha viajado a osc ual uier d a ir a la la a oja y verás como no pongan por megafonía coros militares. En mi armario caía nieve sobre los abrigos en los percheros y me sumergía en el interior de un submarino en un mar gélido y plateado. Ese día que volví a casa de mis padres, añoraba aquella URSS inventada, como una forma de echar de menos a aquel tipo que puso la pegatina…

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