CALIDAD GARANTIZADA
Del mismo modo que un mecanismo exige al menos cuatro años de desarrollo, el protocolo para la ampliación de la garantía ha llevado también lo suyo. Cuando por fin ha llegado, las marcas han elegido, en plena era del Big Data, adoptar una postura simbiótica. Es decir, utilizar el reclamo de la ampliación de garantía que cubre sus relojes en beneficio tanto de dadores como de tomadores.
Por un lado, se satisface la necesidad del cliente, que tiene su reloj garantizado por un periodo superior al inicial; por otro, el interés de la marca que, al alentar a sus clientes finales a registrar sus productos en la web oficial, los fideliza y los convierte en algoritmos para planear sus estrategias: las compañías se hacen con una macro base de datos sin necesidad de contar con la distribución, una táctica que se asienta en la proliferación de boutiques monomarca, en detrimento de los establecimientos autorizados.
Siguiendo la estela de Omega (pionera en los cinco años de garantía) y de Audemars Piguet (que proporciona otros cinco al comprar en una AP House o al inscribir el reloj en su página web), fue la manufactura Jaeger-lecoultre la que dio el primer paso en el Grupo Richemont con la creación de su Care Programme. Merced a este procedimiento, los relojes que cuentan con la cobertura de la "garantía limitada internacional" en el momento de su registro en línea, pueden optar a la ampliación de la garantía hasta un plazo de ocho años.
A partir de noviembre de 2019, los clientes de Cartier han podido hacer lo propio (optar a una garantía de hasta ocho años) en una nueva plataforma digital de la marca para acceder (a través del código QR que les es entregado en la tienda o por medio de una URL) a recomendaciones personalizadas y servicios exclusivos, como el ajuste de tamaño y abrillantado gratuito de todas sus colecciones o el grabado de la pieza con caligrafía personalizada.
Entre las novedades que plantea Cartier Care está la de adquirir relojes usados a sus clientes a cambio de creaciones más recientes, una posibilidad que la marca está contemplando. Sólo unos días después de la puesta en marcha de Cartier Care, IWC anunció su programa My IWC, con extensión de garantía de 2 a 8 años de forma retroactiva para quienes hubieran adquirido su reloj IWC en los últimos dos años; un formato que reprodujo Panerai con PAM.GUARD.
Del lado del grupo LVMH, Zenith, además de ofrecer una garantía de un año adicional por el registro de los relojes, en 2019 ofreció nada menos que 50 años de servicio de mantenimiento gratuito para los propietarios del modelo El Primero, una generosa manera de celebrar el 50 aniversario del movimiento que cambió la historia.
Ahora bien, la última palabra la tiene Ulysse Nardin. Desde noviembre de 2019, la manufactura del grupo Kering genera, con la venta de cada reloj en la red oficial, un certificado de extensión de garantía gratuita y a prueba de falsificaciones, registrada en la blockchain pública más utilizada y robusta, y firmada digitalmente por Ulysse Nardin. Un modo de asegurar de manera definitiva la autenticidad de sus productos.
Para los despistados, un blockchain es un sistema de seguridad formado por bloques alojados en una base de datos compartida. Su punto fuerte es la descentralización, por lo que, para robar información, habría que infectar con un virus todos los equipos en los que esa información está troceada. A esta base se accede a través de criptografía avanzada.
Blockchain nació como el sistema que protegía a las criptomonedas. Ahora se está probando en la industria relojera, principalmente como un "servicio opcional". Ulysse Nardin, sin embargo, quiere implementarla de manera sistemática en todas sus gamas de producto. A pesar de los palabros cibernéticos, lo que sí queda claro en todo este asunto es que, aunque sigamos comprando en tiendas reales, éste será el único acto no virtual que llevaremos a cabo, porque el resto tendremos que dejarlo en manos de las redes.