GQ (Spain)

HASTA HACE UNOS MESES,

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acercarse a las puertas de cualquier desfile suponía atravesar una masa de gente al ritmo de obturadore­s y flashes de miles de cámaras. El resultado de este deporte de riesgo se denomina y es uno de los fenómenos de la última década. El estilo de la calle, como se traduciría este término, no es algo que haya surgido ayer, hay quienes sitúan sus inicios hace siglos, vinculados a las primeras revistas de moda. Sin embargo, con el tiempo ha evoluciona­do en fondo y forma, y en los últimos años ha experiment­ado una exposición sin precedente­s gracias a internet. Un mundo, el de la que surfean editores de moda, fluencers y demás invitados a los y que, a consecuenc­ia de la pandemia mundial, se enfrenta a un cambio de paradigma con la reducción de los desfiles. "A nivel personal, no me veo fotografia­ndo a la gente de la calle fuera de las semanas de la moda", explica Jonathan Daniel-pryce, uno de los fotógrafos de veteranos. "Antes de la pandemia, se habló mucho sobre la autenticid­ad actual del que es una industria en sí misma, y se cuestionó si estaba conectado todavía con el buen gusto con el que vestían los mejores editores a finales de los 2000". Una cuestión en la que profundiza Andrew Barber, , otro de los retratista­s habituales de estas "Los looks más llamativos siempre serán el centro de atención. Las marcas continúan núan prestando artículos a las personas que perciben como influencer­s con el objetivo de generar expectació­n, mejorar la presencia en redes sociales y aumentar los ingresos. Sin embargo, la nueva normalidad podría reducir estos respaldos y es probable que veamos a gente más auténtica a la hora de vestirse". A pesar de su consumo voraz, "el presupuest­o destinado a este tipo de fotografía ha disminuido con el tiempo, y es algo imposible de mantener a menos que te apasione", explica el fotógrafo Robert Spangle. A mayor demanda, más personas dispuestas a aceptar el trabajo a menor precio, aunque condenando la calidad. "Están el material, los viajes, el alojamient­o, los seguros… y también hay un coste de tiempo aún mayor para disparar y editar", desarrolla Daniel-pryce. "La gente cree que salimos a las calle y podemos hacer retratos increíbles nada más sacar la cámara, pero eso es un mito". "El al estar relacionad­o con la fotografía callejera, es una parte tan importante de la curiosidad y la identidad humana que es difícil que

Adesaparez­ca", subraya Spangle. "La demanda de este tipo de fotografía sigue siendo alta y creo que ahora la calidad prevalecer­á", comenta Daniel-pryce. "Esto puede compensars­e con fotógrafos establecid­os que brindan servicios y que comprenden las necesidade­s de los clientes con los que llevan trabajando mucho tiempo", apoya Barber, mientras que Daniel-pryce añade: "Dicho esto, sólo hay un puñado de fotógrafos que trabajen a ese nivel, por lo que existe una especie de barrera"; es decir, "aunque haya 100 fotógrafos a las puertas de un desfile, sólo una pequeña élite trabajará con las publicacio­nes", remata Spangle. A la espera de cómo las semanas de la moda presencial­es se adaptan definitiva­mente a una nueva normalidad menos concurrida y recién estrenada, lo que los profesiona­les vaticinan es, por un lado, una vuelta a los origines del estilo personal –más allá del artefacto– y, por otro, la especializ­ación y reconocimi­ento de un atractivo sector –en negocio y estética– que se encontraba saturado.

“Las marcas continúan prestando sus artículos a los ‘influencer­s’ con el objetivo de generar expectació­n e ingresos. Sin embargo, la nueva normalidad podría reducir estos respaldos”, afirma el fotógrafo Andrew Barber.

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